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QUISIERA HABLAR DE LA PELÍCULA IL Y A LONGTEMPS QUE JE T'AIME
(I’VE LOVED YOU SO LONG), DE PHILIPPE CLAUDEL.

KRISTIN SCOTT THOMAS, O UNA ACTRIZ DE 40 QUILATES.

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Por Susana Arroyo

No sé si Philippe Claudel lleva en sus venas la sangre de aquel famoso poeta Paul Claudel y, por antonomasia, sería además familiar de la escultora Camille Claudel. No lo sé, y desafortunadamente no he podido encontrar más información de él, solamente que es un novelista y cineasta francés y que ha logrado hasta ahora lo que ningún otro director en la larga carrera de la actriz británico-francesa Kristin Scott Thomas, había podido lograr.

Hace un par de meses mi amiga Annie Charpentier, quien me había dicho que suele leer mis reseñas en Razón y Palabra, y que aún cuando ella ya había visto Le Scaphandre et le Papillon (La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel, 2007), tras leer mi reseña quiso verla de nuevo pues se sintió motivada por lo que en su momento comenté de la intensa película francesa. Pero me he distraído, lo siento, yo quería decir que mi amiga Annie, madre de tres bellas adolescentes, amigas de mi adorada Ivy, me escribió un mensaje para recomendarme la película Il y a longtemps que je t'aime (I’ve love you so long, o Hace mucho que te quiero, 2008). Y añadió: “Te gustará tanto que harás una reseña”. Y acertó.

Kristin Scott Thomas, nadie mejor llamado Fiona (y dos veces, en el cine), por su alta sofisticación y elegancia, mujer de gran mundo, la reina del glamour, delicada y audaz, ha desplegado sus alas, esas alas inmensas que algunos tienen, que son tan grandes como las de los murciélagos, que no los dejan estar quietas en un solo sitio, que tienen que correr, volar, descubrir, intentarlo todo, esas alas han sido liberadas por el genio de Claudel.

La película es, en apariencia, muy simple. Y digo esto pues creo que se cumple nuevamente el axioma semiótico: “A mayor complejidad del código, mayor sencillez en el mensaje”. El mensaje es claro, el argumento es el de una mujer que ha estado 15 años en la cárcel por haber matado a su hijo. ¿Ven cómo se trata de un argumento simple? (!).

El problema a dilucidar no es si realmente lo mató -de lo cual el espectador se enterará unos 15 minutos antes de que termine la película- sino cuál es la reacción de la sociedad para aceptar o no a esa persona. El problema planteado aquí, en este signo hic et nunc,1 es un problema social, pues se basa en códigos de cortesía como son: saludarla, aceptarla en su casa a vivir, que tenga contacto con la hija de quienes la tienen en su casa, no sin comentar sobre la posibilidad de que también la llegase a matar como lo hizo con su hijo, presentarla con las amistades, ayudarla a que consiga un empleo, etc., en términos generales buscarse una vida y un sitio, al que había dejado de pertenecer durante 15 años.
El código o los códigos que hay detrás de todo esto son altamente complejos. La historia, basada en la novela del propio Claudel, comprende la intimidad, el mundo enigmático, la soledad, la carencia de sentido de las cosas y de la vida misma, mundo en el que Juliette Fontain (Kristin Scott Thomas) se encuentra inmersa.  No hay posibilidades reales para una exconvicta que fue condenada con evidencias a tal condena.

Podemos observar como espectadores y escrutadores de las vidas ajenas, que la vida de Juliette/Kristin no es nada fácil. La actriz no ayuda mucho a que su entorno, el cual nos incluye a los que presenciamos esta parte de su vida, sea un poco más benévolo. Su relación con la hermana menor Léa (Elsa Zylberstein) es difícil pues entre ellas no hay amor fraternal, lo que hay es una suerte de compromiso por ambas. Una tiene lo que la otra carece en su totalidad, es decir, Léa está casada, lleva una vida agradable, es profesionista, tiene una hija, una casa, un coche… todo lo que Juliette no tiene. Léa es una incógnita para Juliette, un signo de deseo, angustia y odio, por qué amar a la hermanita que nunca o casi nunca la visitó en la cárcel.

