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Por Carlos Palmeros
Número
50
Cada
vez me llama más la atención cómo,
a través de diversos medios de comunicación
(televisión, radio, anuncios espectaculares,
revistas, etc.), la publicidad invade nuestras
vidas hasta hacerse parte de la vida de unos,
o hasta hartar y hasta poner de mal humor a otros.
Inclusive, llamó mucho mi atención
una noticia que ví en televisión
hace poco, en donde se hablaba de una nueva forma
de publicidad (la cual se montaba en una especie
de bardas, las cuales se instalan en las afueras
de diversos tipos de propiedades o bienes inmuebles),
que se estaba haciendo cada vez más presente
por diversos rumbos de la Ciudad de México
como, por ejemplo: diversos puntos céntricos
de la ciudad, Santa Fé, Insurgentes, etc.,
siendo quizás el caso más crítico
el de Polanco, donde, en diversos lugares de
esta colonia, se ha llegado hasta el punto de
instalar este tipo de publicidad incluso en las
puertas de las cocheras de algunas casas o en
otro tipo de inmuebles donde vive gente, y que
obviamente nunca fue consultada para que dieran
su consentimiento para la instalación
de este tipo de publicidad. En la misma noticia
se comentó que la única forma en
que este tipo de publicidad se podía considerar
como algo “legal” era cuando dichas
“bardas publicitarias” eran colocadas
en la periferia de terrenos donde se estuvieran
llevando a cabo construcciones de edificios;
esto evidentemente no era el caso para la mayor
parte de esta nueva modalidad de publicidad,
por lo que, más que tratarse de una noticia
sobre algo curioso que sucedió en la ciudad,
se trataba más que nada de una noticia
de denuncia por un abuso en el uso de la publicidad
en sus diversas modalidades.
Quienes trabajan
en esta industria podrán apoyar su actividad
diciendo que a través de la publicidad
se le brinda información útil al
consumidor sobre los productos que potencialmente
puede llegar a comprar o a necesitar en el futuro.
Sin embargo, a muchos nos queda claro que, en
la mayor parte de la publicidad con la que estamos
en contacto todos los días, no se nos
transmite dicha información, o por lo
menos no nos queda claro en qué consiste
dicha “información útil”.
Los anuncios que vemos en televisión o
en otros medios no nos dejan claro qué
información exponen que sea de verdadera
utilidad para nosotros; por lo general refuerzan
en mayor medida mensajes que tienen que ver con
cuestiones de estatus social, prestigio, satisfacción
del ego personal, etc., pero nos dicen muy poco
(o incluso nada) de la verdadera necesidad que
pudiéramos tener de dicho producto, o
del servicio anunciado.
¿Cuál
es el verdadero problema de esto?...
Por un lado, mucha gente sabe que los gastos
que las diversas corporaciones y empresas realizan
por concepto de publicidad son realmente significativos,
y dentro de estos gastos se incluyen, por ejemplo,
la impresión y distribución de
publicidad (folletos) que se envía a nuestros
hogares, o que recibimos de repartidores en la
calle o en centros comerciales. Sin embargo,
es por todos sabido (porque, de hecho, muchos
lo hemos vivido alguna vez) que casi siempre
este tipo de publicidad, en cuanto la recibimos,
se va directo al bote de la basura, ya que en
realidad su contenido no nos interesa, y todo
este proceso trae como consecuencia el desperdicio
de muchos recursos que se podrían utilizar
en forma más provechosa en otro tipo de
actividades o tareas que ayuden más a
la población, como en la inversión
en centros de ayuda social o construcción
de escuelas a todos los niveles, algo que por
décadas ha sido sumamente necesario en
México.
Por otro lado,
el hecho de que la sociedad haya dejado que la
publicidad ocupe un lugar importante en las vidas
de muchas personas, ha provocado (sobre todo
en México y otros países fuera
de los Estados Unidos de Norteamérica)
que el fenómeno del consumismo se haya
acentuado en forma significativa en los últimos
años. Cuando las personas se dejan llevar
por lo que la publicidad (o por lo menos una
muy buena parte de ésta) les dicta en
cuanto a formas de actuar, vestir, comprar, etc.,
sin realmente reflexionar cuál es la verdadera
necesidad que se tiene de cierto producto o servicio,
es mucho más fácil que se caiga
en el error de comprar por comprar. El verdadero
problema de esto viene por el hecho de que mientras
más consumismo se fomente en la sociedad
(entiéndase con esto el hecho de comprar
por comprar, mas no comprar porque realmente
se necesita dicho producto o servicio), trae
como consecuencia el generar un consumo muy fuerte
de diversos recursos naturales de nuestro entorno.
Quizás esta situación no hubiera
sido tan problemática hace dos o tres
siglos; sin embargo, lo que hace a esta tendencia
del consumismo un problema serio es el hecho
de que actualmente la población mundial
está por encima de los seis mil millones
(6,000,000,000) de personas, además de
que en algunas zonas del mundo hay densidades
de población muy altas (de las cuales,
la misma Ciudad de México es un excelente
ejemplo, concentrando prácticamente un
quinto de la población del país).
Esto trae como consecuencia desequilibrios ecológicos
importantes, y en ocasiones, daños irreversibles
a la naturaleza.
¿Existe
alguna solución para este problema?...
