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y Libros
Quisiera
hablar de
Que nadie sepa
mi sufrir. Éste
(no) es un
libro de semiótica,
de Susana Arroyo-Furphy
Por Herlinda
Dabbah
Número
59
Que
nadie sepa
mi sufrir. Éste
(no) es un
libro de semiótica de
Susana
Arroyo-Furphy,
se propone
aproximar
al lector
al estudio
del signo
desde el
punto de
vista de las
tres prácticas
de la semiótica:
intuitiva,
teórica
y profesional.
Juan A. Magariños
señala: “La
práctica
intuitiva
involucra
a todo ser
humano, el
hombre usa
espontánea
e, incluso,
inconscientemente
a la semiótica,
aunque ignore
su existencia.
En la práctica
teórica
el hombre
reflexiona
acerca de
su comportamiento
semiótico,
tanto intuitivo
como profesional.
En la práctica
profesional,
el hombre
utiliza los
conocimientos
adquiridos
mediante sus
reflexiones
acerca de
su comportamiento
semiótico
para intervenir
consciente
y eficazmente
en la tarea
de atribuirle
significado
al mundo” (...)
La semiótica,
como ciencia
social, explica
la relación
entre mente,
lenguaje y
mundo; entre
percepción
e interpretación
y entre estado
de cosas e
historia”.
En
la siguiente
anécdota
se ilustra cómo
el ser humano
puede describir
las relaciones
que mantiene
con la realidad
en la que habita,
en función
de los diversos
sistemas de
la cultura.
Cuentan
que en alguna
juerga parisina
Michael Foucault,
mientras sostenía
en su mano una
pipa –tomando
como referente
a Magritte-,
dijo a un grupo
de amigos, ‘Esto
no es una pipa'.
Y agregó: ‘Este
trozo de madera
barnizada, con
esta forma particular
el cual se usa
para un no menos
particular rito,
tiene circunstancialmente,
y para nosotros,
el nombre de
pipa. Pero llévenlo
a alguna comunidad
en la que el
fumar en pipa
sea algo totalmente
desconocido,
y pregunten
acerca del nombre
del elemento
que llevan en
la mano, y solo
recibirán
respuestas sobre
su forma, sobre
el material
de la que está hecha,
sobre su color,
sobre su tersura,
pero nadie la
llamará como
ustedes la llaman.
Y entonces,
qué, ¿deja
de ser una pipa? ¿tenemos
que tratar a
los integrantes
de esa comunidad
como ignorantes?
Ambas cosas.
Deja de ser
una pipa, aunque
de hecho nunca
lo fue. La pipa
es pipa porque
nosotros la
reconocemos
como pipa, no
porque intrínsecamente
sea una pipa.
Y los integrantes
de esa comunidad
son ignorantes
desde nuestra
perspectiva
cultural. Pero
tanto ellos
como nosotros
lo somos ante
elementos que
ellos nombran
y usan y que
a nosotros nos
parecen inservibles
y extraños.
Por lo que ambas
sociedades tenemos
zonas de ignorancia.
Pero intentando
ser algo más
estrictos -agregó Foucault-
no hay ignorancia,
lo que hay es
costumbre, lo
que hay es cultura.
Y esta cultura
nos otorga unos
refinados anteojos
que sólo
nos permiten
ver lo que queremos
ver, o lo que
nos han enseñado
a ver, o lo
que nos hemos
acostumbrado
a ver. Así,
una pipa, es
y no es una
pipa. Así la
normalidad,
es normalidad
y es locura,
según
qué tipo
de anteojos
estemos usando
finalizó un
Foucault algo
ebrio, ante
ya pocos interlocutores
interesados
en sus palabras.
Arroyo-Furphy
ha intitulado
su libro Que
nadie sepa
mi sufrir. Éste
(no) es un libro
de semiótica ,
valiéndose,
tal vez, de
la misma intención
lingüístico-semántica
que utilizó Magritte
en algunas de
sus pinturas.
Toda obra enuncia,
a la vez, su
poética
implícita,
me refiero a
los principios
expresivos y
estéticos
sobre los que
se basa.
La
relación
entre producción
de sentido y
enunciación
es clara en
la creación
artística.
La imagen es
enunciación:
dice “he aquí tal
cosa” pero,
cuando René Magritte,
el pintor belga,
escribe debajo
del dibujo de
una pipa ‘esto
no es una pipa',
Magritte está haciendo
una afirmación
plástica
negada lingüísticamente, “pipa
no-pipa”. En
el título
del libro que
se presenta
hoy: Que
nadie sepa
mi sufrir. Éste
(no) es un libro
de semiótica ,
la autora ha
señalado: “Éste
(no) es un libro
de semiótica” en
donde la negación,
que está entre
paréntesis,
lo que patentiza
es su estado
de latencia,
como un “no” que
se reservara
(entre paréntesis)
las posibilidades
de negación.
Es decir, este “no” equivaldría
a la posibilidad
de omitir la
negación
y a tomar el
enunciado como
afirmativo.
