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Por Gerardo Blas
Número
46
América
Latina se encuentra actualmente en disyuntiva
y en un mar de posibilidades... y riesgos. Estas
afirmaciones, que pudieran parecer ociosas, vienen
a cuento porque al menos desde la década
de 1990 hemos asistido a lo que se llamó
el fin de la historia, o, dicho de otra manera,
al triunfo definitivo de las democracias liberales
y de las economías de libre mercado en
el mundo. Si bien este triunfo no radicaba en
la expansión real de estos modelos en
todos los países del planeta, al menos
implicaba el reconocimiento de que no existían
otras maneras de alcanzar el desarrollo y el
máximo bienestar en las sociedades de
fin de siglo XX. Y así llegamos al siglo
XXI, sin alternativas de peso, realistas ni viables
por parte de lo que se había considerado
la izquierda, tanto a nivel general, como la
izquierda latinoamericana en particular. Y sin
embargo, hoy estamos ante planteamientos que
critican de manera abierta y contundente a esos
modelos liberales de política y economía.
En el aspecto
político, cada vez se cuestiona más
el fondo y la forma de nuestras democracias:
la falta de eficiencia de las élites políticas
latinoamericanas, la mezquindad de los partidos
y la clase política, la corrupción
que parece ser inherente a nuestros gobiernos,
la falta de mecanismos para garantizar una amplia
participación de los organismos ciudadanos,
el crimen en ascenso, la falta de seguridad,
la aparente derrota del Estado frente al crimen
organizado, las guerrillas, las presiones de
los grandes capitales.
Y todo esto
sumado, y quizá propiciado por los fenómenos
antedichos, a una gran falta de legitimidad de
los gobiernos. No basta llegar al poder por medio
de elecciones democráticas, pues este
simple mecanismo electoral no ha dotado a nuestros
gobiernos de legitimidad suficiente para actuar
con energía e integridad frente a los
agentes que lo cuestionan y fracturan sus cimientos.
En el aspecto
económico son también cada vez
más numerosas las voces influyentes que
abogan por un cambio de modelo. El neoliberalismo
no ha traído el desarrollo generalizado
que se esperaba, el ingreso se sigue concentrando
en los países ricos y, al interior de
cada país, en las capas altas de la población.
Los países ricos no son tan liberales
como exigen ser a los países pobres o
en desarrollo; a éstos les piden una apertura
sin trabas, pero ellos continúan protegiendo
a sus agricultores, negando la entrada a los
transportistas, o negando la posibilidad de que
ciertos capitales entren a comprar empresas a
sus países. Esta forma dispareja de operar
ha hecho que se desconfíe de estas recetas
dictadas desde las alturas por el Banco Mundial
o el Fondo Monetario Internacional.
En la política
internacional, por agregar un elemento más
al cuestionamiento de los paradigmas imperantes,
es evidente la falla de los organismos globales
o, más modestamente, de los mecanismos
multilaterales. El fin del siglo trajo la preponderancia
indiscutible de la hiperpotencia americana: los
Estados Unidos de América, frente a la
cual no han podido operar de manera eficaz ninguno
de los organismos o mecanismos aludidos.
¿Y en
qué sitio se encuentra América
Latina a este respecto? A finales del siglo XX
parecía indiscutible el tránsito
de los países latinoamericanos hacia la
democracia liberal y hacia modelos de economía
abierta o de libre mercado. Los principales países
de la región y muchos otros se apuntaron
al cumplimiento de las recetas neoliberales para
terminar con el atraso. Pero los tropiezos fueron
múltiples, y para muestra no hay más
que recordar las crisis de México, de
Brasil, de Argentina, justo después de
haber recurrido a políticas de ajuste
y disciplina neoliberal que, al menos en un periodo
inicial, obtuvieron buenos resultados pero que
no mostraron su fortaleza en los momentos críticos.
En la actualidad
América Latina se está moviendo.
