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Por Francisco Paniagua
Número
45
Hablar
de comunicación y democracia puede parecer
una redundancia, ya que ambos conceptos son complementarios
e inseparables. Dominique Wolton (1995) considera
que no pueden vivir la una sin la otra1.
La comunicación es inherente a los regímenes
democráticos porque sólo a través
de la primera, puede exigirse el cumplimiento
de los postulados de libertad e igualdad para
todos los ciudadanos. Y es que, para que un elector
puede ejercer su derecho de sufragio con absoluta
libertad, necesita de una reflexión sobre
la información que previamente ha recogido,
sin que ésta previamente haya sido limitada.
Por lo tanto, esta libertad para pronunciarse
sobre aquellas materias sometidas a consulta
popular, constituye el derecho clave de toda
sociedad democrática y se concreta en
el momento del ejercicio del voto, si bien para
ello, el elector necesita contar de antemano
con la información necesaria para expresar
su voluntad.
Así podemos
afirmar que los medios comunicación han
jugado un papel decisivo en el desarrollo del
proceso político desde sus orígenes;
hasta el punto que en los últimos años,
como consecuencia de su rápido desarrollo,
los medios de comunicación se han convertido
en una institución política, llegando
incluso a sustituir el debate en las plazas públicas
y las pequeñas reuniones, como ocurría
en el siglo XVIII, hasta llegar a ser el único
escenario en el cual se debate un consenso político.
La actividad política depende ahora más
que nunca de los medios y sobre todo de la televisión,
tanto que podríamos coincidir con Raúl
Trejo en que, y no sólo en España
o en Iberoamérica, sino en el resto de
las democracias occidentales modernas, se practica
una “política para los medios”2.
En la misma
línea se ubica Ignacio Ramonet, quien
considera que la televisión se ha instaurado
como el ágora central de la política,
que impone la necesidad de adquirir frente a
las cámaras una expresividad completamente
teatral. Así para Ramonet, en comunicación
política existe un antes y un después
de la televisión, porque “los políticos
que no aparecen en pantalla no tienen existencia
real”3.
Así, y ante este panorama, en las últimas
décadas se ha generado un nuevo tipo de
democracia, bastante alejada del parlamentarismo
clásico de esa proximidad entre el gobernante
y el gobernado, en definitiva una actividad política
más alejada del contacto directo con el
elector; y todo ello debido fundamentalmente
a ese papel que están desempeñando
los medios de comunicación, especialmente
la televisión. Es lo que Muñoz
Alonso4 (1999)
ha venido a denominar “democracia mediática”,
por la función que desempeñan los
medios o “democracia espectáculo”,
porque, en realidad, la información política
que transmiten los partidos a través de
los medios son cada vez más similares
al ‘show busines’; o “democracia
de opinión”, en la que el foro de
discusión se ha visto relegado por el
uso y el abuso de los sondeos.
En definitiva,
la política actual, y esto no es nuevo,
ya lo adelantó Max Weber, “se hace
cada vez más de cara al público
y, en consecuencia, utiliza como medio la palabra
hablada y escrita”5,
la única diferencia es que hoy en día
predomina la imagen sobre la palabra, pero lo
que sigue siendo cierto es que “los discursos
que un diputado pronuncia ya no son hoy en modo
alguno confesiones ni mucho menos intento de
convencer a los adversarios. Son, antes bien,
declaraciones oficiales del partido dirigidas
al país desde la ventana”6
de los medios de comunicación.
Estudiar la
evolución de la Comunicación Política
en España obliga a tener en cuenta una
serie de consideraciones previas. En primer lugar,
no se puede dejar pasar por alto la pregunta
que se nos viene a la cabeza de si España
cuenta con suficiente perspectiva histórica,
como para poder hablar de la aparición
y evolución de la Comunicación
Política moderna. En segundo lugar, y
como consecuencia de esta primera interrogante
que surge, tampoco se puede evitar mirar a otros
países, los cuales carecen todavía
de estudios satisfactorios, a pesar de sus experiencias,
incluso con más tiempo de democracia que
en nuestro país. La incorporación
de la Comunicación Política española
a las nuevas tendencias en este campo, nacen,
como destaca Juan Ignacio Rospir (1995) en Comunicación
Política, con una serie de necesidades
que venían impuestas por la transición.
En ese momento político surgieron nuevos
desafíos comunicativos a los que hubo
que hacer frente en un corto plazo. Políticamente
se hablaba de consenso, pero sin embargo el panorama
comunicativo tuvo que ser improvisado, debido
a la nueva situación comunicativa entre
gobernantes y gobernados que surgió en
esos momentos en España; que, al igual
que los casos que hemos visto antes de Alemania
y Gran Bretaña, se basó sobre todo
en la imitación y acomodación del
modelo americano.
Esta campaña
significó algo nuevo para los españoles
(ciudadanos y ciudadanas, periodistas y políticos).
Rospir define estas primeras elecciones democráticas
en España como la llegada de la “democracia
minutada”, dada la obsesión de los
candidatos por aparecer en televisión.
Lo que sí queda claro, es que como afirma
Rospir “desde muy pronto se percibió
que los medios de comunicación eran parte,
y han llegado a serlo muy importante, del proceso
de construcción política y agentes
de cambio político”. Desde estos
momentos los partidos políticos vieron
en la Comunicación Política un
recurso aceptado por la ciudadanía y que
sería un canal idóneo para la difusión
de sus mensajes.
El estilo de
campaña electoral español no es
de creación propia, sino que más
bien es un estilo moderno, que está orientado
y centrado en los medios, y cuyos orígenes
están en adaptaciones e imitaciones de
otros modelos existentes ya en Europa y sobre
todo en Estados Unidos. No cabe duda de que desde
que en 1977 se celebrasen las primeras elecciones
democráticas en España hoy, los
principales elementos que repercuten de manera
directa o indirecta en el proceso de comunicación
en periodo electoral ha sufrido un notable cambio,
debido fundamentalmente a la evolución
de los medios de comunicación y su repercusión
en el proceso democrático como se ha señalado
más arriba.
Hace ahora veintisiete
años que la comunicación política
en España inauguró su actividad
en libertad, al permitir que las diferentes voces
que pretendía ser escuchadas pudieran
disfrutar al menos de ser oídas. Este
momento político llegó tras la
salida de un oscuro túnel de treinta y
ocho años, en el que la comunicación
política se había caracterizado
por el monopolio de un único emisor, que
además condenaba al silencio de los cementerios
a quienes hablasen fuera de lo políticamente
correcto. Este panorama comenzó a cambiar
durante la España franquista, cuando,
tras la muerte del Dictador, y sobre todo ante
la celebración del Referéndum para
la Reforma Política en diciembre de 1976,
se elevó el telón en el estreno
de una obra de teatro con un nuevo escenario
político, inédito para todos los
españoles, al menos para los menores de
sesenta años.
