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Por Dione Moura
Número 43
Presentación
Este estudio expone que, durante
décadas, especialmente entre los años 60 y 80, el
discurso de la prevención de riesgos advenidos del progreso
científico y tecnológico estuvo, de cierta forma,
concentrado entre sectores sociales específicos –ambientalistas,
científicos, algunos partidos políticos, movimientos
comunitarios– y, paralelamente, fue siendo incorporado a la
agenda pública por vía del discurso periodístico,
especialmente el de editoriales o programas dedicados al periodismo
científico.
A partir de los mediados de la década
1980, sobresalen los síntomas de que los problemas socio-ambientales
y los riesgos científicos y tecnológicos eran más
serios de lo que, hasta entonces, se consideraba preocupación
restringida a los ambientalistas (denominados ‘radicales’)
y científicos (denominados ‘visionarios’). Entonces,
a fines del siglo XX, con la entrada de la década de los
90, el sector productivo incorpora paulatinamente las tecnologías
ambientalmente correctas, el movimiento ambientalista ocupa más
espacio en los media, utilizando estrategias diversas; así
la temática del riesgo científico-tecnológico
y ambiental gana cuerpo en la agenda pública. Poco a poco,
delante de la visibilidad de los problemas ambientales –lluvia
ácida y otros fenómenos decurrentes de la contaminación,
extinción de especies de la fauna y la flora, desertificación
y desmate de florestas– se viene creando un ‘capital
simbólico’, que establece status social a acciones
ecológicamente correctas.
Mientras tanto, la comunicación
-sea en el periodismo amplio, sea en el periodismo científico,
en la publicidad o en la industria de entretenimiento– ha
sido convocada para dialogar, con el sentido de tornar el dilema
socioambiental y el riesgo científico-tecnológico
accesibles al debate público.
El brote del Riesgo Tecnológico
en el debate social
Identificamos la existencia, para los efectos de reflexión,
de cuatro ciclos en la evolución de la percepción
pública asociada a la comunicación del riesgo1
y a la entrada del riesgo en la agenda de la prensa, ‘riesgo’
considerado aquí en tanto que riesgo presente en la dimensión
científico-tecnológica y ambiental.
El primer ciclo va de inicios del
Siglo XX hasta principios de la década de los 40. El segundo
ciclo está comprendido entre la Segunda Guerra Mundial y
fines de la década de los 60. El tercer ciclo, entre los
años 70 y 80, período marcado por el diagnóstico
de que los productos de la acción humana y de las innovaciones
científicas y tecnológicas podrían ocasionar
riesgos incontrolables y con resultados de alto impacto negativo,
cuya percepción fue acentuada por la divulgación internacional
del accidente en la Usina de Chernobyl. El cuarto ciclo, finalmente,
es el período iniciado en la década de los 90, cuyo
marco inicial es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente y Desarrollo – Río 92.
El Liberalismo Económico
en tanto que fundamento del Progreso
El Siglo XVIII consolidó la lectura social de que la naturaleza
estaba a servicio del proceso civilizador. Entonces se tornó
dominante la lógica de la supremacía humana sobre
el mundo natural, una especie de sostén del Liberalismo Económico
2 (laissez-faire, laissez-passer),
que toma los recursos naturales en tanto que mercancía. Con
la Segunda Revolución Industrial, ya en el siglo XIX, la
tecnología y la ciencia se asocian a la industria como forma
de extraer el máximo de energía de la naturaleza,
lo que dispara un modo de extracción de recursos naturales,
considerados entonces como inagotables y disponibles a la promoción
del progreso económico. Luego, la ascensión de la
burguesía en la Era de las Revoluciones, se inserta en el
conflicto entre el ideal romántico de la vida en los pequeños
pueblos de un lado, y, de otro, como promotor de la industrialización
y de la urbanización, el ideal racional del progreso y de
la tecnología.
Entre la Segunda Guerra Mundial
y el final de la década de los 60, empieza a surgir una percepción
pública sobre los límites de seguridad tecnológica.
Inmediatamente después de la Segunda Guerra, el discurso
homogéneo en la prensa norteamericana (MOURA,2002) señalaba
la victoria de la Ciencia en la Guerra, imaginario que constituyó
un modelo militar de desarrollo científico. Sin embargo,
ya en el paso para la década de los 70, algunas señales
de deterioro ambiental se ponen evidentes, y destacan en plan internacional
algunos accidentes de impacto ambiental irreversible.
