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Por Iliana García
Número 37
¿Qué significa ser mujer, qué
significa ser hombre; está en la naturaleza de cada sexo
el ser femenina o ser masculino; qué papel juega la cultura
en ello?. Estas interrogantes las podemos agrupar en dos cuestiones
básicas:
1) ¿Por qué hay que privilegiar
la condición sexual como referencia para distinguir socialmente
a grupos que luego se deberán relacionar?
2) Cuando constituimos socialmente esos grupos
diferenciados, ¿Nos remitimos a la condición biológica
sexual (natural=inmutable) o fundamentalmente a construcciones culturales
que toman el dato del sexo solo para crear dos identidades sociales
distintas (revisables=mudables)?1
Existen dos conceptos diferentes aunque complementarios:
uno es el Sexo y el otro es el Género .
El sexo se conforma por los componentes biológicos y anatómico-sexuales,
además de por el intercambio mismo: así encontramos
en los extremos de ese continuo al macho y a la hembra.
El género agrupa a los aspectos psicológicos,
sociales y culturales que se le asigna a cada sexo: en suma, lo
que cada sociedad, dependiendo de las variables espacio-temporales,
simbolizan como Femenino y Masculino así como también
la simbolización del “ser mujer” o “ser hombre”.
El cuerpo es la primera evidencia incontrovertible
de la diferencia humana: el “yo” y el “otro”. Nuestra imagen del
mundo se da en contraposición con "el otro" y lo
representamos simbólicamente (lingüistica-cultural),
realizamos construcciones sociales y culturales en torno a la diferencia
biológica. Pero al realizar dichas construcciones socio-culturales
sobre la diferencia biológica entre Macho y Hembra estas
se tornan en desigualdad social, dando lugar a su vez, a relaciones
de poder entre Hombres y Mujeres.
Con base en lo anterior debemos subrayar que
lo "femenino" y lo "masculino" no constituyen
esencias naturales, sino son producto de construcciones semánticas
que cobran una materialidad a través del imaginario simbólico
de una sociedad. Estas construcciones instauran desigualdades sociales
con base en diferencias biológicas.
La categoría Género
El Feminismo constituye un amplio y diverso conjunto de
supuestos y teorías que orientan las investigaciones feministas
contemporáneas, se conforma por un cuerpo teórico
diverso y muchas veces contrapuesto entre sí. La creación
cultural de las mujeres se ha caracterizado por los dos momentos
constitutivos del feminismo: el de la igualdad y el de la diferencia.
De este amplio y diverso panorama de teorías
abordaremos, desde la perspectiva de Género y del feminismo
de la diferencia, la problemática social de cómo
la diferencia biológica se torna en desigualdad social a
través de la construcción cultural de los roles sexuales
en donde la mujer no existe y por ende hay que inventarla2
.
Desde esta perspectiva se busca deconstruir
el orden del discurso dominante para proponer un lenguaje alternativo
al que ordena binaria y jerárquicamente al género
con las subordinaciones que ello implica.
Los estudios de género analizan la
construcción cultural de la diferencia sexual en todos sus
ámbitos: político, económico, subjetivo y simbólico.
También analizan cómo la subjetividad no es constituída
“... solamente por la diferencia sexual sino más bien por
el problemático entrecruzamiento de lenguajes y representaciones
culturales (De Lauretis, 1987)”3.
El Género, como crítica cultural busca repensar los
saberes de cada disciplina y articularlos en relación con
la postulación de un sujeto femenino.
En sus orígenes, las investigaciones
feministas se centrarían en encontrar el por qué de
la injusticia de la opresión de la mujer en la sociedad sexista.
Partiendo de este análisis llegarían, actualmente,
a la necesidad de analizar dicho fenómeno pero desde un ámbito
más amplio: los fundamentos de la civilización moderna
y sus dispositivos. En el centro de dicho análisis estará
la categoría Género guiando una crítica general
a la modernidad capitalista: la razón, la ciencia, el progreso,
la familia, el individuo, el amor, la intimidad, etc.
Sexualidad, Amor, Familia e Intimidad
A partir de la Modernidad, que dibujará espacios sociales
claramente diferenciados, se orientará a la "niña-mujer"
hacia los roles de Madre, Esposa y Ama de Casa: actividades que generan
valores de uso, es decir orientadas al consumo doméstico, a
la satisfacción de "los otros". Actividades que no
serán reconocidas socialmente como productivas ni como trabajo,
por ende no remuneradas y devaluadas.