Lo importante
de dicho momento es que, tras muchos años
de silencio, el término democracia se
implanta en nuestro vocabulario sin ser tabú,
y en el caso de la comunicación política,
la principal novedad fue que a partir de entonces,
los emisores políticos ya no disfrutarían
de su presencia exclusiva en los medios de comunicación,
como ocurrió en la etapa anterior, tal
y como queda patente ya en los eslóganes
utilizados para la convocatoria del Referéndum
para la Reforma Política, que invitaban
a este cambio basado en la libertad de expresión
de la ciudadanía:
La Democracia,
un buen motivo para votar sí. La Libertad,
un buen motivo para votar sí. El protagonismo
de un pueblo, un buen motivo para votar sí.
Habla pueblo, habla para que nadie decida por
ti...
Desde el 15
de junio de 1977, cuyo vigésimo séptimo
aniversario se celebró hace tan sólo
poco más de cuatro meses, los mayores
de edad hemos asistido a más de veinticinco
citas con las urnas entre Elecciones Generales,
Referéndum, Autonómicas, Municipales
y Europeas. La situación de fondo descrita
se mantiene, pero sin embargo, el panorama comunicativo
ha sufrido un cambio significativo, debido sobre
todo a la transformación tecnológica
mediática que se ha experimentado en este
tiempo, que a su vez ha facilitado en no pocas
ocasiones que el grado de implicación
del receptor de la información política,
sea frenada o reforzada. Lo importante en este
sentido, no es sólo la recuperación
del derecho de sufragio universal, sino esa necesidad
de la comunicación política, que
se hace imprescindible para que el ciudadano
disponga de una información completa a
la hora de ejercer ese derecho. Y los partidos
políticos no se han quedado ajenos a este
nuevo panorama, y por este motivo se sirven de
los medios de comunicación de masas para
manifestar públicamente las razones y
argumentos que en cada elección justifican
y refuerzan sus medidas. En estos veintisiete
años las posibilidades de los medios han
cambiado de una manera espectacular, y sus aplicaciones
a la política son una realidad: “gran
parte de las batallas electorales tienen lugar
en los nuevos medios”7
Nuevos
emisores
Visto lo visto, el proceso de comunicación
política resulta imprescindible para que
el electorado tenga toda la información
posible a la hora de acudir a su cita electoral.
Este proceso no sólo es insustituible
como señala Herreros Arconada (1998),
sino que además legitima el sistema democrático.
No obstante, a lo largo de la historia de la
democracia, ésta ha funcionado desde sus
inicios en la época de la Gracia clásica,
permaneciendo inalterable el proceso de comunicación
necesario, debido a la necesidad de los aspirantes
de mantener un contacto con el electorado, para
persuadirles con sus mensajes, que a la postre
legitimen su llegada al poder.
En España,
desde las primeras Elecciones Generales de 1977,
el panorama y el carácter de los partidos
políticos ha sufrido un cambio bastante
significativo. De la “sopa de siglas”
existente en el periodo de la transición,
el número de partidos que se presentan
en todas las circunscripciones se ha visto reducido
a la mitad, hasta llegar a la situación
actual, las últimas Elecciones Generales
celebradas en marzo de 2004, en las que las tendencias
al bipartidismo y a los nacionalismos, se ha
visto acentuada, al ostentar dos partidos de
carácter nacional (PSOE y PP) más
del 80 por ciento de los votos; mientras que
ocho partidos nacionalistas hacen los propio
con el 10 por ciento de los votantes. Hasta ese
momento, habían sido cuatro o tres, según
el año, los partidos que habían
copado ese cifra. En 1977 y 1979, fueron cuatro
(UCD, PSOE, PCE y AP) los partidos que obtenían
más del 80 por ciento de los votos, hasta
que con la crisis de UCD en 1982, pasaron a ser
tres las organizaciones que ocupaban la mayor
parte del espectro electoral (PSOE, CP y PCE),
recuperando el centro con el Centro Democrático
y Social (CDS) algo d e protagonismo en las Generales
de 1989. A partir de esos comicios, y coincidiendo
con la crisis y el declive del PSOE, durante
las Elecciones de 1993, 1996 y 2000 PSOE, PP
e IU compartieron ese privilegio, si bien, la
balanza ya se iba declinando hacia los dos primeros
partidos, que sumaban el 79 por ciento de los
votos. Por tanto, podemos afirmar que la tendencia
en este sentido es un acercamiento al bipartidismo.
Al mismo tiempo,
otra tendencia, la de los partidos nacionalistas
se ha ido tejiendo desde las primeras elecciones
de 1977, en las que los partidos nacionalistas
llegaron a sumar más del siete por ciento
de los votos emitidos, manteniendo hasta la actualidad
una evolución ascendente, hasta llegar
en las Elecciones Generales de 2000 al 11 por
ciento, y cuatro años más tarde
mantenerse en el 10 por ciento, lo que justifica
el reparto actual del electorado en el 80 por
ciento entre PSOE y PP a nivel nacional, mientras
que los partidos nacionalistas, especialmente
CIU, PNV y ERC, ostentan el 10 por ciento, quedando
el resto de votos repartidos entre Izquierda
Unida (4,96) y otros partidos. Estos primeros
datos nos ofrecen pruebas palpables de que los
emisores políticos (los partidos) han
cambiado, y no sólo porque hayan cambiado
de nombre o imagen corporativa como lo han hecho
PSOE, PP (AP y CP) o IU por ejemplo, sino también
porque han cambiado sus ofertas, sus planteamientos
ideológicos, sus programas electorales,
sus candidatos, sus líderes… Tres
son los cambios principales que han sufrido los
emisores políticos, según Mario
Herreros Arconada (1998)8:
1) Han desaparecido
aquellas organizaciones que realizaban unos
planteamientos radicales, proclamando que era
imposible dar un giro inmediato a los asuntos
y a la situación política
2) La diferencia entre las ofertas programáticas
de entonces y las actuales, se deben a la práctica
desaparición de los puntos de referencia
materiales para los partidos de izquierda desde
el derrumbamiento del muro de Berlín
y su inmediata consecuencia, la desaparición
de la Unión Soviética, y por tanto
la desaparición del socialismo real de
los “Estados satélites” en
la década de los ochenta; que ha desviado
las ofertas programáticas hacia el llamado
“Estado de Bienestar”, frente a
las teorías próximas al liberalismo
económico de los partidos de ideologías
capitalistas.
3) Se perfile cada vez más un nuevo contexto
socio-económico y político que
a su vez está modificando las relaciones
entre las sociedades actuales., cambio favorecido
por la irrupción de las nuevas tecnologías
de la comunicación que impulsan la globalización
como realidad incuestionable; lo que sin duda
ha obligado a los partidos a plantearse nuevas
estrategias, de acuerdo con los nuevos objetivos
que marca el nuevo contexto.
