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Por Marina González
Número 42
Inicio de un maridaje
En las últimas
décadas ha crecido notablemente el interés por la
reflexión ética en el campo de la economía
y, específicamente, el de la empresa. Sin embargo, las opiniones
sobre este fenómeno se polarizan radicalmente: Por una parte
tenemos a los amantes del holocausto que aseguran que vivimos en
una crisis absoluta de valores, que la empresa se ha vuelto inhumana
–prueba de ello es el creciente índice de desempleo
mundial– y que es urgente devolver a ésta los valores
humanos que ha perdido. Por el otro lado, tenemos a los escépticos
que afirman que la ética no tiene nada que ver con la economía,
que los fines de la empresa son exclusivamente económicos
y que sus mecanismos se regulan solos, independientemente de los
intereses de las personas.
Hoy en día la inclusión
de temas éticos en las congresos, conferencias, diplomados,
etc. es un hecho común del que nadie podría objetar
su relevancia. Sin embargo conviene pensar en el origen y trascendencia
que la reflexión ética está teniendo en todos
estos ámbitos. Dos son los senderos que ha recorrido la reflexión
ética a lo largo de la historia. Por un lado la preocupación
por el cumplimiento de la ley, por el establecimiento de un estado
de derecho que permita la obtención de los bienes personales,
llamada ética de mínimos o ética cívica.
Y, por otro lado, la preocupación por los valores como fines
o realizaciones personales, llamada ética de máximos.
Aunque eventualmente estos dos ámbitos de la ética
se han visto como posiciones opuestas irreconciliables, hoy en día
se apuesta por la posibilidad de producir espacios en pleno estado
de derecho que permitan el desarrollo de valores particulares personales
y públicos. Esta preocupación se realiza en distintos
ámbitos de la sociedad: en lo político, en lo económico,
en lo social. Sin embargo, en el ámbito económico
es en donde mayor fuerza ha cobrado a través de la idea de
empresa socialmente responsable. Si bien no faltan los escépticos
que consideran que no hay ninguna interés genuino en el ámbito
empresarial para ser ético y que esto es solo un maquillaje;
hay otro grupo de intelectuales que considera que aunque el acercamiento
del ámbito económico a la ética sólo
parta de un interés mercadotécnico, éste debe
ser aprovechado como plataforma para nuevas condiciones más
humanas de convivencia. Finalmente, analizaremos cuáles son
las nuevas posibilidades que está propiciando el matrimonio
“mal avenido” pero indisoluble entre la economía
y la ética y qué nuevas condiciones de convivencia
está propiciando.
¿Qué es el
dicurso ético?
Si partimos de la idea de que la filosofía es siempre egofilosofía:
esto es, que cualquier cuestionamiento de la filosofía desde
cualquier escuela que se quiera, es un cuestionamiento que parte
del ser humano y cuyo fin es él mismo: Entonces, la ética,
el discurso ético, es un discurso ordenador como trabajo
de construcción de sí y como de toma de posición
como individuo.
Cabe agregar que el discurso ético
es siempre en proceso de reconfiguración. Si anteriormente
el discurso ético se caracterizaba por ser un discurso del
deber, de la deuda y del castigo, tal como lo atestiguan los discurso
teológicos y deontológico en la historia del pensamiento;
hoy en día, el discurso ético se caracteriza por la
preponderancia de los ideales individualistas de felicidad inmediata,
alejados notablemente de la idea de deuda, abnegación y sacrificio
por el otro. Lo que el famoso sociólogo francés Gilles
Lipovetsky llamó con razón: ética indolora.