En un tercer momento, entre los
años 70 y 80 del siglo pasado, se consolidó el diagnóstico
de que los productos de la acción humana y de las innovaciones
científicas y tecnológicas podrían ocasionar
riesgos incontrolables y con resultados de alto impacto negativo
(MOURA,2003).
Luego a principios de la década
de los 70, en 1972, la Conferencia de Estocolmo representó
una alerta, con repercusión internacional, para las dificultades
de alcance de esta promesa de riqueza para todos al mismo tiempo.
Era una promesa que se regía por un modelo de desarrollo
concentrador de ingresos, que extenuaba los recursos naturales y
producía muchos residuos del proceso industrial y del consumo.
En este proceso de industrialización,
la naturaleza fue simbólicamente opuesta a la civilización;
por lo tanto, cuanto más civilizada se tornaba la sociedad,
menos señales del mundo natural ella debería mantener.
La idea de que la naturaleza existe para (y solamente para) satisfacer
las necesidades humanas aún subyace como paradigma ambiental
dominante, aunque ya no más con carácter monopolizador
(MOURA, 2002).
Schramm,, ya en la década
de los 70, señalaba la relación entre la visibilidad
de la ecología como tema público y el rol de la cobertura
de la prensa (SCHRAMM, 1971). Esta percepción apunta para
la comprensión de los motivos por los cuales la prensa viene
siendo objeto de atención del movimiento ambientalista y
de las instituciones internacionales, en el sentido de dar destaque
a la cuestión del riesgo3.
El desarrollo industrial global,
acelerado a partir de los mediados del siglo XX, es señalado
por vario autores (SILVER &DeFRIES, 1990; BECH,1992; GIDDENS,
1991) como responsable por la mayoría de los riesgos enfrentados
por la sociedad moderna. La convivencia con riesgos de origen tecnológica,
científica o ambiental es una herencia del siglo XX, el siglo
en el cual se intensificó la extracción y la degradación
ambiental; en lo que parte significativa de los recursos naturales
fue puesta a servicio de la producción de energía,
del pensamiento industrial o del depósito de residuos de
industrialización y del consumo (basura industrial y basura
doméstica).
Este modelo de desarrollo resultó
en la Sociedad de Riesgo, afirman los sociólogos
Ulrich Beck (1992) y Anthony Giddens (1991). Para ambos, la sociedad
moderna genera el fenómeno de la modernidad reflexiva, la
que, al tiempo en que multiplica las situaciones de riesgo, también
estimula a un posicionamiento crítico respecto suyo, por
mecanismo de la reflexividad. Todo ese proceso de crecimiento de
los riesgos, y la creciente percepción de la opinión
pública sobre él, coincide con la entrada en la tercera
fase del desarrollo científico-tecnológico (FREEMAN,
1995), período en lo cual los temas ecológicos, la
calidad de vida y la cuestión ambiental son prioritarios
en el debate social.
Comunicación de Riesgo
y la agenda de los acuerdos internacionales y movimientos sociales
El paradigma de explotación de los recursos naturales, que,
por lo general, tiene nada más que el interés económico
como principio y fin de todas sus acciones, de ahora en delante
tiene que dialogar con un paradigma emergente que, sin excluir la
búsqueda por la ganancia y generación de riquezas,
privilegia otros elementos del complejo socio-ambiental, como la
calidad de vida y la sostenibilidad. Este conjunto de actores sociales
viene buscando una alianza pública internacional por la resolución
de los problemas socio-ambientales, y de los problemas de origen
científico-tecnológica. Dicha alianza aumenta el grado
de capital simbólico a cada solución puesta en práctica
con el sentido de resolver estos problemas. El histórico
de estos diagnósticos propició el surgimiento de un
nuevo paradigma ambiental que da más énfasis al potencial
de la información ambiental para la educación, la
prevención y la transferencia de tecnología (ERCEGOVAC,
1992).
Viola, (1996, pp 27-28) lista diversas
instituciones, organizaciones y movimientos que emergen de la histórica
preocupación pública con el deterioro ambiental:
1) organizaciones no gubernamentales
y grupos comunitarios, muchos de ellos actuantes en escala internacional;
2) agencias estatales, federales, estaduales y municipales dedicadas
a la protección ambiental;
3) grupos e instituciones científicas que investigan los
problemas ambientales;
4) administradores y gerentes de los procesos productivos que contemplan
la eficiencia del uso de materiales, la conservación de la
energía, la reducción de la contaminación,
el ecodesign y la calidad total;
5) mercado consumidor verde (agricultura orgánica, vehículos
y electrodomésticos de alta eficiencia energética,
papel reciclado, recipiente reutilizables, productos frutos de tecnologías
limpias y materias primas producidas de modo sostenible;
6) sellos verdes e ISO14000 – agencias y tratados internacionales,
como el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la convención
de Viena-Montreal para la protección de la capa de ozono,
la convención de Basel sobre el comercio de residuos tóxicos
y las Convenciones del Río sobre el cambio climático
y biodiversidad, destinados a resolver los problemas ambientales
que se expanden más allá de las fronteras nacionales.
