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Por Enriqueta
Rivera
Número 43
Buen día,
después de un merecido descanso reiniciamos nuestro caminar
por la publicidad en México, de hecho en la Ciudad de México,
a la altura del metro Chilpancingo, un sábado por ahí
de las doce del día, con el gusto de ver a la gente disfrutar
del día, de las compras con tranquilidad, con un poquito
menos de smog.
Para los publicistas es una oportunidad
de oro poder establecer una relación con el consumidor, más
armónica y con calma, de otra forma sólo hay una sobresaturación
del paisaje urbano sin mayor efecto, o al menos no que puedan comprobar
de forma más o menos científica.
En esta ocasión, compartimos
publicidad móvil, humanamente móvil, aprovechando
la juventud de algunas personas para estar de sol a sol, cambiando
de esquinas a lo largo de la Avenida Insurgentes, cuatro chicas
de hecho comandadas por un señor joven, cada alto del semáforo
camina un anuncio, se coloca frente a los automóviles, autobuses
y entre los transeúntes, una invasión que en este
caso rompe con la concentración de algunos conductores, seres
humanos cuyas preferencias sexuales tienen como foco el cuerpo de
una mujer, bajo los estándares artificialmente implantados
por un complejo sistema de comunicaciones.
Se muestra una de las obsesiones
más constantes de quienes aprecian el cuerpo femenino, pero
sin tantos kilos como lo pudieran portar las mujeres mexicanas,
por supuesto sólo algunos grupos sociales, pues la alimentación
y los hábitos se han transformado con el tiempo.
Una imagen de mujer sin rostro (puede
ser “cualquiera”), con un cuerpo bronceado (de moda,
símbolo de vacaciones, de status, de belleza ), con traje
de baño (suponemos) rojo (pasión, ¿carne...pecado?),
y con códigos muy concretos: NO, +, Kg. Un ejemplo excelente
de cómo pueden manipularse las palabras y símbolos
para dar un mensaje, este tipo de economía es excelente,
cuando tenemos la seguridad de que la interpretación de cada
uno de ellos se cierra en lo que inferimos y queremos mostrar; y
si esto se acompaña con una imagen limpia en el sentido de
que muestra lo que hay que mostrar cuando se habla de los kilos
justos y “perfectos” para ser apreciada, para dejarse
ver y verse como “se desea”.
Yo me pregunto, qué habrán
pensado los transeúntes y automovilistas, les motivo alguna
otra imagen, otra situación, otra persona, otras formas,
otro producto a comprar, otro producto a probar, ¿será
que en esta ocasión se cumpla la promesa publicitaria?...
¿O acaso se preguntarán quién estará
detrás de la publicidad, será él o ella?, tendrá
el mismo cuerpo?, cuando se acerque preguntará su nombre,
o le preguntare si funciona, qué contiene, tantas preguntas
y sólo no más de tres minutos para responderlas, pues
el semáforo es un tirano.
Pues he aquí la chica, joven,
de cuerpo esbelto y sosteniendo la publicidad con singular alegría,
se reconoce el esfuerzo de estas chicas, quizás una opción
de trabajo de medio tiempo o sólo fines de semana para tener
un ingreso y apoyar la realización de sus estudios y/o a
sus familias, por supuesto suponemos.
Y como sucede en la realidad, nada
es para siempre, y con su publicidad a otra parte...no es sólo
una interpretación, el señor de tránsito sólo
replica las indicaciones ¿del semáforo? para agilizar
el tráfico. Sigamos entonces caminando por las calles, disfrutando
de la publicidad, pero también de aquellos que de carne y
hueso la protagonizan.
Mtra.
Enriqueta Rivera
Catedrática del
ITESM, Campus Estado de México y
de la UNAM, México. |