Actualmente, mucho se oye la idea
del retorno de la filosofía, de la vuelta a los valores,
pero en realidad esto es falso, se trata en todo caso de la panacea
de la moralina, de la ética de ESPECTÁCULO, de la
búsqueda de filosofía light que tranquilice
a las malas conciencias flojas de ejercitar una profunda reflexión
sobre las dimensiones más acuciantes y profundas de la realidad
humana. Nuestra época se caracteriza, afirma Lipovetsky,
por una moral sin obligación ni sanción. Una moral
intermitente que se manifiesta en ocasión de grandes aflicciones
humanas. Pero esto tampoco significa la muerte de la moral, por
el contrario, nos encontramos frente a una moral relativa y plural
que no es lo mismo que nihilismo moral; la misma historia muestra
que los amantes del holocausto se han equivocado más de una
vez y que, por ejemplo, en el caso de la libertad sexual la relatividad
de los valores tiene su límite. Así, el individualismo
actual no corresponde al egoísmo. El nuevo individualismo
corresponde al de un sujeto responsable de sus límites, como
condición sine qua non puede encontrar la realización
de su propia libertad. Individualismo que promulga: “No a
deberes máximos de obligaciones, sí a deberes mínimos
de respeto de libertades”.
Precisamente la democracia liberal
–altamente valorada en nuestros días– implica
el tema de la moral relativa y su concomitante tolerancia, pues
en la democracia liberal no se trata de que todos valoren lo mismo
pues no sería democracia liberal, sino de garantizar los
valores mínimos que procuren el mantenimiento de una sociedad
con diversas opciones de moralidad. Hoy, el éxito de la ética
corresponde a la derrota de los grandes discursos mesiánicos,
al fracaso de las ideologías de progreso e igualdad.
¿Por qué la
empresa acude a a ética?
En las últimas décadas ha trascendido la idea de que
los principios éticos son necesarios para el éxito
económico, esto se debe principalmente a 4 factores que son
hechos innegables en la racionalidad económica:
1. El desarrollo tecnológico
ha evidenciado los límites de la Naturaleza y de la misma
condición humana: Desastres nucleares, manipulación
de la vida humana, manipulación genética de la producción
de alimentos, contaminación ambiental, son sólo algunos
ejemplos. Los desastres tecnológicos han llevado al surgimiento
de dos sentimiento fundamentales y omnipresente: el miedo y el deseo
de protección en una era en la que este mismo poder tecnológico
se antoja como ilimitado.
2. El modelo económico capitalista
se ha tornado en un nuevo orden financiero con escándalos
bursátiles que son “autogoles” para las mismas
firmas, situación evidentemente no rentable para la economía.
Así, ha surgido la necesidad de propiciar éticas deontológicas
que funcionen como camisas de fuerza para prevenir el curso de acontecimientos
no deseables, éticas normativas contrarias a la misma lógica
del capital, pues el fundamento de éste es la libre circulación.
Poner límites al capitalismo sale de su propia lógica,
sin embargo, nuevamente se presenta la ética como un discurso
autorregulador, ordenador y creador de identidad y de continuidad.
3. El nuevo marketing ético.
La empresa ya no solo vende un servicio específico, agregado
a éste, vende identidad ética a un nuevo sector de
mercado, en dos ámbitos principales: Publicidad
como empresa filantrópica; y productos verdes o
mercados verdes. Ambos aspectos como valor de marca que agrega a
su producto. Así, la sociedad individualista se mira a sí
misma como Narciso atrapado ante su propia imagen, es decir, solicita
a la empresa lo que ella misma necesita: una imagen ética.
4. La revalorización del
trabajo como condición sine qua non se logra acelerar la
productividad de la firma. Revalorización que apunta a otorgar
identidad al trabajador motivado para ser más productivo.
“En el año 2000, un estudio de 200 ejecutivos de 158
grandes empresas internacionales demostró que un número
creciente de compañías multinacionales realizan grandes
reducciones de costos e incrementan su desempeño después
de implantar nuevas formas de trabajar que estimulan a los trabajadores
a crear y compartir sus conocimientos. Así, por ejemplo,
BP Amoco y Ford Motor Company han ahorrado cada una más de
600 millones de dólares gracias a sus programas de administración
del conocimiento.” <http://www.cemefi.org/index.cfm?page=RSE_QUE_ES>
Cabe acentuar que cada una de estas
variables causales se dan de facto por lo que es una ingenuidad
pensar que la ética de los negocios no es una moral interesada.