Sólo que no sabemos si lo está
haciendo en la dirección correcta. A mediados
de este año 2005 son varios los gobiernos
electos democráticamente que cuestionan
el actual estado de cosas. Ya no desean ser dóciles
seguidores de las recetas neoliberales. Y ahí
tenemos en Argentina, Uruguay, Brasil y Venezuela
a gobiernos que se autodefinen como de izquierda,
si bien no queda del todo claro qué los
identifica y qué los diferencia. Pues
en ellos se sitúan gobiernos, como los
de los tres primeros países anotados,
que intentan crear, o al menos no obstaculizan
de manera frontal, mecanismos de amplia participación
ciudadana, y gobiernos que apuntan a convertirse
en autoritarios y represores, como el de Hugo
Chávez en Venezuela. Y aquí cabría
citar también el caso específico,
ya histórico, de la Cuba de Fidel Castro
con su régimen socialista de partido único,
con todas sus implicaciones políticas,
económicas y sociales. Es sabido que la
oposición a la hegemonía avasalladora
de los Estados Unidos ha sido uno de los pilares
históricos de la izquierda en Latinoamérica,
por lo que se justifica la inclusión de
estos dos regímenes dentro de la izquierda,
a pesar de que ambos reprobarían un examen
crítico desde la perspectiva de los derechos
humanos, de las libertades políticas o
del respeto a las minorías, banderas todas
éstas de la izquierda latinoamericana
actual.
Hasta dónde
puede llegar este resurgimiento de los gobiernos
de izquierda es algo que está por verse,
y a este respecto no debe olvidarse que en México
el virtual candidato de izquierda, Andrés
Manuel López Obrador, es el que tiene
la mayor preferencia electoral según las
encuestas realizadas a la fecha. En caso de que
este personaje ganara la presidencia de México
el próximo año haría que
las tres principales economías de América
Latina se situaran en la lista de los que quieren
cambiar algunos aspectos de la actual organización
política y económica.
Existen otros
intentos de afianzar la unidad latinoamericana
sin pasar por la supervisión estadounidense.
Uno de ellos es la consolidación del Mercosur
que, con su ampliación, apuntaría
hacia la creación de un mercado común
latinoamericano, liderado por Brasil y Argentina.
Hay que recordar
también que los países de América
del Sur han iniciado ya desde diciembre de 2004
la construcción de una Comunidad Sudamericana
de Naciones que pretende, más tarde o
más temprano, tener una moneda única,
un solo pasaporte y un parlamento. Más
recientemente, en mayo de este año, se
realizó la Cumbre de la Comunidad Sudamericana
de Naciones y la Liga Árabe, esfuerzo
que se percibe como un intento de reforzar la
cooperación Sur-Sur, con iniciativas de
carácter económico y diplomático
muy interesantes, por el carácter inédito
de este encuentro.
Otro intento
pasa por la reforma de la ONU, reestructurando
el arreglo de este organismo que más bien
es un resabio del fin de la segunda guerra mundial,
que da gran peso a las potencias vencedoras de
entonces, lo que en realidad dota de un gran
poder de decisión (con su derecho de veto)
a Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra
y China. La reestructuración implicaría
hacer de la ONU una organización más
democrática, en donde los países
de América Latina pudieran tener un papel
más relevante o incluso dando a un país
de la región un asiento permanente en
el Consejo de Seguridad. Por último, cabe
mencionar la iniciativa comunicativa de Telesur,
la cual se plantea como un intento de buscar
“un nuevo orden comunicativo internacional
en medio de una avanzada global privatizadora
neoliberal que amenaza con aniquilar nuestras
culturas y civilizaciones... en contra del imperialismo
cultural”, como ha dicho recientemente
su presidente. Sin embargo, las sospechas de
que esta emisora, con sede en Venezuela, sea
controlada por el gobierno de Hugo Chávez,
que aporta el 51% del capital, hace que se mire
con reservas esta iniciativa, la cual busca brindar
una mirada latinoamericana al mundo al mismo
tiempo que constituirse en un instrumento de
integración de los países de la
región. Este canal está apoyado
también con aportaciones gubernamentales
de Argentina, Cuba y Uruguay.
Las críticas
y los cuestionamientos de estas iniciativas latinoamericanas
son de distinto signo. Pueden ir desde su viabilidad
o rentabilidad hasta las personas y gobiernos
que los están liderando. Ya iremos comentando
estos aspectos. Sirva lo hasta aquí escrito
para invitar al análisis y a la reflexión.
Mtro.
Gerardo Blas Segura
Historiador.
Profesor del Departamento de Estudios Sociales
y Relaciones Internacionales del Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México,
México. |