Mediante escasos diálogos, densas situaciones y escenas incómodas para todos, incluyendo al espectador, resueltas con maestría por el genio de Claudel, el filme se sucede en unas ruptura completa de las reglas establecidas tanto en lo que se refiere a las reglas o códigos de la convivencia común, como las reglas de la actuación fluida, libre, preparada. Esta Juliette es un ser anodino, es una especie de posum,2 asustadiza, silente, escurridiza, desea pasar inadvertida. Cuando busca trabajo, la situación de la entrevista es tan embarazosa para ella como para nosotros. La moral es la fijada por el autor-director, quien es constructor del imago mundi en el que tiene que vivir la atribulada Juliette y que es semejante a la angustiosa vida real del delincuente. El mundo en el que se desarrolla la historia es un mundo hostil para la exconvicta, los rechazos constantes, las miradas acusadoras, su vacío, la angustia de no ser nadie, lo cual la lleva a momentos de gran dolor. Y es en estos momentos, intensos, silentes, es cuando surge avasalladora, devastadora, insoportablemente dolorosa, la gran intérprete: Kristin Scott Thomas.

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Podemos reconocer en ella las dotes de una actriz consumada, en plena madurez –a sus 48 años- tanto artística, como espiritual, humana, desesperadamente gloriosa.

Auguro muchos premios para Scott Thomas. Considero que la actriz obtendrá el Óscar, uno de los más importantes reconocimientos en la actualidad. Creo que se encuentra a la altura de la deslumbrante Marion Cotillard (La vie en rose o La Môme, Olivier Dahan, 2007) y muy aparejada a su compatriota Helen Mirren (The Queen, Stephen Frears, 2006) .
Muchas de las secuencias de la cinta francesa Il y a longtemps que je t'aime, se basan en la relación de Juliette (Kristin) con Léa, la hermana menor de Juliette, de quien nunca sabremos si ha aceptado acoger a su hermana por amor o por piedad. La excelente actuación de la actriz francesa Elsa Zylberstein se ve ciertamente opacada por el brillo de la desleída Juliette.

Sí, es de llamar la atención que Sctott Thomas no aparece en esta cinta francesa como la deslumbrante Fiona de Cuatro bodas y un funeral (Four Weddings and a Funeral,Mike Newell, 1994), enamorada del hudizo Hugh Grant. No es la Kristin/Katharine Clifton, amante del aburrido a morir, Conde Laszlo de Almásy, Ralph Fiennes (The English Patient, Anthony Minghella, 1996).

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Tampoco es la impecable madre de las hermanas Bolena, Scarlett Johanson y Natalie Portman (The Other Boleyn Girl, Justin Chadwick, 2008), regiamente ataviada en su papel de Elizabeth Boylen, Condesa de Wiltshire y Ormonde. Y no es la fría y maquiavélica Sylvia McCordle de Gosford Park (Robert Altman, 2001), ni la Fiona de Nigel (otra vez Hugh Grant, aunque esta vez fue antes de las Cuatro bodas...), al lado del insuperable Peter Coyote en la surrealista Bitter Moon (Roman Polanski, 1992).

Esta Kristin renovada, temeraria, vengadora silente, impávida, inalterable, equidistante al mundo, envuelta en el papel de Juliette Fontain, introvertida, ensimismada, fumadora obsesivo-compulsiva, un tanto desaliñada, sin brillo, sin elegancia, sin ceja levantada, quien transmite dolor añejo, desgarramiento solitario, angustia y sumisión forzada, es la denodada, auténtica, misteriosa y talentosa actriz anglo-francesa. Su biografía nos dice que ha sido galardonada por la reina de Inglaterra con la OBE -Order of British Empire- y además ha recibido la Légion d'honneur por el gobierno de Francia en 2005; se manifiesta a sí misma como ciudadana francesa.  Ella es la extraordinaria actriz Kristin Scott Thomas.


Notas:

1 aquí y ahora

2 los posum, son unos animalitos australianos tímidos, huidizos, que se esconden en un nido en troncos huecos durante el día y salen a buscar comida durante la noche.


Dra. Susana Arroyo-Furphy
Investigadora, The University of Queensland, Australia.


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