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Por Martha García
y Alejandro Díaz
Número
45
Los
últimos hechos de violencia política
e inestabilidad social que culminaron con la
renuncia del presidente Carlos Mesa en Bolivia
no hacen sino prolongar la constante situación
de indefinición política y precariedad
económica en que vive este país
desde hace mucho tiempo. Desde 1952 la nación
andina ha tenido 26 jefes de gobierno que incluyen
exponentes de la extrema derecha hasta populistas
al viejo estilo latinoamericano1,
no obstante y a pesar de ello, las raíces
profundas de las crisis en el país se
han mantenido constantes en el tiempo.
La profunda
desigualdad económica, política
y social a nivel estadísticas la podemos
observar en el Índice de Desarrollo Humano
que da el PNUD en el 2004, quien ubica a Bolivia
en el lugar 114, considerado junto con Haití
y Guatemala como países de menor desarrollo
y pocas posibilidades de llegar a cumplir las
Metas del Milenio. En cuanto a la desigualdad
por ingreso y activos, es la más alta
de la región (mayor al 0.60 Coeficiente
de Gini), incluso se dice que necesitaría
crecer al 6% para neutralizar el efecto de la
desigualdad, obviamente esta situación
junto con la inestabilidad política son
el caldo de cultivo en vastos sectores de la
población que carecen de elementos básicos
de bienestar y que conlleva la permanente inestabilidad
que repercute no solo en los estratos más
bajos de la población.
Desde el siglo
XIX, Bolivia ha transitado por un difícil
camino en su historia, fue primero la Guerra
del Pacífico, le quito su salida al mar
y enclaustró para siempre en los Andes
al país, ya en el siglo XX en la década
de los treinta un sangriento conflicto con el
Paraguay se tradujo en la pérdida de enormes
extensiones de territorio aptos para la agricultura,
en los setenta, el presidente Bánzer formó
parte de las más despiadadas dictaduras
de la región junto a Pinochet en Chile
y Videla en la Argentina, luego Siles Suazo2
quiso resarcir a la población y con medidas
totalmente irresponsables pulverizó el
poder adquisitivo de la mayoría de los
bolivianos. En suma, sus jefes de gobierno van
desde civiles sin una amplia base social hasta
militares que nunca ganaron una guerra exterior
y sólo contribuyeron al incremento del
odio en el país.
En términos
económicos, el país puso en práctica
un experimento estabilizador que comenzó
en 1985 luego del estrepitoso fracaso populista
del presidente Siles Suazo2,
las nuevas medidas económicas se adelantaron
a la puesta en marcha del Consenso de Washington
que posteriormente se aplicarían en casi
toda la región, sin embargo, la carencia
de medidas efectivas de distribución del
ingreso sólo estabilizaba la economía
pero el moderado crecimiento no propiciaba ninguna
esperanza de desarrollo, la apertura indiscriminada
de la economía pulverizó a la débil
estructura productiva de la nación, en
consecuencia se presentaba un país en
donde en el mercado se podían ver productos
mundiales pero los salarios eran muy bolivianos.
La histórica
marginación de la población indígena
que constituye la mayoría en el país
siempre está presente en las reivindicaciones
de los movimientos sociales de Bolivia. La nación
aymará y quechua que habitan el altiplano
son mayoría frente a las zonas bajas de
menor densidad poblacional pero de mayor riqueza
económica y con recursos que hoy son eje
de la disputa nacional, por ejemplo, el departamento
de Santa Cruz resulta ser el más importante
del país en términos de su aportación
económica e irónicamente ha propuesto
realizar un referéndum sobre su autonomía
respecto a la capital.
Pero el resentimiento
de la población indígena, no es
exclusivo de Bolivia3,
en la región latinoamericana México
y Guatemala también tienen las mayores
poblaciones de indígenas. No obstante,
si bien es cierto que en México existe
el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional,
su postura es distinta a la que podemos observar
en la comunidad indígena de Guatemala
y dista mucho de los movimientos globales de
Bolivia encabezados por Evo Morales.
