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acuerdos MEDIÁTICOS EN TIEMPOS DE GUERRA

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Por Juan José Solis Delgado

 

JJSD2

 

Lo que no se conoce, no se puede combatir…
Francisco Rebolledo López


La llegada de la modernidad se vincula con la inexorable experiencia de los medios de masas; estos a su vez han demostrado con su existencia, el sentido de contingencia de la sociedad, todo puede ser siempre de otra manera. Los medios de masas construyen la realidad a tal grado que prácticamente todo lo que conocemos de la sociedad y sabemos sobre el mundo, lo conocemos y sabemos a través de ellos, de ahí su importancia y vigencia en las formas modernas de organización social.

Los medios de masas son tan fascinantes como enigmáticos, son a la fecha, unos lozanos instrumentos dispuestos de tecnología capaces de acercar y conectar al mundo a través de sus contenidos y procesos; pero también entes poderosos que pueden transformar la noción de la vida pública. Los medios de masas revisten tanta importancia en una sociedad que por ejemplo en México, en los últimos cinco años, han sido testigos de una política pública imprecisa en materia de seguridad, y sin quererlo, han inundado sus pantallas, ondas y páginas de informaciones violentas y delictivas.

Lo que en su momento causaba sorpresa y repudio entre los espectadores al presenciar en sus contenidos personas violentadas o tristemente ultimadas, hoy se ha convertido en la actividad común, y paradójicamente lo que ahora causa asombro es el día en que los programas informativos no reportan una muerte, bien sea de un criminal o de una persona inocente. Los medios de masas inexorablemente han testificado la descomposición social que el gobierno mexicano se ha negado a reconocer; pero no sólo ello, algunos sectores de la sociedad han acusado a los medios de ser (en algunos casos involuntariamente) portavoces de quienes han sembrado el terror y pánico.

Por ello, ante la ola de violencia que ha azotado a nuestro país, un grupo importante de medios de comunicación (alrededor de 700 empresas) han signado un acuerdo que se supone normará las formas y mecanismos que deberán utilizarse para dar a conocer las informaciones producidas por los actos violentos del crimen organizado. En ese sentido, cualquiera que observe la puesta en marcha de dicho Acuerdo desde una mirada sustentada en la lógica del sentido común, pensará que es una acción loable y hasta necesaria; sin embargo, cuando la mirada se eleva a una plataforma crítica de observación, la perspectiva de entendimiento se transforma (casi) radicalmente, pues el objetivo del Acuerdo puede transitar (sin darnos cuenta) de la necesidad social al interés y beneficio político.

El Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, es un documento que de entrada acepta que lo que se ha venido haciendo en materia de informar los actos violentos del crimen organizado se ha hecho mal, por ello la necesidad de trazar una serie de reglas precisas para esta vez hacerlo bien. Se enuncia que los medios de masas no deben ser involuntariamente voceros de los mensajes que los criminales quieren transmitir, bien sea a sus adversarios o a las autoridades de gobierno; plantea también que no se debe usar el lenguaje usado por los delincuentes; además el Acuerdo destaca que se debe impedir que los delincuentes o presuntos delincuentes se conviertan en víctimas o héroes públicos. Aún más, los medios de masas deben presentar la información en su contexto correcto y en la justa medida y no deben interferir en el combate a la delincuencia…

Si bien el Acuerdo está lejos de ejercer una franca censura mediática, al menos tiene todo el parecido a un manual de qué hacer en caso de que se quiera velar cierta información; esto desde luego no beneficiaría en nada al sentido de transparencia, ética y profesionalismo de quienes informan a través de los medios de masas. Pues aquella máxima del periodismo de “echar toda la carne al asador” se vería diluida por la idea de tratar a los públicos como menores de edad que no tienen la capacidad de discernir la gravedad de su entorno de vida, y por ello, habrá que utilizar una estrategia más amigable.

Setecientas empresas mediáticas no podrían estar erradas al suscribir un acuerdo de esta naturaleza; pero lo que causa cierto escozor y sospecha, es la representatividad liderada por la empresa Televisa, que es en principio la de mayor penetración en los hogares mexicanos, pero sobre todo quien ha llevado las informaciones del crimen organizado al escenario del escándalo y el lucro político; acaso ¿no fue la empresa Televisa quien con la anuencia del secretario García Luna, presentó al presunto delincuente de mote “la Barbie” ante los medios como un héroe?, ¿no fue la reconstrucción en forma de show mediático lo que dejó en la opinión pública la idea de que la francesa Florence Cassez es una desdichada secuestradora? Pero más aún, qué le responde este Acuerdo a medios como el periódico El sur, el Semanario Zeta, o al Diario de Ciudad Juárez (por citar sólo algunos), que han clamado justicia al gobierno federal y solidaridad al gremio periodístico y han tenido un silencio imponente por respuesta.

La idea en lo sustancial de este Acuerdo, es cambiar la percepción que a la fecha se tiene de un México violentado por estar inmerso en una guerra que se dice necesaria, y que a ojos de todo el mundo ha sido un rotundo fracaso. No se trata de que los medios de masas informen o no de forma más sensata, ni de ser obstáculos que frenen la eficacia de las operaciones policíacas y militares; se trata en todo caso, de que el Acuerdo también motive la profesionalización de quienes tienen la responsabilidad de presentar información en los medios de masas, sin responder veladamente a intereses del gobierno en turno que intenta mágicamente hacernos pensar o creer que no pasa nada. El Acuerdo debe acatarse no por hacerle un flaco favor a una política de la frustración, sino en todo caso, para hacerle un bien a los medios de masas, ya que estableciendo mecanismos y reglas homogéneas, también tendrán que madurar y crecer al mismo ritmo vertiginoso de la sociedad moderna.

 


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