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Por
Carlos Bonilla Gutiérrez
Número 28
Esta pregunta
fue el título de la ponencia que presentó Ignacio
Marván, destacado investigador del Centro de Investigación
y Docencia Económicas (CIDE), durante el seminario El
Cabildeo en México: Nuevas Formas de Interlocución
Política, que organizó dicha institución.
Vale la pena reflexionar sobre la
pregunta que plantea Marván, ya que hasta hace poco las condiciones
del entorno político en México no hacían necesaria
la práctica del cabildeo como se entiende en nuestros días,
a la luz de la profesionalización de dicha actividad, luego
de que en los Estados Unidos se ha ejercido formalmente durante
casi veinte años.
El cabildeo es la actividad sistemática
que llevan a cabo empresas o instituciones, por medio de terceras
personas, para informar a individuos o instituciones cuyo poder
de decisión o presión pueden afectar sus intereres
o los de la comunidad en la que éstas están inmersas,
con el propósito de persuadirlas para que consideren sus
argumentos o puntos de vista en torno a un asunto controvertido,
y que actúen en consecuencia.
De acuerdo con esta descripción,
pueden identificarse cinco condiciones fundamentales que deben prevalecer
para que pueda darse un proceso de cabildeo: El primero, es que
debe existir un asunto que involucre a las tres instancias de poder
(Ejecutivo, Legislativo y Judicial); el segundo es la participación
de un intermediario o cabildero; el tercero es una actividad
sistemática de recopilación y difusión de información,
para que el conocimiento público de las posturas contribuya
para legitimarlas; el cuarto es la propia existencia de interes
legítimos contrapuestos de dos o más partes; y el
quinto es una sociedad abierta y democrática o en proceso
de democratización.
Si analizamos las anteriores condiciones,
podemos percatarnos de que dos de ellas no se presentaban hasta
hace poco en nuestro país. La primera, desde luego, es la
sociedad en proceso democrático. A lo largo de los años,
las empresas o instituciones que querían influir en las grandes
decisiones, enfocaban sus esfuerzos en forma exclusiva al poder
ejecutivo, por haber sido éste durante mucho tiempo -de facto-
la única instancia de decisión. Influir en los funcionarios
públicos cercanos al Presidente de la República, representaba
una garantía de que ciertos intereses no fueran afectados
por cambios legislativos. La otra condición que no se cumplía
es la existencia de cabilderos profesionales. La labor muy sui géneris
de cabildeo que permitian las condiciones de nuestro entorno político
estaban más ligadas a prácticas como el coyotaje,
el amiguismo o el tráfico de influencias.
A la luz del proceso de aprendizaje
democrático que está padeciendo nuestro país,
la toma decisiones y la implantación de políticas
públicas se ha complicado. Además de que los procesos
de toma de decisiones son cada vez más complejos y se empantanan
porque los legisladores de oposición están engolosinados
con el poder que ahora sí tienen para detener una iniciativa
de ley, hoy por hoy no existen garantías de que se cumplan
los acuerdos, porque en nuestros días la presión de
las organizaciones sociales es cada vez más influyente. A
esto podemos agregar que el poder de decisión está
fragmentado. Ahora hay que convencer por lo menos a dos de las tres
grandes fuerzas políticas nacionales.
Ante este entorno, Marván
opina que actualmente sólo puede hacerse en México
cabildeo informativo, dadas las escasas posibilidades de colaboración
entre los diferentes partidos. De acuerdo con el investigador, el
cabildeo directo a diputados y presidentes de comisiones sólo
puede ser informativo, puesto que no tiene tiene todavía
la posibilidad de entrar en la esfera de las decisiones. En esta
dirección, la estrategia de cabildeo con posibilidades en
México actualmente es el que se haga con los líderes
parlamentarios y con los dirigentes de los partidos políticos.
Para ello no hay que olvidar la importancia de la burocracia partidista
juega un papel importante, pues es la instancia en la que se manejan
las agendas de los partidos.
En conclusión, debemos desarrollar
un cabildeo a la mexicana, capaz de adaptarse a las condiciones
por las que transitoriamente atraviesa el entorno político
mexicano, sin que se caiga en las viejas prácticas. Para
ello es deseable que se reglamente esta actividad, como en los países
desarrollados, y que los cabilderos no se olviden de que no están
en los Estados Unidos, y quieran ejercer esta actividad con el mismo
manualito con el que lo hacen en el Congreso gringo. Debemos aprender
de la experiencia de las relaciones públicas, en la que nos
han querido imponer esquemas diseñados para otras realidades.
Lic.
Carlos Bonilla Gutiérrez
Director General de AB
Comunicación, empresa de consultoría estratégica
y servicios de relaciones públicas y comunicación organizacional.
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