A ello apunta Lipovetsky:
En los negocios, la ética
no constituye una práctica desinteresada, sino una inversión
estratégica y comunicacional al servicio de la imagen de
marca y del crecimiento de la empresa a mercados a largo plazo
(Lipovetsky, 2003: 71).
La ética de los negocios
es un maquillaje utilitarista funcional para la empresa, pero es
un maquillaje que hay que utilizar y de los ciudadanos consumidores
depende esa utilización. Precisamente, en esta racionalidad
económica, nos encontramos con la creación del llamado
Sello Ético que ya cotiza en las bolsas internacionales como
Fondos de Inversión Éticos.
¿En qué consisten
el sello ético de Empresa Socialmente Responsable y los Fondos
de Inversión Éticos?
Este Sello Ético
se adjudica a la empresa que ha asumido explícitamente su
responsabilidad social como "La conciencia del compromiso y
la acción de mejora continua medida y consistente, que hace
posible a la empresa ser más competitiva, cumpliendo con
las expectativas de todos sus participantes en particular y de la
sociedad en lo general, respetando la dignidad de la persona, las
comunidades en que opera y su entorno". <http://www.cemefi.org/index.cfm?page=RSE_QUE_ES>
La responsabilidad social empresarial
se comprende y se ejerce de acuerdo a cuatro líneas estratégicas:
- Ética empresarial
- Calidad de Vida
- Vinculación y compromiso
con la Comunidad y su desarrollo
- Cuidado y Preservación
del Medioambiente
Con sustento en los siguientes
principios:
Explícitamente el Sello Ético
de Empresa Socialmente Responsable
(Sello Ético
en México otorgado por el Centro Mexicano para la filantropía
CEMEFI)
ofrece grandes beneficios a aquellas
que lo obtienen; entre los que se encuentran el mejoramiento de
su desempeño financiero, la reducción de costos operativos
y, sobre todo, la mejora de la imagen de marca y reputación.
Obviamente, cada uno de estos beneficios debidamente documentado
en asociaciones y centros de investigación internacionales
como la Business and Society Review, instituciones como
la Universidad DePaul, la Universidad de Harvard,
el Boston College, por mencionar sólo algunos.
Como se puede observar, este reconocimiento
no niega sus fines empresariales “... sino una inversión
estratégica y comunicacional al servicio de la imagen de
marca y del crecimiento de la empresa a mercados a largo plazo.”
(Lipovetsky, 2003: 71)
Por ser públicamente reconocidas
como socialmente responsables, estas empresas líderes son
frecuentemente citadas en los medios de comunicación y son
recomendadas a los inversionistas que buscan empresas socialmente
responsables, de hecho existen ya Fondos de Inversión específicamente
Éticos compuestos por empresas que han recibido este tipo
de reconocimientos, Fondos de Inversión que prometen tener
un gran crecimiento, al menos en países europeos como Francia
en los que es evidente su promoción. Según un sondeo
realizado en 2001, el 50 % de los gestores europeos de fondos favorecen
a las empresas calificadas como socialmente responsables pues la
ética les ofrece un seguro financiero.
Si el consumidor de bienes y servicios
y también de bonos bursátiles hace ejercicio de su
soberanía como consumidor y dirige sus preferencias a empresas
con Sello Ético garantes de que en ellas no se realizan prácticas
laborales de dominación e injustas, que los materiales utilizados
son de la mejor calidad respetando el medio ambiente, que el servicio
posventa respeta la dignidad de los consumidores, que sus políticas
financieras son confiables, en fin, que son empresas rentables por
ser éticas, entonces podrá sacarle partido al dudoso
coqueteo de la empresa hacia la ética. En esto consiste utilizar
el acercamiento de la empresa a la ética para posibilitar
mejores condiciones de convivencia.
La empresa ¿demonio
o dios?