Comunicación del
Riesgo y la alianza de los Media con el Sector Productivo para el
establecimiento de la agenda
Desde los mediados de la década de los 60, el tema
socio-ambiental viene siendo muy enfatizado por los media,
no solo en campañas de promoción de los productos,
empresas o proyectos ambientales, cuanto en la cobertura periodística
(problemas ambientales, soluciones sostenibles) y también
en la industria del entretenimiento (juegos electrónicos
en CD-ROMs, películas, animaciones, series televisivas, portales
de internet).
A sabiendas de los riesgos creados
por la acción humana, los sectores sociales organizados reivindican
de los media que abran espacios para la interlocución
de dichos temas. Asimismo, ONGs ambientalistas y sociedades de científicos
con postura crítica, como la SGR (Sociedad de Científicos
por la Responsabilidad Global), por ejemplo, buscan abrir espacios
alternativos de comunicación (boletines, sitios, revistas)
en busca de visibilidad, o procuran incluir temas científicos
en los media (como el movimiento de científicos
por la firma del Protocolo de Kioto).
Comunicación de Riesgos
y Tecnologías Sociales
El diagnóstico de los límites
del crecimiento económico, simultáneamente, dividió
espacio con las señales de que la acción preventiva
también podía ser lucrativa en términos económicos.
El primer motivo para esa identificación fueron los perjuicios
significativos con la recuperación de los daños ambientales.
Muy resumidamente, se concluyó que es más económico
evitar o minimizar ciertos impactos ambientales. En la década
de los 80, por ejemplo, el programa norteamericano Superfund, que
reunió capital público y privado, invirtió
20 mil millones de dólares entre 1981 y 1992 en la recuperación
de áreas en que eran arrojadas residuos tóxicos (DEMAJOROVIC,
2003). En este mismo período, tres derrames químicos
(en Bophal, 1984; en la usina de Chernobyl, 1986; y en Alaska, 1992)
tuvieron repercusión internacional y contribuyeron para la
contabilidad de los perjuicios advenidos de los daños ambientales
y riesgos tecnológicos.
Pero, no solamente la evitación
de multas y gastos con recuperación constituyeron perspectivas
de lucros para ese sistema económico. Cuatro otros factores
también fueron relevantes: i) estímulos al sistema
productivo, como, por ejemplo, las Normas ISO y los certificados
ambientales; ii) la disposición de los consumidores para
comprar productos menos dañosos al medio ambiente y a la
calidad de vida; iii) la exigencia del consumidor de que las empresas
incorporen tecnologías sostenibles; iv) finalmente, el capital
simbólico que pasó a ser asociado al consumo verde,
lo cual es revertido para la imagen de la empresa, del producto
y/o proceso.
Delante del diagnóstico
de los límites del crecimiento económico basado en
el modelo alto consumo /alta producción de impacto ambiental,
de un lado, y de los lucros directos o indirectos de una posición
más responsable en términos socio-ambientales de otro,
el sistema productivo pasó a se organizar para mantenerse
en funcionamiento. Ni todos los países incorporan dichos
cambios al mismo tiempo. El ingreso del sistema productivo en las
prácticas de mayor cuidado ambiental depende de un conjunto
que incluye la legislación ambiental (sus características
y su efectiva aplicación); las tecnologías ambientalmente
limpias desarrolladas, testadas y disponibles; un empresariado informado
y consciente de los beneficios para sus empresas y para el consumidor
de una acción ambientalmente correcta; y ciudadanos atentos
a las características de productos y procesos que generan
menor daño socio-ambiental.
Comunicación del
Riesgo y Derechos del Ciudadano
El consumo ecológicamente correcto produce sobre el consumidor,
el producto, y la empresa o proyecto, efectos simbólicos
advenidos del capital económico, social o cultural asociados
a tales empresas, productos o proyectos que circulan en el mercado
verde. El consumidor, pasado el choque de los años 80, de
saber que el Planeta Tierra no soportaría (y de hecho, no
lo soporta) el impacto de la acción humana de proporciones
cumulativas (SILVER & DeFRIES, 1990), con la entrada del mercado
verde, se re-posiciona en un nuevo lugar de consumo, asociado al
nuevo capital simbólico.