Existen muchos estudios que diversas organizaciones
han realizado para determinar el estado actual
del mundo en cuanto a sus recursos naturales
y su disponibilidad. Casi todos estos estudios
confirman el hecho de que si el hombre continua
haciendo uso de los diversos recursos naturales
con los que cuenta en el planeta al ritmo al
que lo ha hecho en los últimos años,
entonces para finales de este siglo habremos
agotado las reservas existentes de diversos recursos,
entre ellos el petróleo, del cual depende
la economía mundial.
¿Qué
guía nos da la filosofía sobre
lo que tenemos que hacer en el futuro?... En
este sentido creo que debemos re-pensar, re-definir
y re-diseñar nuestro actuar en el mundo
como especie humana. Hemos estado acostumbrados
a dar por sentado que podemos hacer uso de los
recursos naturales sin límite, y sin mayor
compromiso con el planeta, e inclusive, con las
generaciones futuras de la propia especie humana.
Sin embargo, es un hecho que en general no nos
hemos puesto a pensar en el futuro. En las universidades
o en la misma sociedad nos enseñan y nos
dan diversas herramientas que nos ayudan a sobrevivir
en el presente con miras al futuro, aunque, por
lo general, a un futuro a corto plazo; muy pocas
personas nos ha enseñado o puesto el énfasis
suficiente en que el futuro a largo plazo para
la especie humana es de vital importancia, quizás
todavía mucho más importante que
el asegurar la supervivencia de la presente generación,
ya que atrás de nosotros vienen también
nuestros hijos y nuestros nietos (además
de los hijos de ellos…). En este sentido,
Hans Jonas hace una propuesta bastante interesante
en cuanto al nuevo enfoque que debe adoptar la
ética de la especie humana. Él
aporta la idea de que ahora la ética debe
girar en torno al sentido de responsabilidad
que debe tener el hombre, no tanto con él
mismo o su generación, sino también
y al mismo tiempo con las generaciones venideras.
Esto adquiere mayor importancia debido a los
avances tecnológicos que el mismo hombre
ha logrado, sobre todo en las últimas
décadas, donde las consecuencias de dichos
avances, para bien o para mal, alcanzan horizontes
de tiempo cada vez más integrados en el
futuro a largo plazo. Ejemplos de esto se pueden
ver en los avances logrados en medicina, biología,
electrónica y otras áreas del conocimiento
en donde muchas veces las consecuencias últimas
de dichos avances no están claras del
todo para el hombre mismo.
Jonas hace hincapié
en que las teorías éticas habidas
hasta ahora (utilitarismo, ética de Kant,
entre otras) no son completamente aplicables
bajo este nuevo escenario, ya que sus supuestos
ya no son vigentes hoy en día, principalmente
el hecho de que la naturaleza o condición
del hombre ya no puede considerarse como algo
que no cambia con el tiempo (principalmente por
los avances tecnológicos logrados hasta
ahora).
Sin embargo,
creo que lo importante aquí es el hecho
de que, aunque desde el punto de vista ético
debemos de pensar en términos de la responsabilidad
que tenemos tanto para con la presente generación
como para con las generaciones futuras, también
no podemos escaparnos, ni ahora ni en el futuro
a largo plazo, de tener que tomar decisiones,
buscando el beneficio genuino de todos, y actuando
por deber. Lo que pienso que se debe hacer es
el incorporar el futuro a largo plazo como una
variable más a considerar en nuestro actuar
ético, y esto es algo que se debe fomentar
en la educación que se imparte a las personas,
tanto familiar como en las escuelas a todos los
niveles.
Lo que implica
todo esto es que, ahora más que nunca,
cada uno de nosotros es responsable de la conservación
de los diversos ecosistemas del planeta y de
sus recursos naturales. Lo que trae como consecuencia
de que, con relación al fenómeno
del consumismo, debemos de reflexionar a conciencia
como consumidores acerca de cuáles son
las verdaderas necesidades que necesitamos cubrir
a lo largo de nuestras vidas… ya no se
trata tanto de satisfacer egos personales, ir
de acuerdo con modas temporales, o tener lo último
en electrónica. Lo importante ahora es
realizar nuestro consumo en términos del
desarrollo sostenible, pero la finalidad de esto
es no hacer que nuestro propio desarrollo sea
sostenible, sino además de cuidar que
el desarrollo también sea sostenible para
las generaciones futuras, y no continuar acabándonos
el planeta a bocanadas, ya que, a final de cuentas,
lo que podría estar en juego es la propia
especie humana.
En definitiva,
pienso que al llevar a cabo esto en forma masiva,
significaría darle el “tiro de gracia”
al consumismo como lo conocemos en nuestros días.
Lo que también implicaría esto
es que la finalidad real de la publicidad también
daría un giro, sobre todo en el sentido
de realmente aportar a la sociedad información
útil de los productos y servicios al consumidor,
y ya dejar de fomentar el mensaje de “compra
tal producto o servicio porque así mejorará
tu estatus social, tu ego personal o estarás
a la moda”, porque la sociedad estará
mucho más consciente (y quizás
hasta temerosa) de que hay que cuidar al planeta
del cual dependen.
Referencias:
Jonas, H. (1995).
El principio de responsabilidad. Ensayo de
una ética para la civilización
tecnológica. Barcelona: Herder.
Mtra. Carlos
Rafael Palmeros Avalos
Profesor
del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones
Internacionales del Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México,
México. |