Precisamente
por estos cambios mencionados, los partidos políticos
se han convertido, como ya anticipó Weber
(1967), en “partidos profesionales-electorales”9,
que se han consolidado en la nueva cultura política
adoptada en las democracias occidentales. En
la misma línea se sitúa Angelo
Panebianco (1990)10
que diferencia entre partidos burocráticos
de masas y partidos profesionales-electorales,
cuyas características principales son:
Partido
Burocrático de Masas |
Partido
Profesional-electoral |
1.- Papel
central de la Burocracia (competencia político-administrativa). |
1.- Papel
central de los profesionales (competencias
especializadas). |
2.- Partido
de afiliación con fuertes lazos organizativos
de tipo vertical que se dirige sobre todo a
un electorado fiel. |
2.- Partido
electoralista, con débiles lazos organizativos
de tipo vertical y que se dirige ante todo
al electorado de opinión. |
3.- Posición
de preeminencia de la dirección del
partido; dirección colegiada. |
3.- Posición
de preeminencia de los representantes públicos,
dirección personificada. |
4.- Financiación
por medio de las cuotas de los afiliados y
mediante actividades colaterales. |
4.- Financiación
a través de los grupos de interés
y por medio de fondos públicos. |
5.- Acentuación
de la ideología. Papel central de los
creyentes dentro de la organización. |
5.- El acento
recae sobre los problemas concretos y sobre
el liderazgo. El papel central lo desempeñan
los arribistas y los representantes de los
grupos de interés de la organización. |
Sin embargo,
y a diferencia de las tesis de Herreros Arconada,
este cambio en el modelo de partidos si que está
teniendo una serie de consecuencias considerables
que no se pueden dejar pasar por alto:
1) Una marcada
desideologización de los partidos y del
electorado, así como una concentración
de la propaganda en el mundo de los valores
2) Una mayor apertura del partido a la influencia
de los grupos de interés, acompañada
de una transformación de las viejas organizaciones
afines al partido en grupos de interés
con lazos más débiles y relaciones
más esporádicas.
3) La pérdida de peso político
de los afiliados y de un declive pronunciado
del papel de la militancia de base.
4) El fortalecimiento del poder organizativo
de los líderes que se apoyan ahora, para
la financiación de la organización
y para mantener lazos con el electorado, más
en pequeños grupos de interés,
que en el propio electorado y en la militancia.
Además, las decisiones principales se
suelen tomar en pequeñas ejecutivas y
comités de partido, dando lugar al fenómeno
que varios autores denominan ya la “decolocación
de la política”.
Unas relaciones
más débiles entre el partido y
su electorado (basta con ver el alto índice
de abstención en los últimos años),
que dejan de depender de la existencia de una
fuerte implantación social de aquél
o de subculturas sólidas y compactas.
Además
en este nuevo modelo de partidos, las ideas han
dejado paso a las personas, o más bien
a personajes, representados en los candidatos,
dirigentes o líderes de los partidos,
debido fundamentalmente como veremos más
adelante a los medios de comunicación,
que tienden a personificar la política
en los gobernantes y candidatos, llegando incluso
a sustituir el nombre de los partidos o sus siglas
por el de los propios personajes. Por ejemplo,
en las dos últimas convocatorias electorales,
los nombres de los candidatos a la presidencia
de la Junta de Andalucía, ocuparon casi
un 50 por ciento los titulares en detrimento
o a favor, según se mire, de sus propios
partidos11.
Pero esta culpabilidad no se debe sólo
a los medios, sino que también, como señala
Salomé Berrocal (2003) a los ciudadanos,
que “muestran su atracción por conocer
los detalles y las anécdotas de los líderes
políticos”12.
Ahora bien, los expertos y asesores de los partidos
no se han quedado ajenos a ello y ya programan
también estrategias para “vender”
a sus candidatos que en definitiva representan
una marca, en este caso los partidos políticos.
En este sentido,
José Luis Dader (2000)13
señala que los partidos españoles
parecían “condenados a exhibir líderes
dotados de encanto personal y atractivo mediático,
sin el cual no podrían aspirar a la victoria
electoral.” Así justifica Dader
la continuidad en el Gobierno durante varias
legislaturas de Felipe González (1982-1996)
o incluso de Adolfo Suárez (1977-1982),
representantes de la tendencia bautizada por
Kernell como “the power to going public”
en sustitución del “power to bargain”
(negociación constante y habilidosa) propio
de las democracias pluralistas. Precisamente,
y ante la falta de brillantez de José
María Aznar antes las cámaras de
televisión, siempre gris y mediocre, el
Partido Popular optó por la segunda opción,
la de la negociación constante como bandera
de lucha contra la importancia de la personalización
en la figura de Felipe González. Lo cierto
es que Aznar y su equipo de gobierno demostraron
en su primera etapa en La Moncloa una gran habilidad
para la negociación a puerta cerrada y
al estilo del “institucional pluralism”,
consiguiendo pactos aparentemente imposibles
con los sindicatos, partidos nacionalistas, e
incluso con IU.
Sin embargo,
en la segunda legislatura el PP, cambió
de estrategia y optó por la personalización
del partido en la figura de su presidente y candidato
(Aznar), cuyos rasgos principales se basaban
en esa actitud de silencio, secretismo, el uso
de su “libreta azul”, etc., que devolvieron
el concepto de personalización en todos
sus sentidos a nuestra democracia, llegando en
las pasadas Elecciones Generales a su máxima
exposición, cuando, el PSOE eligió
como uno de sus eslóganes principales
sirviéndose del marketing hasta el infinito
en un momento en las siglas y abreviaciones estaban
en auge gracias a programas televisivos como
OT (Operación Triunfo) y gracias a los
mensajes SMS de móviles, la frase “ZP,
Zapatero Presidente”, logrando incluso
una buena acogida entre el electorado joven.
Otro de los
rasgos de los partidos profesionales-electorales,
y que además es un claro indicador de
la tendencia a la americanización de las
organizaciones en España, es la pérdida
de autoridad de los partidos frente a relación
entre los candidatos y los ciudadanos a través
de los medios de comunicación, al mismo
tiempo que las burocracias de los partidos se
vuelven más fuertes a la hora de controlar
su actividad interna, seleccionar candidatos,
etc., pero luego en realidad carecen de una planificación
de la comunicación política con
los militantes y simpatizantes, porque dependen
en exceso de los medios de comunicación
para hacer llegar sus mensajes y mostrar a los
candidatos a la opinión pública,
cuando lo ideal, y dado el potencial de los públicos
internos de los partidos como altavoces de sus
políticas y actividades, sería
el equilibrio entre la comunicación con
el electorado y con el público interno,
cuyo mensaje a la postre se reproducen a diario
también con los primeros.
