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Abril 2003

 

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Carlos Bonilla

Lo que falla al Primer Mandatario en Relaciones Públicas

 
Por Carlos Bonilla Gutiérrez
Número 32

Una queja constante del presidente Fox es que los medios de comunicación colectiva no reflejan lo profundo de la información, sino que ponen más atención a lo anecdótico. Este hecho incide en la percepción que la opinión pública tiene acerca de la gestión gubernamental. Por ello vale la pena analizarlo desde el punto de vista de las relaciones públicas.

No le falta razón a Fox en tal afirmación, porque lo noticioso no es necesariamente lo más importante. La información que ocupan los titulares de los diarios o los teasers de los noticieros de radio y televisión -lo que en la jerga periodística se conoce como la nota-, se determina con base en su peso periodístico. Este criterio obedece a los llamados valores noticiosos. Uno de ellos es la novedad. Un acontecimiento tiene peso informartivo cuando sale de lo común, de lo que ocurre cotidianamente. Dicen que no es noticia que un perro muerda a un niño; lo es que un niño muerda a un perro. En esta lógica, no es noticia que el Presidente de México acuda a una cena de gala con los reyes de España, pero sí el que lo haga calzando botas. Tampoco es noticia que durante una gira el Presidente de la República se acerque a conversar con la gente del pueblo; pero sí que en esa conversación diga a una analfabeta que va a ser más feliz porque no tiene la posibilidad de leer los periódicos.

Cuando el presidente de la República pronuncia en una gira de trabajo un discurso con información trascendente, tiene altas probabilidades de que el contenido del mismo sea la nota más destacada del día, porque con base en otro de los valores noticiosos, la trascendencia, los medios la destacarían. Sin embargo, cuando en la misma gira el presidente da rienda suelta a su incontinencia verbal y cae en las chocarrerías o en los espectaculares tropezones a que nos tiene acostumbrados, él mismo canibaliza el interés de los medios y hace que éstos se interesen más por lo anecdótico, que invariablemente competirá con lo trascendente.

Otra muestra de la ligereza con la que se expresa el presidente fue su alusión a la pareja presidencial, término que usó cuando se defendió de quienes criticaban su gestión y la intromisión de su esposa en asuntos del gobierno.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, documento rector de la vida institucional de nuestro país, menciona que el depositario del Poder Ejecutivo de la nación es el Presidente de la República, no una "pareja presidencial". Esto no es cuestión de estilos de gobernar, ideologías o interpretación de las leyes. La Presidencia de la República es una institución, una persona moral a la que da vida quien resulta electo en las urnas. El hecho de que la Presidencia de la República esté en manos de una persona, llámese Luis Echeverría, Ernesto Zedillo o Vicente Fox, es circunstancial. Quien encabeza el poder ejecutivo de la nación es un individuo -o individua, como diría el actual presidente- que fue electo para ello. En el momento en que toma protesta ante el Congreso de la Unión, adquiere una investidura que -le guste o no- le acompañará en todos los actos públicos de su mandato.

Ante tal circunstancia, todo lo que haga o diga la persona investida como Presidente de la República, lo hará o dirá en nombre de la institución que representa. Dicho en otra forma, aquello que salga de la boca de Vicente Fox durante su mandato, en cualquier acto público, será la palabra del Primer Mandatario de la Nación y no la de un ranchero enamorado.

De ahí la trascendencia de sus palabras y el hecho de que los medios de comunicación colectiva destaquen cualquier desliz de Vicente Fox, porque lo es del Jefe del Ejecutivo, del Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, del Primer Mandatario de la Nación y de tantos nombres como reciba el cargo de Jefe de la Nación.

En este contexto, el Presidente de la República no puede decir que comparte sus decisiones de gobierno con otra persona que para la Carta Magna no existe. No se trata de misoginia ni de antipatía por la señora Martha, sino de apego al mandato constitucional.

El verdadero problema de Vicente Fox es que no comprende la diferencia entre los conceptos de persona física y persona moral. Tal vez a Vicente -como lo llaman ahora muchos de los que en actos públicos se dirigen en forma irreverente al Presidente de la República- se le puede perdonar que calce en forma inapropiada en una cena de gala; que en broma considere feliz a una persona por no enterarse de las malas noticias que difunden los diarios; o que confiese en público no leer los periódicos para no enojarse; pero no al Presidente de la República, quien es el representante de todos los mexicanos.

Las relaciones públicas tienen lugar entre personas morales. Los vectores de la interacción son personas físicas investidas con roles. Esto es, son la interacción entre personas físicas que representan y que hablan en nombre de personas morales.

Las relaciones públicas de la institución presidencial no mejorarán mientras Vicente Fox no comprenda que todas sus declaraciones públicas han tenido, tienen y tendrán el peso del dicho del Presidente de la República.

Vicente Fox, en lo personal, puede compartir con su esposa -o con quien considere conveniente- las decisiones sobre su futuro, sus inversiones, aficiones o todo lo que tenga que ver con su vida personal, pero el Presidente de la República no puede afirmar públicamente que comparte las decisiones de gobierno con otra persona cuyo rol no está formalmente considerado en la Carta Magna, sea ésta mujer u hombre, analfabeta o erudita, esposa o pariente lejano.

Para bien o para mal, los electores votaron hace tres años para ser gobernados por Vicente Fox, no por la señora Martha, ni por la pareja presidencial.


Lic. Carlos Bonilla Gutiérrez
Director General de AB Comunicación, empresa de consultoría estratégica y servicios de relaciones públicas y comunicación organizacional.

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