El modelo de consumo “más
es mejor” (más productos, más bienes, más
capital, más residuos) pasó a ser contrastado con
el modelo de consumo “menos es mejor” (menos contaminantes,
menos residuos, menos depredación ambiental).
Un consumidor más exigente4,
con mayores expectativas cuanto al impacto ambiental del producto
que adquiere es, al lado del mercado internacional que valora la
certificación ambiental para fines de importación,
un factor de impulsión y fortalecimiento del montante de
capital simbólico5 asociado
al consumo ecológicamente correcto y a la reducción
de los riesgos científicos y tecnológicos a los cuales
la sociedad está expuesta y, por ende, de las empresas e
instituciones de este campo.
Comunicación de Riesgo
como principio sobre ‘lo que observar’
Retomando principios de la década de los 70, una sucesión
de acuerdos internacionales, los movimientos ambientalistas, la
comunidad de científicos y los cambios de hábito de
los consumidores, al lado de varios de los factores ya mencionados,
crearon una verdadera agenda pública internacional sobre
‘lo que observar’, en términos de riesgo científico-tecnológico
y ambiental. Sin embargo, este escenario es ocupado por actores
bastante diversificados, así como sus intereses:
El medio ambiente es el centro
de una disputa de poder en este final de siglo. Los empresarios
están logrando robar la bandera de los movimientos ecológicos.
Las palabras de orden ahora son costo ambiental y asociación.
Las empresas no sólo descubrieron que pueden ganar mucho
dinero haciendo lo que los ecologista vienen diciendo por más
de dos décadas, como percibieron que evitar el desperdicio
e implantar tecnologías limpias es una cuestión
de supervivencia en el mercado globalizado” (VILLAR, 2003).
Sea como fuere, por estrategia de
marketing promocional de productos verdes, o por un real
enfoque de acciones sociales ecológicamente correctas etc,
se formó un trasfondo para las discusiones sobre el riesgo
científico-tecnológico y ambiental, que se puede denominar
como una ética de la prevención (MOURA,2004).
La perspectiva de prevención
viene buscando presencia, entrada en la agenda de la prensa y es
una perspectiva contraria a la del modelo anterior, lo cual preconizaba
el dominio y la conquista de las formas de vida del mundo natural
por el proceso civilizador de creciente urbanización e industrialización,
sin restricciones a los residuos contaminantes de este proceso.
Esta nueva perspectiva es pautada por la agenda internacional que
propone ‘lo que debe ser observado’ en términos
de temas que causan grande impacto socio-ambiental o riesgo científico-tecnológico:
desde las siempre presentes quemadas en la Floresta Amazónica
al efecto invernadero, entre otras pautas. Sin embargo, estos temas
no son sólo modismos, aunque muchos sean incorporados al
sistema productivo como marcas de productos expuestos en góndolas
de hipermercados. Más que eso, la comunicación del
riesgo, bajo esta perspectiva de la prevención, entró
en la esfera del periodismo y de los media como un todo.
Notas:
*
Trabajo presentado originalmente en Mesa Coordinada en el II Encuentro
de SBPJor, realizado en Salvador, Bahia, Brasil, noviembre de 2004.
Está aquí presentado en edición revisada y
actualizada.
1 También conocida por
el término ‘risk communication’ .
2
Hobsbawm define el período comprehendido entre 1789 a 1848
como La Era de las Revoluciones, abarcando la dupla revolución:
la Revolución Francesa de 1789 e a Revolución Industrial
(HOBSBAWM, 1986).
3 La cobertura de uno de estos
accidentes por la prensa, ocurrido en Three Mile Sland (em 1979,
nos EUA) fue objeto de estudio de Veron (1981).
4 Rolston & Benedetto (1994
apud SCHERER & POLEDNA, 2003) definen el consumidor verde a
partir de un consumo que busca anular o tornar positivo el impacto
sobre el Planeta y todo el sistema (medio ambiente y habitantes).
5
Capital simbólico, con el sentido atribuído por Bourdieu
: “Todo tipo de capital (econômico, cultural, social)
tende (em graus diferentes) a funcionar como capital simbólico
(de modo que talvez valesse a pena falar, a rigor, em efeitos
simbólicos do capital) quando alcança um reconhecimento
explícito ou prático, o de um habitus estruturado
segundo as mesmas estruturas do espaço em que foi engendrado”
(BOURDIEU; 2001:295-296).
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Dra.
Dione Oliveira Moura
Coordinadora del Programa de Pos-Grado de la Faculdade de Comunicação
da Universidade de Brasília, Brasil |