Nuevos
mensajes electorales. Cambios en el contexto
y en el electorado
Las demandas de los ciudadanos a la
clase política han sufrido una serie de
cambios considerables con respecto a las primeras
elecciones celebradas a finales de la década
de los setenta. Y es que, basta con contemplar
la evolución de las elecciones en España
con la perspectiva de más de veinticinco
años, haciéndose necesaria una
reflexión sobre el cambio experimentado
en los sentimientos, las actitudes, sus necesidades
y sus comportamientos políticos. Es evidente
por tanto, que tanto la situación del
votante español, como el contexto electoral
no pueden ser igual que hace más de veinticinco
años. El cambio en la estructura del electorado
se debe sobre todo a un cambio generacional,
que implica nuevas experiencias debidas al proceso
de socialización, que se ha producido
además en un contexto diferente.
Por tanto, la
diferencia entre las primeras citas electorales
en la transición, porque se ha incorporado
un importante núcleo de electores, con
características muy distintas en su historia
vital o generacional a las de aquellos protagonistas
de la recuperación de la democracia en
España. El conocimiento y la experiencia
vivida entre las diferentes generaciones de electores
son distintos y claro está, esto influye
en su conducta electoral. Aquellos votantes que
conocieron en primera persona la Guerra Civil
y la posterior dictadura, acudieron a las urnas
con una talante más seguro y decidido
que los que sólo conocen esta mancha de
nuestra historia por los libros. En concreto,
los primeros tienen unas ideas políticas
más definidas, y se identifican de manera
clara con los partidos políticos; mientras
que por el contrario, los electores jóvenes
muestran unas actitudes más inestables
que sus antecesores.
Las primeras
campañas electorales significaban la salida
del túnel de más de cuarenta años
sin elecciones democráticas en España
para elegir a los representantes del pueblo,
un periodo que a partir de 1977 quedaba enterrado
en el olvido político de casi todos los
españoles. Desde el 16 de febrero de 1936
no se celebraban Elecciones Generales en España,
debido a la Guerra Civil y la dictadura franquista
que trastocaron la voluntad democrática
del pueblo español, por lo que en 1977
la falta de experiencia ante las elecciones de
15 de junio era evidente. Durante los comicios
de 1977 y 1979 los partidos de izquierda que
partían con cierta desventaja, tuvieron
que intensificar sus esfuerzos para, además
de dar a conocer sus propuestas y mensajes, darse
también como organización y a sus
candidatos, sirviéndose sobre todo de
la televisión cuando tenían alguna
oportunidad. Se trataba por tanto de afianzar
la democracia en el país, y por este motivo
precisamente los temas de campaña de los
distintos partidos políticos se centraban
en conceptos como la fiabilidad ética,
la experiencia, la credibilidad, y la libertad
entre otros. En el caso del último de
los términos, conviene destacar que fueron
los partidos de izquierda (PSOE y PCE) los que
hicieron bandera del mismo, mientras que los
otros, fueron más utilizados por UCD y
AP, que también ahondó en el concepto
de seguridad y en la unidad de España.
Ya en 1979 se introdujeron nuevos mensajes centrados
en la familia y el paro (UCD), o la honradez
y la firmeza (PSOE). Eran por tanto temas más
vinculados con el contexto del momento, tal y
como ha ocurrido en las últimas elecciones
en las que temas como el terrorismo, la reunión
de Carod Rovira con miembros de ETA, la guerra
de Irak o los atentados del 11-M en los últimos
días, marcaron la campaña electoral.
Durante las
elecciones de 1982 predominó el mensaje
de cambio por parte del PSOE, que tras el intento
fallido de Golpe de Estado por parte del Teniente
Coronel Tejero en febrero de 1981, se había
convertido en una alternativa seria a UCD, inmersa
por entonces en una crisis interna que a la postre
significó su desaparición, con
la marcha previa de Adolfo Suárez que
fundó otro partido, el CDS. Durante los
comicios celebrados en la década de los
ochenta, predominaron en todo momento temas relacionados
con el elector, también denominados temas
de economía o de bolsillo, destacando
sobre todo el empleo, la sanidad, la educación,
la seguridad...
Por último,
a partir de 1993 los temas de contexto volvieron
a cobrar el protagonismo de la transición,
si bien en esta ocasión, lo hizo debido
a los continuos casos de corrupción hasta
las Generales de 2000 (casos Filesa, GAL, Juan
Guerra, entre otros) y más tarde, en 2003
en las Municipales y en 2004 en las Generales
la guerra de Irak copó gran parte de la
información de las distintas campañas
electorales. A partir de este momento, el tema
clave de las campañas electorales y de
los partidos se centra en el concepto de regeneración
democrática, nuevas formas de hacer política,
pero en definitiva con el mismo objetivo: el
progreso y el Estado de Bienestar. Por tanto,
como conclusión podemos afirmar que existen
tres tipos de mensajes que se producen en una
campaña electoral:
a) Los mensajes
demandados al elector, diferenciados en temas
de economía o de bolsillo y cuestiones
sociales (bienestar, sanidad, educación
y seguridad); normalmente conocidos gracias
a las encuestas. En los últimos años,
nos hemos encontrado con dos ejemplos bien diferentes
de esta modalidad. Por un lado la economía
y la bajada de impuestos anunciados por el PP
en 2000 y 2004, y la vivienda, la educación,
la sanidad entre otros temas del Estado de Bienestar
defendidos por los partidos de izquierdas.
b) Los mensajes relacionados con el contexto
son un elemento primordial que hay que tener
en cuenta en el reino de la retórica
y la persuasión. Por ejemplo, como ha
ocurrido en España durante las pasadas
Elecciones Municipales de 2003 y Generales de
2004 con el conflicto de Irak o la crisis del
Prestige; o en Estados Unidos en la década
de los años sesenta no podía separarse
la guerra del Vietnam o la lucha por los derechos
civiles; en los años posteriores, el
escándalo Watergate. En los setenta y
los ochenta, la política norteamericana
dio un giro hacia la política internacional
con Carter y Reagan, con la Guerra Fría.
c) El análisis de la gestión del
gobierno o el cambio. Para determinar si se
debe utilizar el marco de la gestión,
hay que fijarse en los indicadores económicos
del momento y la popularidad de los gobernantes,
especialmente del presidente. Si la gestión
de éstos se considera satisfactoria y
recibe la aprobación de la mayoría
de los ciudadanos, la campaña debe consistir
para el partido en el poder básicamente
en un recordatorio de lo que se ha hecho. Cuando
ocurre lo contrario, el mensaje de la oposición
debe ser el de librar a la gente del actual
gobernante, el del cambio. La idea básica
en estos caso es: un buen mandato merece otro.