A lo largo de
la lectura nos
volvemos a topar
con este tipo
de negaciones
cuando dice: “Esto
(no) es una
introducción”; “Las
flores (no)
son para mí” o,
en el caso de “La
(a)divina”,
en que se sugiere
otro sentido
diferente al
de “adivina” con
la “a” entre
paréntesis.
El
libro está dividido
en dos partes:
la primera,
ficcional, consta
de seis capítulos
ilustrados,
en los que se
narra la historia
de un hombre
exitoso. Basándose
en ejemplos
entresacados
de los seis
capítulos,
en la segunda
parte, se hace
un análisis
semiótico.
En esta obra
se entreteje
la didáctica
de al menos
tres propuestas
simultáneas
de lectura:
una ficcional,
una visual y
una analítica.
La parte ficcional,
junto con la
parte visual,
sirven como
pretexto para
ejemplificar
el proceso de
la semiótica
o gramática
del lenguaje.
La
actividad humana
de la significación
no se agota
ni con la comunicación
idiomática
verbal ni con
sus diversas
posibles transcripciones
escritas. Las
imágenes
visuales del
libro narran
otra historia
o refuerzan
significados
donde a primera
vista pareciera
que no los hubiera.
Asimismo, podemos
percatarnos
de ello en el
fragmento de
la siguiente
cita que, aunque
no se presenta
expresamente
una imagen como
las que ilustran
el libro, sí nos
remite a una
imagen visual:
“Encuentro
un periódico
aquí,
vaya, no es
el de hoy, no
de ayer. La
fecha es de
2001. ¿Qué hace
este trozo
caduco en mi montaña ?
Leo con cuidado
y me estremezco” (44).
Esto
somos:
El
que florece
entre cerros.
El
que cuida y
crece la palabra
antigua.
El
que se habla.
El
que es de maíz.
El
que habita
en la montaña.
El
que anda la
tierra.
[...]
El
que habla flores.
El
que es lluvia.
El
que tiene conocimiento
para mandar.
El
cazador de flechas.
El
que es arena.
El
que es río.
El
que es desierto.
El
que es mar.
En
este fragmento
de la cita
que antecede
a la referencia
de Marcos “La Marcha
por la Dignidad
Indígena
del 11 de marzo
de 2001” la
autora ha introducido
una doble relación
expresiva ya
que por un lado,
está aludiendo
a una montaña
y por el otro,
la forma física
del poema estructurado
en breves enunciados,
agrupados, enlistados,
apilados, semejan
gráficamente
una montaña,
además
de los referentes
directos del
poema – cerros , montaña -.
En
la práctica
analítica
del libro, Susana
Arroyo, nos
va mostrando,
de acuerdo con
los principios
de Charles Sanders
Pierce, los
diversos ángulos
de los procesos
de la semiótica;
el signo, como
pieza de joyero,
es tomado y
presentado al
lector desde
de las diferentes
perspectivas
de cada uno
de sus componentes.
Asimismo los
diagramas, esquemas,
notas y ejemplos
propuestos,
al tiempo que
sintetizan y
presentan las
complejas relaciones
que se dan en
las estructuras
del lenguaje,
ayudan a esclarecer
y a dar una
imagen de conjunto
que hace más
accesible la
comprensión
de los diversos
tipos de análisis
semiótico.
Cabe
señalar
que el mérito
del libro no
sólo
radica en su
propuesta teórico-analítica
sino en sus
valores literarios
expuestos en
la bien lograda
estructura de
la historia;
en la escritura
que, en ciertos
pasajes, llega
hasta a ser
poética
como se puede
ver en los
siguientes ejemplos:
“Comencemos.
El inicio del
día amenaza
agotadora jornada.
Los folios de
las altas montañas
caen como palomas
que aterrizan
en el anidado-escritorio;
como hojas de
frondosos árboles
al final del
estío.
Folios y hojas,
o mejor hojas
y fojas, o quizá hojas
y hojas; categóricamente
las dos palabras
tuvieron el
mismo principio, folium ,
y sus sentidos
tendrán
irremisiblemente
el mismo fin....” (
43).
“...Ahí duerme,
descansa. Reposa
mi otro yo
escuchando
la música
del silencio.
Los sonidos
que pausados
mecen enmudecidos
las armonías
y los arpegios.
El sosegado
silencio de
los suspiros
sollozando
al viento...” (63).
La
autora introduce
en la historia
elementos narrativos,
si no originales,
sí novedosos
como por ejemplo,
la temporalidad
de la escritura:
-toda la historia
transcurre en
menos de 24
horas- La narración
está compuesta,
principalmente,
de monólogos
interiores,
de reflexiones,
y de los pensamientos
del protagonista
que es a la
vez personaje
y narrador,
cuyo nombre
no se menciona
sino hasta la
mitad del último
capítulo
intitulado,
intencionalmente,“¿Quién
soy yo?”. En
esta última
parte de la
historia Arroyo
recurre a la
ambigüedad
onomástica –Eduardo-Carlos-
como una estrategia
que utiliza
para descentrar
el concepto
mismo de identidad
y propone una
visión
del protagonista
como un fenómeno
discontinuo,
una anulación
y renovación
de la identidad.
