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EL AFFAIRE CASSEZ: LOS EXCESOS MEDIÁTICOS

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Por Juan José Solis Delgado

 

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La mañana del 9 de diciembre de 2005, los televidentes mexicanos fuimos testigos de la transmisión en vivo de la liberación de tres personas víctimas de secuestro. Entre los presuntos plagiarios se encontraba una mujer de nacionalidad francesa llamada Florence Cassez, su actitud ante las cámaras de televisión era la de una mujer fría, violenta y temible. Durante ese día y los posteriores, conocimos a través de los medios de comunicación las tropelías de la banda de secuestradores nominada “los zodiaco”; poco a poco fluyó la información y la indignación creció ante la opinión pública.

Sin embargo, en un momento inesperado, el seguimiento del caso destapó una serie de vicios e irregularidades que más tarde se conocieron y echaron por la borda las primeras versiones de la detención. Aquellas imágenes que la televisión mexicana presentó en los noticiarios matutinos, habían sido un montaje orquestado por el entonces director de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) Genaro García Luna, quien intentó respaldar su decisión argumentado que fueron los propios reporteros de la fuente quienes habían solicitado las reconstrucción de los hechos, versión que más tarde también se diluyó cuando el reportero de la empresa Televisa, Pablo Reinah, presentó una queja ante las Comisión Nacional de Derechos Humanos, por haber sido engañado y no haberlo enterado que se trataba de una supuesta “reconstrucción de hechos”, cuando en la realidad, los presuntos criminales habían sido capturados un día antes y para el momento de la presentación ante las cámaras, aún no habían sido presentados ante la autoridad correspondiente.

Los medios de comunicación jugaron un papel muy activo en este evento. Su naturaleza de obtener la nota exclusiva, condujo a que se cometieran excesos graves y antes de someter a un juicio justo a los supuestos plagiarios, se constituyó el tribunal mediático y fue precisamente en las pantallas de televisión, en su actividad de construir opinión pública, donde se sentenció severamente a estos supuestos criminales. Evidentemente, la exponencial exposición del caso provocó que el evento se tornara en un perfil político y se diluyó la participación vital del sistema de derecho. La curva natural de este tipo de noticias espectaculares y escandalosas pronto perdió vigencia e interés en la opinión pública y se disipó entre el mar de información.

A poco más de cinco años de distancia, el ahora llamado “caso Cassez” o “affaire Cassez” vuelve a subir a la palestra mediática, porque esta vez ha trascendido las fronteras de lo político, para situarse en un conflicto diplomático entre México y Francia. Los medios de comunicación una vez más toman un papel protagónico, ya que intentan ofrecer en la opinión pública la garantía de que este caso no se le caerá al sistema de justicia mexicano. Sin embargo, en ese ánimo de no querer levantar polvo, enredan más las cosas al no permitir ver con claridad la verdadera dimensión del asunto. Se trata sin duda, a través de estrategias e impactos mediáticos, de ocultar las deficiencias y errores del sistema de procuración de justicia, que de liberar a la ciudadana francesa sería interpretado como la debilidad de dicho sistema y la fragilidad de nuestras leyes que no tienen la capacidad de sostener una acusación en contra de una secuestradora. Por ello, las autoridades mexicanas en complicidad con algunos medios de comunicación de alta penetración como son las televisoras, optan por armar escándalos mediáticos que transformen la percepción entre los ciudadanos, argumentado una especie de necedad irreductible del presidente francés Nicolás Sarkozy por llevarse a su connacional a su país de origen.

Por ejemplo, en la pasada edición del 14 de febrero del noticiario nocturno de la empresa Televisa, le concedieron varios minutos al reportaje donde las víctimas sostenían la plena identificación de Florence Cassez como su plagiaria, decían que la reconocían plenamente porque su voz coincidía con la grabación de audio que en su momento les había presentado la autoridad. Sin embargo, en el expediente judicial, el abogado defensor de la ciudadana francesa, pide a la autoridad correspondiente presente dichas grabaciones para certificar pericialmente que en efecto es la voz de su defendida y por tanto darle valor pleno a la evidencia, a lo que la autoridad no pudo acreditar argumentado que dichas grabaciones no las tenían. También en la misma emisión informativa, se habló de una cicatriz producida por haber inyectado a la víctima una sustancia que anestesiara el dedo para ser amputado, versión que también consta en el expediente que se acreditó que aquella cicatriz era anterior a la fecha del plagio.

Con esto, no se está presumiendo la virtud de inocencia de los plagiarios. Por el contrario, se ponen a la luz las inconsistencias del proceso judicial que los medios de comunicación y en particular las televisoras, irresponsable y alevosamente presentan a la opinión pública como un hecho verídico y así querer sostener que las respuestas del gobierno francés ante la negativa de la solicitud de amparo, están fuera de lugar y de sentido alguno. Pero de ninguna manera se reflexiona en la intervención excesiva de las televisoras, que lejos de avizorar una posible solución al conflicto diplomático, más lo oscurecen con calificativos y posturas insostenibles.

Para quienes nos seduce la actividad de observar y analizar la dinámica de los medios de comunicación, el affaire Cassez se sitúa más allá de un tema judicial o un conflicto diplomático. Se trata en todo caso, de explorar la conducta excesiva de algunos medios de comunicación y como lo he dicho, de las televisoras, por intervenir menos como tribunales mediáticos y más como medios de información, que cumplan con la distinción de informar / dar a conocer / y comprender, sólo así tendremos un ejercicio responsable de informar y no habrá por tanto, necesidad de emprender conflictos diplomáticos innecesarios en estas épocas de crisis. No obstante  la cobertura que los medios de comunicación le han dado al affaire Cassez, se perfila más (utilizaré la frase de la periodista Carmen Aristegui) como un “capricho presidencial” que no quiere reconocer los errores del proceso judicial y que le teme al poder de organizaciones no gubernamentales y a la opinión pública, pues sabe que no le permitirían y mucho menos perdonarían por ningún motivo el traslado de la ciudadana francesa a su país de origen; siendo que lo ideal sería enfrentar los desatinos gubernamentales con una adecuada estrategia de comunicación, medios y manejo de crisis.

 


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