Como contraposición, el cambio, tema
de la oposición por excelencia. Ser alternativa
no es eficaz y por ello lo nuevo se convierte
en el adjetivo principal del programa del candidato
opositor. Algunas ocasiones se suele identificar
el cambio con políticas y otras con personas.
En realidad la estrategia consiste en el contraste.
La réplica en el gobierno a las voces
de cambio de la oposición suele ser una
técnica muy utilizada: la del miedo o
el riesgo que implica la incertidumbre de cualquier
cambio.
d) A estos tres grupos de mensajes podemos unir
un cuarto, muy utilizado en los últimos
años, los mensajes que hablen de los
candidatos que suelen ser sobre juicios de su
pasada labor o revelaciones su vida privada.
Así en una campaña no suelen faltar
en los medios perfiles de los candidatos, sus
hobbies, sus familia...
Lo normal es
que en cualquier periodo electoral confluyan
una mezcla de estos cuatro temas, si bien podríamos
afirmar que tanto en las elecciones Generales
de 2000 y de 2004 (hasta el momento de los atentados)
existe una tendencia a que predominen y en este
orden, los temas relacionados con el contexto,
que según los expertos pueden llegar a
influir más en la toma de decisión
del voto; los temas demandados por el elector,
condicionados por el primero; mensajes relacionados
con la vida de los candidatos y su labor pasada;
y por último, mensajes de análisis
de la gestión o de cambio.
Nuevas
estrategias de medios
El papel de la televisión
La televisión ha contribuido a que las
campañas electorales sean más de
imágenes que de programas políticos,
y más de rostros que de ideas, pero esto
no se debe sólo al medio, sino también
a los partidos políticos y sus dirigentes,
que padecen hoy una crisis de referencia ideológica
que se ve reflejada en la confusión de
proyectos, e incluso en la difuminación
de los parámetros tradicionales de la
política, llegando a confundirse la izquierda
y la derecha. Es evidente, y está comprobado,
que los ciudadanos no se comportan igual ante
los mensajes políticos: no es lo mismo
vender una sopa que una idea o a un candidato.
La televisión es por regla general el
medio preferido por la ciudadanía para
seguir la información política14,
y esto obliga a la clase política a adaptarse
a las formas de este medio. Para ello, los asesores
recomiendan y entrenan a los dirigentes para
que: sinteticen sus mensajes en unos cuantos
minutos o incluso en fracciones, buscando no
sólo el corte televisivo sino también
un titular para la prensa; y explicar de la forma
más sencilla posible las propuestas electorales
recogidas en el programa, que al final muy pocos
electores, por no decir ninguno se leen.
En conclusión,
y coincidiendo con Lourdes Martín Salgado15,
podemos decir que, un partido, y por tanto el
candidato que quiere persuadir, debe dar una
razón clara y sencilla para que le voten,
y ofrecerla primordialmente a aquellos que no
presentan una especial atención a la campaña
electoral, que no tienen tiempo o interés,
pero que en algún momento de la misma
se detiene ante el televisor, y recibe alguna
información: es en ese instante cuando
el acierto o no del mensaje puede llegar a tener
su fruto, porque la mera cantidad de información
es persuasiva para la gente poco involucrada
o interesada en un tema, incluso cuando la evidencia
o los datos que se aportan son deficientes. En
este sentido, los partidos políticos se
sirven de numerosas estrategias e instrumentos
de la comunicación política moderna
para simplificar el mensaje con la mayor efectividad
posible, entre los que destacan la escenificación
de la vida pública, la personalización
de la política, la campaña permanente
y el abuso de lo institucional en la búsqueda
de un ‘sound bite’, el eslogan (esencia
de la simplificación del mensaje), la
información que ofrecen las encuestas,
o la mezcla de temas tan dispares como los referidos
al contexto, al candidato, a intereses del elector
o simplemente el balance de la gestión.
Como ya se ha
dicho, en las últimas décadas los
medios de comunicación se han convertido
en el único escenario de debate político.
El Marketing Político, los foros televisivos
y las encuestas han reemplazado la persuasión
cara a cara en las plazas públicas, la
relación directa entre gobernantes y gobernados,
e incluso a los grandes mítines y actos
públicos, que hoy en día, no son
más que una excusa en busca de la presencia
en los medios de comunicación. Las campañas
electorales se han convertido en verdaderas competiciones
deportivas en las que se desplaza el perfil ideológico
y programático de los candidatos y se
les presenta como rivales enfrascados en una
lucha individual de personalidades, carismas,
habilidades verbales para criticar al adversario.
Como señala José Carlos Lozano
Rendón16,
el sistema político actual tanto en Estados
Unidos, como en Europa o América Latina,
está dirigido por la mercadotecnia con
un énfasis en la imagen sobre la sustancia,
en la personalidad sobre los temas, en simplificación
del mensaje sobre el diálogo comprensible
y en los cambios tecnológicos que han
alterado la forma en que se comunica la información
en los medios, lo que ha ocasionado que las noticias
políticas se hayan transformado en entretenimiento
en forma de personalización, dramatización,
fragmentación y normalización.
Esta dramatización
consiste en tratar la política como un
espectáculo o competición deportiva,
apelando a las emociones y no la razón.
Así, los partidos políticos planifican
“pseudoeventos”, con el único
fin de obtener cobertura en los medios. Incluso
en los últimos años, los políticos
aceptan participar en programas cómicos
o de variedades con tal de llegar al público
televisivo, aceptando incluso las reglas del
juego que imponen este tipo de géneros.
La consecuencia
más inmediata en las estrategias de comunicación
de esta nueva forma de la noticia política,
se puede observar ya en los gabinetes de las
organizaciones, que planifican minuciosamente
sus actos públicos hasta tal punto que
intentan provocar determinadas imágenes,
cargadas de significado, para que a la hora de
ser difundidas en los medios de comunicación,
provoquen un significado en el elector. Es decir,
la clásica pegada tradicional de carteles
o el mitin, o los encuentros con líderes
de opinión, o los meetings (encuentros
con sectores específicos), las ya tradicionales
inauguraciones en campaña electoral, o
incluso los paseos por los mercadillos o el puerta
a puerta, ya sólo se planifican para logran
la mayor cobertura mediática posible.
Es más, cada uno de estos “pseudoacontecimientos”
llegan a tener un uso concreto en la planificación
de una campaña electoral. Así por
ejemplo, en los mítines se suele arengar
a militantes y simpatizantes, y se aprovecha
para lanzar mensajes a los adversarios; mientras
que los foros específicos o meeting se
utilizan más para lanzar propuestas sectoriales
(economía, salud, educación...),
y el puerta a puerta (canvassing) y los paseos
por mercadillos o walkabouts sirven para contactar
directamente con el ciudadano, lo que repercute
en popularidad y sobre todo para ver la receptividad
del mismo y por tanto del partido por el electorado,
es decir son al mismo tiempo herramientas de
análisis.
