Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Junio - Julio
2004

 

Número actual
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52)(55) 58645613
Fax. (52)(55) 58645613

Romance Americano*
 

Por Marta de Arévalo
Número 39

Mi abuelo vino del norte,
mi padre nació en Achar
y el ancestro de mi abuelo
vino cruzando la mar.
Mi abuela, aún la recuerdo,
reposada dignidad,
estirpe de fundadores
desde su Melo natal.

Trajo mi abuelo italiano
nostalgias de su olivar.
Plantó hijos junto a sueños
y vio centenaria edad.
Sangre española y charrúa,
mi abuela materna al dar
la vida a mi madre dióme
esta raíz ancestral.

Un abuelo labró mi tierra
con amor y dignidad.
Con el sudor de su frente
gozaba su pan en paz.
El otro, enhebrando sueños
saciaba su sed de andar,
polvoriento de caminos
yendo en paz a comerciar.

Mis dos abuelas raíces
eran tierra para amar.
Dieron hijos a la vida
y duermen la muerte ya.
Una me enseño la trovas
antiguas de Portugal,
la otra, silencios indios
y algún romance casual.


Crisol de sangres mi sangre,
¿quién mi pudiera contar
desde qué remoto origen
viene gozando a cantar?
Piel trigueña por de fuera
y por dentro, eternidad.
¿De dónde llegó el ancestro
que me hace llanto y soñar?

¿De dónde vino el ancestro
que mi lengua hace vibrar
diciendo sueños tremendos
y visiones de otro lar?
De lenguas que desconozco
oraciones siento hablar
y late en mi sangre nueva
una voz universal.
¿Fue tal vez aquel trovero
rey Denís de Portugal
quién me donó este legado
cual agua de manantial?
Fuera tal vez gen egipcio
que en misterioso ambular
integrado a mi materia
trae memorias de otra edad?

Tal vez la España guerrera
o la España cultural
me dio este orgullo de casta
vocación de arte real.
¿O fue el indio legendario,
taciturno en hosquedad
quien me dio el amor al árbol
y el gusto a la soledad?

Soy la tierra americana,
crisol de oscuro metal,
devota y supersticiosa,
impenetrable y cabal.
Tengo por espejo un río
tan ancho como la mar
y bullendo en mis entrañas
llevo el fuego de un volcán.

Por los ojos del Salado
hablo mi voz primordial
y del Iguazú en la risa
canto la luz inicial.
En la sabana infinita
dilato la soledad
y al centro, entre bananeros
tengo entraña mineral.

Las leyendas de El Dorado
y las ruinas de Anahuac,
Amazonas profanado
y el sigiloso jaguar
levantan silencios indios
cual si quisieran gritar.
En el sur ruge el Pampero,
velan dioses en Tikal.

Desando silbos de quenas
en orquídeas de ansiedad
y roja soy con los ceibos
a orillas del Uruguay.
Caminos del continente
vieron mi cobre pasar
silencioso como el puma
y como el tiempo fugaz.

Aunque a veces me conozco
no sé de mi ser real.
Me pienso en alas de ensueño
y me pierdo en el volar.
Nacida estoy ha milenios
y no por casualidad
voy develando secretos
que ni yo sé donde están.

Voy mirando al infinito
con pupila sin mirar,
estoy muerta de hace tiempo
viviendo en mi ser total.
Hablo los nombres dormidos
nombrando mi identidad
y más hablo si es que callo
que si me pongo a nombrar.

Pampa inmensa, verde selva,
ríos un mar a otro mar.
En secretos cementerios
duermen mis muertos en paz.
En las tumbas profanadas
oro y máscara ritual,
entre las tumban no halladas
sabe el secreto callar.

América, América antigua
sabe en silencio rezar
invocando lunas rojas
por un Dios universal.
Mienten el mito inventado
y el arqueólogo rapaz,
sólo los textos de piedra
conocen la gran verdad!

Oculta está en las entrañas
espinosas del nopal
y en los silencios profundos
de los viejos aimarás.
La gritan a voz callando
los silbidos del sabiá
y las paredes salinas
de la audaz Zipaquirá.

Cerbatanas longicañas
de cubierta palmeral
la dicen mientras curvadas
le dan caza al animal.
los secretos contenidos
en el lago de Atitlán
y montículos de tierra
todavía sin hollar.

Soy la tierra americana
conquistada y sin violar,
virgen de siete secretos
desde el austro a Canadá.
Me habitan los hombres blancos
que hablan lengua de otro lar
y los mestizos cenceños
que mezclan lengua ancestral.

Pero ni el uno ni el otro
conocen mi yo esencial
que enroscado en la ananconda
vigila en abrazo audaz.
Pues mi secreto dormido
tan sólo se lo he de dar
al hombre de manos limpias
que sepa vivir en paz.

Hubo un tiempo entre los tiempos
de la antigua humanidad
en que los hombres de cobre,
unidos y en libertad,
hablaban la misma lengua,
comían el mismo pan.
En paz gestaban sus hijos
y sembraban su solar.

Fue antes de tiempo mayas,
antes del dios Quetzalcoatl,
antes del culto del Inti
y de armadura en metal.
Fue en un tiempo muy remoto
que en mi gen grabado está,
claro llega a mi memoria
y oscuro se va fugaz.

Cuando el tiempo desperece
esta raíz de verdad,
iré creciendo en la savia
del árbol de nunca más.
Seré semilla volando
hacia la tierra total
y creceré entre el silencio
fragante de luz astral.

Mas, mi América cantando
su canto de azul y sal,
morena de raza arisca,
se abrirá de mar a mar.
Y al mostrar su herida amarga,
muy dulce amanecerá,
virgen de miel de guayabos
y corazón de ananá.

* Del libro "Tierra América" Poema distinguido con Mención de Honor Especial (fuera de concurso por su extensión) en el Segundo Certamen Juegos Florales de la ciudad de Venado Tuerto, Santa Fe, Argentina, en 1978.


Marta de Arévalo
Escritora uruguaya.