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Septiembre de 2002

 

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Carlos Bonilla

¿Es posible el cabildeo en México?

 
Por Carlos Bonilla Gutiérrez
Número 28

Esta pregunta fue el título de la ponencia que presentó Ignacio Marván, destacado investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), durante el seminario El Cabildeo en México: Nuevas Formas de Interlocución Política, que organizó dicha institución.

Vale la pena reflexionar sobre la pregunta que plantea Marván, ya que hasta hace poco las condiciones del entorno político en México no hacían necesaria la práctica del cabildeo como se entiende en nuestros días, a la luz de la profesionalización de dicha actividad, luego de que en los Estados Unidos se ha ejercido formalmente durante casi veinte años.

El cabildeo es la actividad sistemática que llevan a cabo empresas o instituciones, por medio de terceras personas, para informar a individuos o instituciones cuyo poder de decisión o presión pueden afectar sus intereres o los de la comunidad en la que éstas están inmersas, con el propósito de persuadirlas para que consideren sus argumentos o puntos de vista en torno a un asunto controvertido, y que actúen en consecuencia.

De acuerdo con esta descripción, pueden identificarse cinco condiciones fundamentales que deben prevalecer para que pueda darse un proceso de cabildeo: El primero, es que debe existir un asunto que involucre a las tres instancias de poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial); el segundo es la participación de un intermediario o cabildero; el tercero es una actividad sistemática de recopilación y difusión de información, para que el conocimiento público de las posturas contribuya para legitimarlas; el cuarto es la propia existencia de interes legítimos contrapuestos de dos o más partes; y el quinto es una sociedad abierta y democrática o en proceso de democratización.

Si analizamos las anteriores condiciones, podemos percatarnos de que dos de ellas no se presentaban hasta hace poco en nuestro país. La primera, desde luego, es la sociedad en proceso democrático. A lo largo de los años, las empresas o instituciones que querían influir en las grandes decisiones, enfocaban sus esfuerzos en forma exclusiva al poder ejecutivo, por haber sido éste durante mucho tiempo -de facto- la única instancia de decisión. Influir en los funcionarios públicos cercanos al Presidente de la República, representaba una garantía de que ciertos intereses no fueran afectados por cambios legislativos. La otra condición que no se cumplía es la existencia de cabilderos profesionales. La labor muy sui géneris de cabildeo que permitian las condiciones de nuestro entorno político estaban más ligadas a prácticas como el coyotaje, el amiguismo o el tráfico de influencias.

A la luz del proceso de aprendizaje democrático que está padeciendo nuestro país, la toma decisiones y la implantación de políticas públicas se ha complicado. Además de que los procesos de toma de decisiones son cada vez más complejos y se empantanan porque los legisladores de oposición están engolosinados con el poder que ahora sí tienen para detener una iniciativa de ley, hoy por hoy no existen garantías de que se cumplan los acuerdos, porque en nuestros días la presión de las organizaciones sociales es cada vez más influyente. A esto podemos agregar que el poder de decisión está fragmentado. Ahora hay que convencer por lo menos a dos de las tres grandes fuerzas políticas nacionales.

Ante este entorno, Marván opina que actualmente sólo puede hacerse en México cabildeo informativo, dadas las escasas posibilidades de colaboración entre los diferentes partidos. De acuerdo con el investigador, el cabildeo directo a diputados y presidentes de comisiones sólo puede ser informativo, puesto que no tiene tiene todavía la posibilidad de entrar en la esfera de las decisiones. En esta dirección, la estrategia de cabildeo con posibilidades en México actualmente es el que se haga con los líderes parlamentarios y con los dirigentes de los partidos políticos. Para ello no hay que olvidar la importancia de la burocracia partidista juega un papel importante, pues es la instancia en la que se manejan las agendas de los partidos.

En conclusión, debemos desarrollar un cabildeo a la mexicana, capaz de adaptarse a las condiciones por las que transitoriamente atraviesa el entorno político mexicano, sin que se caiga en las viejas prácticas. Para ello es deseable que se reglamente esta actividad, como en los países desarrollados, y que los cabilderos no se olviden de que no están en los Estados Unidos, y quieran ejercer esta actividad con el mismo manualito con el que lo hacen en el Congreso gringo. Debemos aprender de la experiencia de las relaciones públicas, en la que nos han querido imponer esquemas diseñados para otras realidades.


Lic. Carlos Bonilla Gutiérrez
Director General de AB Comunicación, empresa de consultoría estratégica y servicios de relaciones públicas y comunicación organizacional.

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