En los últimos
cuatro años se han introducido en España
un nuevo formato de programa televisivo, importado
de la práctica de la comunicación
política norteamericana, como son los
denominados info-show y talk shows,
formatos que mezclan la información con
el espectáculo y el entretenimiento (infotainment)
y que se emiten tanto por radio como por televisión.
Con estos formatos los partidos pretenden llegar
a un público más jóvenes
de entre 18 y 30 años, fieles seguidores
de este tipo de programas, entre lo que se podrían
destacar en España, Crónicas
Marcianas, el desaparecido de la pantalla
Fuentes y Compañía al
que acudieron entre otros Manuel Chaves, Magdalena
Álvarez, Álvarez Cascos, José
Bono, Pilar del Castillo, Josep Piqué
y Loyola de Palacio. Este tipo de programas,
entre los que podríamos también
encasillar el polémico Caiga quien
Caiga, con cuyos reporteros almorzó
Aznar en La Moncloa en nada más llegar,
permiten a los candidatos obtener más
tiempo para hablar directamente al público
que en un informativo. Como reconocen los expertos
y asesores, mientras en los formatos novedosos
se permite poner mayor énfasis en tratar
temas más próximos al elector e
incluso conducir los debates hacia el interés
de los partidos, mientras que en los informativos,
sucede más bien lo contrario, ya que destacan
más la “carrera de caballos”
que se produce en una campaña electoral.
La única diferencia entre España
y Estados Unidos en cuanto a la introducción
de estos formatos televisivos es que en Norteamérica
se da un papel relevante al espectador y al ciudadano
al que se le permite realizar preguntas al entrevistado,
caso que en España, si ha ocurrido a día
de hoy sólo se ha hecho con preguntas
escritas; pero no directas.
En España,
la Ley Orgánica de Régimen Electoral
prohíbe la publicidad electoral en televisión,
y como sustitución de los anuncios, se
concibieron la cesión de “espacios
gratuitos”, con una asignación de
tiempo disponible de entre 10 y 45 minutos en
función a los resultados electorales obtenidos
por cada fuerza política en las elecciones
anteriores. En los primeros comicios, estos espacios
fueron utilizados para la monótona y simple
enumeración de propuestas resumidas para
el formato televisivo, a través de los
bustos parlantes de los candidatos. Sin embargo,
poco a poco han ido agilizándose e incluyendo
vídeos ilustrativos, que se han convertido
en verdaderos spots publicitarios o camuflados,
que sólo se diferencian de la publicidad
electoral americanizante por el hecho de que
se insertan dentro de pequeños bloques
de presentación general del partido, y
por la ventaja de que no se debe pagar por su
emisión, lo que reduce eso sí el
número de emisiones. No cabe duda, como
señalan Swanson y Mancini (1996), “incluso
en los países donde la publicidad política
está prohibida, las técnicas publicitarias
se han incorporado de manera cada vez más
frecuente como componente interno de los algo
más amplios espacios de presentación
política televisiva que los partidos están
autorizados a ofrecer”17.
Hasta 1997,
que la permite pero con limitaciones, en España
la publicidad comparativa o negativa ha estado
prohibida. Sin embargo, en la campaña
electoral de 1996 se emitió un vídeo
de del PSOE, que mediante la técnica ‘morphing’
un candidato del PP se fundía en un perro
‘dobermann’ y se asociaba a este
partido con un ambiente de la Guerra Civil española.
Éste ha sido probablemente uno de los
momentos más polémicos de una campaña
electoral en la corta historia de la democracia
en nuestro país. Lo cierto es que, aunque
se planteó la ilegalidad del spot, tuvo
una gran repercusión en la campaña
y se convirtió incluso en un tema de agenda
en los medios durante los últimos días
de la campaña, lo que permitió
que el debate de la corrupción o sobre
ideas y propuestas quedara en un segundo plano.
En los últimos años el formato
publicitario del video clip ha cobrado fuerza
entre los partidos políticos españoles,
fundamentalmente en los de izquierda que se sirvieron
de él tanto en las Generales de 2000 como
de 2004, mientras que el Partido Popular sólo
lo hizo en el 2000.
Otro formato
televisivo, el debate electoral entre los dos
o tres máximos candidatos a la presidencia
del Gobierno, tanto central como autonómico,
e incluso al municipal, se viene celebrando en
España desde 1993, cuando por primera
y última vez en el caso de Elecciones
Generales, Felipe González, entonces presidente,
y José María Aznar, entonces candidato,
mantuvieron dos debates televisados en las televisiones
privadas Antena 3 y Telecinco, con una semana
de intervalo entre ambos.
A pesar de que
todavía se han celebrado pocos debates
en España, al menos a nivel nacional el
asunto ha sido desde el inicio de la democracia
española uno de los principales temas
de agenda, hasta tal punto que incluso cuando
algún candidato no accede a la celebración
del debate, esto se convierte en noticia que
aguanta en primera línea de agenda durante
varios días en los medios, incluso obteniendo
más cobertura que las propuestas de campaña.
El antecedente a los debates mencionados entre
González y Aznar, se halla en 1982, cuando
se celebró un debate de dos horas dentro
del programa televisivo “La Clave”,
en el que participaron ocho partidos diferentes,
si bien los partidos principales de entonces
(PSOE y AP) enviaron a políticos secundarios
de sus filas. En aquella y en las sucesivas elecciones
se ha utilizado bastante la entrevista por separado
a los candidatos a la presidencia de las principales
fuerzas políticas, en el que participan
paneles de periodistas procedentes de varios
medios de comunicación. Sin embargo, el
modelo de debate electoral norteamericano se
diferencia del español, en que en el caso
de los primeros se incorpora un panel de periodistas
y de público, que pueden realizar preguntas;
mientras que en el caso español sólo
hay un moderador, y a veces pactado, que ordena
los discursos y va dando paso a uno y otro controlando
los tiempos.
Nuevas tecnologías
e Internet. El teléfono móvil
El ritmo de implantación de Internet y
las Nuevas Tecnologías en la Comunicación
Política se está produciendo a
pasos agigantados, si bien a día de hoy
todavía no están definidas las
aportaciones que este nuevo soporte va a desempeñar
en la vida política. En este sentido,
frente a las tesis más optimistas y esperanzadas
que apuestan por la puesta en práctica
de una democracia deliberativa y participativa
integral con el apoyo de Internet, ha surgido
también una visión más pesimista
o negativa según la cual el sistema dominante
de la democracia está siendo capaz de
reabsorber para su propia conservación
este soporte de medios de comunicación
y las posibilidades que en un principio apuntaba.