Con ello se
obliga al lector
a modificar
no sólo
sus expectativas
con respecto
al curso que
ha de tomar
la acción,
sino las interpretaciones
que ya ha ido
formulando en
la lectura de
la historia,
misma que se
convierte en
una ficción
de ficción
y el personaje
narrador ya
tiene un nombre
-Eduardo- y
en un proceso
de reformulación
vemos que todo
lo que ha acontecido
es sólo
la ficcionalización
que Carlos cree
que piensa,
que ha pensado
Eduardo en las
reflexiones
de un día
de su vida.
También
advertimos
que la soledad
del personaje,
plasmada a lo
largo del texto
como leitmotiv ,
en realidad
corresponde
a los dos personajes
Carlos-Eduardo.
Así también,
el homenajeado
no será el
personaje narrador
sino el escritor
Carlos que,
recibirá de
manos de la
gitana, un ramo
de flores que,
por cierto,
la autora nos
advierte en
el título
del primer capítulo “Las
flores (no)
son para mí.
La gitana, la
(a)divina, personaje
enigmático,
va adquiriendo
considerable
complejidad
hasta alcanzar
mayor significación
simbólica.
En el sorpresivo
final de la
historia, Arroyo
nos dice en
el análisis: “La
(re) aparición
de esta nueva
gitana-símbolo
no tiene ninguna
vinculación
con lo que ahí acontece. ¿Qué hace
la gitana en
la casa del
escritor? Es
una pregunta
difícil
de contestar
pues no lo sabemos
aún tras
la lectura de
la totalidad
de la historia.
Si Pierce, señala
Susana Arroyo-Furphy,
hubiese hecho
este análisis,
quizá habría
dicho: “Who
knows?”, o tal
vez: “Nobody
knows my suffering” (166).
Se
puede afirmar
que la lectura
de este libro
es no sólo
amena sino divertidísima,
nutrida, además,
por la erudición
de Susana Arroyo
que, con su
capacidad relatora,
en unas cuantas
líneas,
nos ofrece auténticas
disertaciones
sobre interesantísimos
temas como el
de los gitanos,
el del café o
el del ámbar
que nos mueven
a la reflexión.
Es
obligado mencionar
el fino humor
y la ironía
que se entrevera
a lo largo del
texto. Fragmentos
de algunas canciones
completan los
monólogos
del personaje-narrador;
un ejemplo es
en la disertación
sobre el café:
Las
letras de la
palabra café ,
son juego de
contenidos para
los cubanos: “c” de
caliente, “a” de
amargo, “f” de
fuerte y “e” de
escaso, me lo
dijo una santiaguina.
Los mexicanos
también
tomamos café de
cuatro letras
significadas,
pero tendríamos
que cambiar
la última,
pues nos gusta
la taza grande,
el pocillo antiguo,
campestre. ¿Qué tal “e” de
endulzado? Pero
entonces no
correspondería
con amargo,
y es que el
sabor dulce
del azúcar
y el amargo
del café no
pueden combinarse ¡nunca!
No podría
existir un sabor
que resultara
de la mezcla
de estos dos,
solamente lo
he escuchado
en aquella vieja
canción
de Agustín
Lara cuando
habla del beso: “friolento,
travieso, amargo
y dulzón” (
47 ).
O
este otro ejemplo: “(...)
Estoy de nuevo
en el parque.
Sí, estoy
perdido y no
sé que
camino me trajo
hasta aquí.
(...) ( 74 );
o en este otro “O
quizá yo
mismo con una
Pentax, o qué tal
con una Leica
M6. Tal vez
será mejor
no pensar en
lo que pudo
haber sido y
no fue (...)” (75
).
La
singular y
original propuesta
didáctica
que ofrece esta
obra seguramente
allanará el
camino a los
estudiosos de
esta materia.
Sin embargo,
no se podría
decir que el
libro sea fácil
ya que presenta
un reto al receptor;
lo que sí se
podría
afirmar es que
su lectura resulta
provocadora
y estimulante.
Por último,
cabe señalar
que el libro Que
nadie sepa
sufrir. Éste
(no) es un libro
de semiótica supone
una rotunda
muestra de
las virtudes
didácticas
y narrativas
de Susana Arroyo.
Notas:
* Arroyo-Furphy,
Susana. (2004).
Que
nadie sepa
mi sufrir. Éste
(no) es un
libro de
semiótica .
México:
M.A. Porrúa.
166 p.
Dra.
Herlinda
Dabbah
Mustri
Catedrática
de la UNAM,
coautora
de Autores
judeoconversos
en la Ciudad
de México,
2002. Secretaría
de Cultura
del Gobierno
del Distrito
Federal,
México.
Es investigadora
de la Literatura
judeo-mexicana
y ha publicado
diversos
artículos
en periódicos
y revistas.
Es autora
de la Guía
base y
cuaderno
de trabajo
de Técnicas
Bibliográficas,
y Selección
de lecturas,
SUA. México:
UNAM, 2006. |