Hemos constatado el maridaje por el que han transitado la ética
y la empresa; y hemos afirmado que éste se trata de una unión
estratégica. Sin embargo, falta agregar que tal relación
tiene sus límites:
No debemos olvidar que nos encontramos
frente a dos tipos de racionalidad distintas con objetivos, principios
y normas dispares. El fin específico de las instituciones
económicas no es la filantropía, su fin es la generación
de riquezas a través del ofrecimiento de un bien o servicio.
Tampoco la empresa es una sociedad de individuos con las mismas
condiciones dialógicas ni materiales, por tanto, aunque la
empresa acuda a la ética no puede ser democrática
sino autoritaria, no puede perseguir la justicia distributiva o
equidad (en el reparto de cargas y de ventajas), sino la justicia
conmutativa (justicia de los contratos). La empresa no es el demonio
causante de todos los males, ni tampoco es el nuevo dios reivindicatorio,
pues la realidad no es unidimensional ni tampoco unidireccional.
No por ello deja de ser positivo invitarla al diálogo de
las responsabilidades, pero hay que estar conscientes de sus fines
y sus límites.
Asimismo es necesario delimitar
el dominio de la ética como disciplina filosófica.
Ésta, contrariamente a lo que ha promovido la filosofía
light, no es un conjunto de normas o caminos preestablecidos
que lleven al éxito como un recetario determinista, sino
una forma de racionalidad que tiene su aplicación en el ámbito
de la libertad humana. La formulación procedimental de una
organización económica no es el espacio de la ética
que tiene que ver con un compromiso personal. Compromiso personal
que es la toma de decisión de la persona concreta en el momento
presente, y donde no hay criterio absoluto más que el de
la libertad. Se le adjudica a la empresa lo que es decisión
intransferible de la persona, pues para la pregunta “¿qué
debo hacer?” no existe repuesta preconcebida, hay que inventarla
en la incertidumbre. (Cfr. Lipovetsky, 2003: 89)
Sin embargo, sí hay un nivel
en el que la ética de la empresa está obligada incondicionalmente
a acoplarse: el espacio que le da posibilidad de ser y que es el
espacio de la dignidad de la persona. El punto nodal de la realidad
empresarial es la dimensión humana, pues la empresa es una
institución social, es decir, una institución humana.
Nos referimos al respeto a la dignidad de las personas concretado
en la protección a la vida de todos los involucrados (trabajadores,
clientes, sociedad en general), a la seguridad, y al respeto a la
palabra dada. Sin este respeto no puede haber intercambio posible,
minándose el fundamento de la organización. Si bien
establecimos que la empresa no es una institución de beneficencia
poseedora de todas las responsabilidades ni de todas las obligaciones,
no obstante, el cuidado y motivación del factor humano es
una obligación de la empresa inscrita en la ética
absoluta. Se trata, pues, de una ética ubicada en sus límites
propios, pero dentro de ellos su modestia debe ser absoluta. Así,
la ética de los negocios no es otra que la especificación
de la ética del respeto a la dignidad de las personas.
Finalmente, si bien afirmamos que
el “retorno a la ética corresponde a la derrota de
las ideologías mesiánicas, al fracaso de las grandes
representaciones del progreso y de la historia”; en el ámbito
de los negocios; los principios éticos básicos no
pueden ser el retorno de la filosofía como recetario de la
felicidad, como filosofía tranquilizante, menú de
un sitio llamado:
@-tica.com*
*Valores_éticos_a_la_carta
Referencias:
Lipovetsky,
Gilles. Metamorfosis de la cultura liberal. Ética, medios
de comunicación, empresa. Editorial Anagrama. Barcelona,
2003.
¿Qué es la responsabilidad social empresarial?. Centro
mexicano para la filantropía A. C. Consultado en línea
el 24 de noviembre de 2004 en
<http://www.cemefi.org/index.cfm?page=RSE_QUE_ES>
Mtra.
Marina González Martínez
Profesora del departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales
del ITESM Campus Estado de México,
México. |