De momento queda claro que ha aparecido un nuevo
abanico de opciones de comunicación interactiva
global que hace posible que las cosas en el campo
de la Comunicación Política estén
cambiando, si bien todavía queda un largo
camino por recorrer18.
A día
de hoy, en España Internet es un instrumento
potente de convocatoria, que crea opinión,
pero que a día de hoy reduce su función
en Comunicación Política a la publicidad,
a la propaganda, a difundir los currículos
de los candidatos y los programas electorales,
los comunicados de prensa, algunas fotografías,
etc. Pocos, o muy pocos, son los partidos o instituciones
que difunden en directo actos públicos,
como ya ocurre en Estados Unidos y pocos son
los periodistas que se sirven de la página
web de un partido como fuente de información.
Por el contrario, sí que se le está
sacando rentabilidad como “foto oportunidades”,
como una cuestión de imagen, e incluso
para programar actos o eventos (chat con electores)
que ofrezcan la oportunidad de obtener una presencia
en la prensa o en televisión. Eso sí,
los políticos ya están acostumbrados
a chequear todos los días el correo electrónico
y a contestar determinados mensajes a los ciudadanos,
pero a un ritmo demasiado lento. Incluso, en
la mayoría de las ocasiones, el contenido
de ese correo no llega a su destinatario pues
se queda en una infranqueable barrera de tecnócratas.
Lo que sí
ha entrado de lleno en campaña electoral
ha sido el teléfono móvil, que
gracias a su rapidez de comunicación,
al gran número de usuarios (mucho más
que Internet) y su amplia capacidad de convocatoria
han convertido a los mensajes cortos en un arma
política eficaz que democratiza la información.
En este sentido, y baste el ejemplo de las jornadas
vividas en España tras el atentado del
11-M, los mensajes SMS se pueden llegar a convertir
en los nuevos pasquines del siglo XXI. La pregunta
es, ¿cambiarán las nuevas tecnologías
el panorama descrito? ¿Devolverá
Internet el protagonismo al elector en el proceso
político y en el control de la agenda
de los temas de campaña?
Uso
y abuso de las encuestas
En los últimos años se está
dando en España una tendencia, que también
procede del modelo americano, que consiste en
la utilización de las opiniones y los
comentarios de crítica política
basados en la descripción de los aspectos
circunstanciales de quienes parecen ir en cabeza
o por detrás hacia la victoria electoral,
es decir de la información proveniente
de las encuestas políticas. Las páginas
y los espacios preferentes dedicados a presentar
resultados de sondeos y al análisis de
las supuestas consecuencias de la posible distribución
de los escaños es muy abundante no sólo
en la prensa, sino también en la televisión
y la radio en España, hasta tal punto
que en ocasiones, como en Elecciones Generales
y Autonómicas de Andalucía de 1996
ó de 2000, predominó esta información
por encima incluso de la mera información
política y de las propuestas de los distintos
partidos. Este estilo de ofrecer información
se ha denominado estilo ‘horse race’.
El uso y abuso
de los sondeos, que bien podríamos denominar,
análisis permanente de la actividad política.
Lo cierto es que esta herramienta se ha convertido
en imprescindible en los últimos años,
ya que proporciona una gran cantidad de información
a las organizaciones políticas sobre el
electorado, la situación política
y económica, los temas que preocupan a
la ciudadanía, la imagen que tiene ésta
de un partido, de una institución o incluso
de los candidatos, etc. Y ayuda por tanto en
el diseño de las estrategias. Las encuestas
tienen una serie de efectos (directos e indirectos)
sobre la comunicación política,
destacando los efectos ‘bandwagon’
(en el que los electores se alinean con el candidato
que tiene ventaja en los sondeos) y ‘underdog’
(ocurre lo propio pero con el candidato más
débil). Por otro lado además de
interpretar los datos para diseñar sus
propuestas como se indica en el párrafo
anterior, las encuestan fortalecen el ánimo
de los simpatizantes y militantes y en ocasiones
hacen buenas finanzas para la campaña.
Sin embargo, los sondeos no deben llegar a obsesionar
a un partido, ya que le principal error que se
puede cometer en una campaña electoral
es pensar más en los votos que en los
votantes.
En este sentido,
lo que sí conviene destacar es que para
algunos, como Felipe Sahagún, precisamente
las novedades principales en las últimas
convocatorias electorales han sido precisamente
la mayoría de edad de las encuestas en
España, la celebración de debates
entre candidatos o incluso monográficos
y la mejora de las técnicas de creación
de la imagen de los candidatos.
Conclusiones
1. Los medios de comunicación, que contribuyen
a la construcción de la realidad política,
se han convertido en la principal fuente de información
de la que se nutren los electores; si bien, son
los partidos quienes durante las campañas
electorales marcan la agenda de temas de los
que se debate. Y algunos medios de comunicación
se limitan exactamente al seguimiento de esta
agenda, sin introducir otros temas distintos
de debate.
2. En España
existe una tendencia a prestar especial atención
e importar, salvando las distancias, el modelo
de Comunicación Política Electoral
norteamericano sobre todo en la puesta en escena.
Así, en este sentido, hay que señalar:
2.1. Los medios de comunicación y las
encuestas se han convertido en los principales
foros de debate político, llegando a reemplazar
el debate que se ha de producir en las instituciones
y con los ciudadanos. Es lo que se ha venido
a llamar escenificación de la política,
motivo por el cual desde los partidos políticos
existe un enorme interés por obtener una
cobertura en los medios, por lo que recurren
a la programación y diseño de actos
con este único objetivo. Incluso utilizan
su gestión en las instituciones con este
fin.
2.2. La Comunicación Política y
el Marketing Político se apoyan en un
conjunto de medidas, técnicas y estrategias
del Marketing Comercial, llegando a adoptar algunos
de sus métodos: compiten por el apoyo
(voto o compra) de un público (elector
o consumidor) al que presentan sus alternativas
(programa electoral, candidato o producto), y
la marca (en nuestro caso el partido político)
2.3. Existe una enorme tendencia a la personalización
de la política en la figura del presidente
de una institución, en los candidatos
y en los líderes de los partidos, debido
sobre todo a los medios de comunicación,
en los que como hemos podido constatar se acostumbra
a sustituir el nombre de un partido o sus siglas
por el de las personas. En los últimos
años también se fomenta esto desde
los propios partidos políticos, ya que
son los propios asesores quienes añaden
al currículum y facilitan a los medios
aspectos del candidato referido a sus gustos,
preferencias, vida personal, etc., con la intención
de lograr algunos votos por la vinculación
del electorado con algunos de estos elementos.
2.4. Si bien es cierto que en España no
se celebran debates electorales al más
puro estilo norteamericano, este formato televisivo
se ha convertido en un elemento clave hasta el
punto que con frecuencia se convierte en un tema
más de agenda de los medios de comunicación,
antes y después de su celebración,
e incluso cuando no se llegan a producir.