Los riesgos
que conllevan los movimientos indígenas
(económicos o por reivindicación)
son muchos y profundos, incluso la Agencia Central
de Inteligencia4
señala como peligro potencial en la región
el incremento de un indigenismo militante asociado
a un creciente antiamericanismo.
Los principales
actores de la reciente crisis en Bolivia son
de todos los colores políticos, tenemos
en primer lugar a Evo Morales, activo dirigente
de los cocaleros de la región del Chaparé,
ex candidato presidencial que estuvo muy cerca
de ganar la presidencia el año 2002, de
formación académica a nivel de
estudios secundarios, dirige el movimiento al
socialismo (MAS) e ideológicamente muy
cercano al nacionalismo de Chávez en Venezuela.
Su discurso comienza y parece que termina en
“acabar con el neoliberalismo”, busca
la nacionalización de los hidrocarburos
y se opone a la conformación del ALCA.
También
se encuentra Felipe Quispe, dirigente aymara
, ideológicamente se ubica a la izquierda
de Morales a quien acusa de “vendido por
votos”, su discurso es más racista
y más violento, quizás la explicación
se pueda encontrar en su pasado guerrillero y
su paso por las difíciles cárceles
en Bolivia, entiende el futuro de Bolivia proponiendo
un retorno a su pasado, hasta pide el cambio
de nombre de país por el originario Qoyasullo.
Por el lado
de centro y derecha podemos ubicar a Carlos Mesa
y a la clase dirigente del departamento de Santa
Cruz, los más occidentales aunque se ubiquen
en la región oriente del país,
los más conectados al mundo globalizado
actual, los que realizan los exiguos negocios
con el exterior de esta nación (2 mil
millones de dólares, es decir lo que México
vende en cuatro o cinco días al año).
También
ubicamos un vasto espectro social, situado en
comunidades, municipios, regiones, es de resaltar
el caso del municipio El Alto5,
situado muy cerca de La Paz y que ha sido eje
fundamental de las sucesivas “guerras”,
primero fue la del agua contra las multinacionales
francesas, luego la del gas y su venta por puertos
chilenos y ahora la de los hidrocarburos.
Como señala
Luis Verdesoto6,
en este país es una constante el desborde
de la sociedad civil sobre el orden estatal y
político, es el país de las soluciones
a corto plazo, porque no puede existir un tiempo
mayor ante tantas demandas de la población.
Al igual que
el resto de la región latinoamericana,
Bolivia es un país de contrastes, situado
en el corazón del continente, sus latidos
hoy nos señalan que el país nuevamente
se puso de pie, camina, luego retrocede y así
sucesivamente, es cuestión de tiempo para
saber que Bolivia se movió pero no avanzó
se quedó en el círculo que parece
ser su destino.
Notas:
1
Incluimos los regímenes, las dictaduras
sanguinarias, otras aliadas del narcotráfico,
presidentes de izquierda apoyando medidas de
la derecha, en fin, ningún país
de América Latina presenta esta gestión
de gobierno.
2 Durante su
gestión se llegó a tener una hiperinflación
anual de 50 mil por ciento.
3 En Ecuador,
el movimiento indígena también
depuso a un presidente y contribuyó a
la victoria electoral de Gutierrez, en Perú,
un movimiento situado en el corazón de
los Andes en el año 2004 puso en jaque
a las fuerzas armadas de dicho país.
4 Ver, reporte
: Tendencias mundiales , oficina de inteligencia
de los Estados Unidos
5 Municipio
en el que se dio una sangrienta revuelta social
que concluyó con la renuncia del presidente
Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de
2003.
6 Luis Verdesoto,
¿ Hacia dónde va Bolivia?, Nueva
Sociedad, mayo junio 2004, pg 38-49.
Mtra. Martha
García Damián
Profesora
del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones
Internacionales del Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México,
México.
Mtro. Alejandro Díaz
Economista,
profesor del Tecnológico
de Monterrey, Campus Toluca, Estado de
México, México. |