La diferencia/desigualdad se vive
en todos los espacios sociales pero es justamente en el espacio
doméstico, la institución Familia, donde se crea y
recrea con mayor énfasis a través de los Roles Sexuales
en la vida cotidiana (...) debemos entender por vida cotidiana,
la realidad inmediata que se impone al sujeto a través de
una estructura de tipificaciones que le indican quién es
y cómo debe actuar frente a situaciones también tipificadas,
a la vez que le informan sobre el ser y las acciones de todos aquellos
con quienes interactúa"4
La opresión sexista se encuentra en
la estructura de la familia, de herencia patriarcal, en donde las
mujeres no tienen un proyecto de vida propio pues se les ha enseñado
a través del amor (las más de las veces expiatorio
y sacrificial) , a servir y vivir para “los otros”. Los papeles
de género han sido impuestos por la estructura familiar y
por las instituciones sociales como: las leyes, la familia, la iglesia,
etc.
La diferencia/desigualdad se va marcando conforme
a la "niña-mujer" y al "niño-hombre"
se les van asignando sus roles respectivos, a una se le asociará
más con la naturaleza, el cuerpo y la biología, al
otro con la Razón.
De hecho, la mujer ha sido constantemente
sujeto de explotación y opresión a través de
la utilización de su cuerpo para los fines de la reproducción,
haciendo de su función biológica una opresión
social. Recordemos que uno de los fundamentos de la Modernidad será
el uso de la razón para volver a las personas sujetos libres
e independientes. Una consecuencia de no asociar a la mujer con
la Razón, y sí con el cuerpo, sería, el considerar
a la mujer como pre-moderna, como pre-individuo sin posibilidad
de estar contemplada con derechos individuales propios sino solo
englobada en los derechos “del hombre”5.
El "niño-hombre" se irá
socializando hacia los distintos espacios públicos, en donde
el trabajo y la productividad irán de la mano con el valor
de cambio, la mercancía, la remuneración económica
y el prestigio. En el espacio doméstico reinará el
poder de los afectos (tal vez, principalmente; el amor), en los
espacios públicos, el poder racional y el poder económico.
Si bien en nuestra sociedad actual, el grueso
de las mujeres, están lejos de permanecer recluidas en la
domesticidad y su participación en el trabajo asalariado
y la vida pública goza de un reconocimiento progresivo "la
asociación imaginaria mujer-domesticidad sigue siendo eficaz
incluso para construir la autopercepción de las mujeres.
Esto implica, por otra parte, que la poca atención prestada
al espacio doméstico por las Ciencias Sociales en sus comienzos,
y en particular por la Sociología, así como la exclusión
efectiva de las mujeres de la categoría de individuo, llevada
a cabo por el pensamiento occidental, han contribuido a la invisibilidad
para el análisis social tanto de las mujeres como de sus
quehaceres y sus espacios6.
Independientemente de las razones por las
cuales la mujer se incorpore al espacio público del trabajo
remunerado, tendrá que cubrir una doble jornada de trabajo:
dentro y fuera del hogar. Si bien los roles sexuales tan rígidos
se han ido modificando gradualmente éstos permanecen en su
generalidad. Mientras la mujer sea un “ser para otros”, un “ser
invisible”, que “no existe” y viva en una “cultura del silencio”:
es difícil lograr crear un discurso propio. La mujer necesita
un discurso propio, que la identifique como tal: con un proyecto
propio y no sólo en función de atender a los otros
como ama de casa, esposa y madre para lograr un cambio en su situación,
en suma: conceptos prescriptivos que muevan al cambio.
Si bien nuestro objeto de estudio
es el sujeto femenino, no debemos olvidar que cualquier sujeto debe
ser analizado no sólo por la diferencia de sexo, sino también
de: clase, etnia, religión, preferencia sexual, edad, afiliación
política, actividad laboral, etc. y otra serie de determinaciones
que lo hacen un sujeto con múltiples identidades, ambiguo
y contradictorio en sí mismo: diverso.
Notas:
1
Consultar: Xabier Etxeberria, “Masculino/Femenino”, en: Etica
de la diferencia.
2 En el feminismo, la postura
esencialista ha definido a la identidad subjetiva de la mujer como
eterna, ahistórica. La postura desconstructivista señala
que como la mujer no existe hay que crearla: sólo ha “existido”
como construcción ficcional donde diversos discursos occidentales
articulados entre sí le “han dado vida”. Discursos como el
científico, el literario, el jurídico, el médico,
etc.
3 Márgara Millán,
Derivas de un cine en femenino , UNAM-PUEG/Porrúa,
México, 1999. p.22.
4 Estela Serret, Interacciones
desiguales. Repensando el vínculo mujeres, sociología
.
5 Cuando se constituye la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano , algunas mujeres
organizadas contemplaron los Derechos de la Mujer en un documento
y propusieron se incorporaran al interior de la Declaración.
Ante tal movimiento algunas de ellas como Olimpia de Gouges,
fueron envíadas a la Guillotina.
6 Estela Serret, op.cit. p.4.
Mtra.Iliana García Gossío
Profesora del Departamento de
Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México, México. |