2.5. Con la salvedad de que en España
y por tanto en Andalucía está prohibida
la emisión de publicidad electoral en
televisión, los vídeos electorales
que se producen en España y no se diferencian
en nada de los que se emiten en Estados Unidos,
ya que se han convertido en los últimos
años en auténticos spots publicitarios.
2.6. La utilización de Internet y las
Nuevas Tecnologías en la Comunicación
Política Electoral no está del
todo definida, y de momento, pese a ser un instrumento
potente de convocatoria y que crea opinión;
reduce su uso a la publicidad y la difusión
del currículum de los candidatos, los
programas electorales, los comunicados de prensa…
Eso sí, se han convertido en un elemento
más para obtener presencia en los medios,
es decir, como “foto oportunidades”,
para programar eventos (chat), y sobre todo como
cuestión de imagen.
3. Como consecuencia
directa de las conclusiones expuestas más
arriba, podemos decir que en Andalucía
el debate de ideas ha sido relegado por el de
la personas y su imagen. Y los partidos políticos
se han convertido, como ya anunciamos al comienzo
del trabajo al citar a Max Weber, en “partidos
profesionales-electorales”, que han ido
consolidando y formando parte de la nueva cultura
política.
Notas:
1
WOLTON,
D. (1995): “Comunication et Démocratie”;
Medias Pouvoir, nº 32, pp.84-90
2
TREJO DELARBE,
R. (2000): “El Imperio del Marketing Político.
Cuando las imágenes desplazan a las ideas”;
América Latina hoy, Revista del Instituto
de Estudios de Iberoamérica y Portugal,
Número 25, Universidad de Salamanca.
3
RAMONET, I. (1997);
Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo,
Madrid, Temas de Debate, p. 202
4
MUÑOZ ALONSO,
A. (1999): “La democracia mediática”;
MUÑOZ ALONSO, A. y ROSPIR ZABALA, J.I.;
Democracia mediática y campañas
electorales, Barcelona, Ariel Comunicación,
p.16
5
WEBER, M. (1967):
El político y el científico,
Madrid, Alianza Editorial, pp. 81-180
6
WEBER, M. (1967);
Op. Cit, pp. 81-180
7
HERREROS ARCONADA,
M. (1998): “Reflexiones sobre la comunicación
política electoral, veintiún años
después de las primeras elecciones democráticas
españolas”; en Revista universitaria
de Comunicación Política,
Madrid, Instituto de Comunicación Institucional
y Empresarial, p. 52
8
HERREROS ARCONADA
(1998): Op. Cit., pp.54-55
9
WEBER, M. (1967):
Op. Cit., pp. 81-180
10
PANEBIANCO, A.
(1990): Modelo de partidos, Madrid,
Alianza
11
PANIAGUA ROJANO,
F.J. (2004): Comunicación Política
Electoral. Elecciones Autonómicas en Andalucía
de 2000, Málaga, Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Málaga, pp. 337-383
12
BERROCAL, S. (2003):
Comunicación política en televisión
y nuevos medios, Barcelona, Ariel Comunicación,
pp. 55-74
13
DADER, J.L. (2000):
“La retórica mediática frente
a la cultura política autóctona:
la encrucijada de la comunicación política
electoral española frente a la americanización
y el pluralismo democrático tradicional”,
en CIC, nº 4, Madrid
14
En España,
un 62% conocen la temas políticos a través
de la televisión y un 26 por la radio,
según un estudio postelectoral realizado
por GALLUP tras las Elecciones Generales de 2000.
15
MARTÍN
SALGADO, L. (2002): Marketing Político.
Arte y ciencia de la persuasión de la
democracia, Barcelona, Paidós, ,
pp.220-221
16
LOZANO RENDÓN,
J.C. (2000): “La Espectacularización
en las elecciones mexicanas de 2000”; Revista
Mexicana de Comunicación, número
71, México, septiembre-octubre.
17
SWANSON, D. y
MANZINI, P. (eds.) (1996): Politics, Media
and Modern Democracy. An International Study
of Innovations in electoral Campaignig and Their
Consequences, Praeger, Wepotr, Conn.
18
DADER, J.L.(2002):
“La ciberdemocracia posible: Reflexión
prospectiva a partir de la experiencia en España”,
CIC, nº 6, Madrid
Referencias:
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J.L. (1982); Cómo ganar unas elecciones.
Fomento de Bibliotecas. Madrid.
- ARCEO VACAS, J.L. (1993); Campañas
electorales y publicidad política en España
(1976-1991). PPU. Barcelona.
- ARCEO VACAS, J.L. (coord.) (1998); Revista
Universitaria de Comunicación Política.
Instituto de Comunicación Institucional
y Empresarial. Madrid.
- BELL, D. (1992); El fin de las ideologías:
sobre el agotamiento de ideas políticas
en los años 50, Ministerio de Trabajo
y Asuntos Sociales, Madrid.
- BERROCAL, S. (2003); Comunicación
política en televisión y nuevos
medios, Barcelona, Ariel Comunicación.
- LOZANO RENDÓN, J.C. (2001): “La
Espectacularización en las elecciones
mexicanas de 2000”; Revista Mexicana
de Comunicación, número 71,
México, septiembre-octubre.
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Político. Arte y ciencia de la persuasión
de la democracia, Barcelona, Ariel Comunicación.
- MUÑOZ ALONSO, A. (1999): “La democracia
mediática”; MUÑOZ ALONSO,
A. y ROSPIR ZABALA, J.I.; Democracia mediática
y campañas electorales, Barcelona,
Ariel Comunicación.
- PANIAGUA ROJANO, F.J. (2004): Comunicación
Política Electoral. Elecciones Autonómicas
de Andalucía en 2000, Málaga, Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Málaga.
- RAMONET, I. (1997); Un mundo sin rumbo.
Crisis de fin de siglo, Madrid, Temas de Debate.
- SCHWARTZENBERG, R.G. (1978); El show político.
Ensayo sobre y contra el star-system en política,
Barcelona, Dopesa.
- TREJO DELARBE, R. (2000): “El Imperio
del Marketing Político. Cuando las imágenes
desplazan a las ideas”; América
Latina hoy, Revista del Instituto de Estudios
de Iberoamérica y Portugal, Número
25, Universidad de Salamanca, agosto.
- WEBER, M. (1967): El político y
el científico, Madrid, Alianza Editorial.
Dr.
Francisco Javier Paniagua Rojano
Profesor asociado del Departamento de Periodismo
de la Facultad de Ciencias de la Comunicación
de la Universidad de Málaga
y Director de Comunicación
de la Federación Andaluza de Municipios
y Provincias (FAMP), España. |