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Por Juan Carlos Bonilla
Número 36
Un día, asqueado de
la rutina y lo cotidiano del domingo, decidí salir a caminar
alrededor de un viejo parque cerca de mi casa, esto no rompía
con la rutina, por que igualmente era cotidiano estar aburrido en
domingo y buscar válvulas de escape, así fuera saliendo
a caminar en un estúpido parque. Lo que sucedió ese
día no fue nada especial, a lo mejor un poco fuera de la
rutina, pero sin ningún encanto que lo diferenciara de cualquier
otro día. Como ya lo dije, salí a caminar, después
de andar un buen rato vagando por ahí con la mente totalmente
en blanco, decidí sentarme a lado de un viejo que parecía
estar meditando desde hace ya algunas horas, quizás días
y pintar un cuadro en mi mente, él estaba tan sucio como
un típico vagabundo del Centro de la Ciudad de México,
que si hubiera estado ahí desde hace años no hubiera
importado, el olor y el aspecto roído hubieran sido exactamente
lo mismo. Decidí sentarme a su lado por que esas personas
suelen estar tan sumergidas en sus recuerdos y sus pedos que la
presencia de los demás pasa desapercibida. Intenté
llegar al estado de letargo que el viejo advertía en su mirada,
quería que las personas y la asquerosa pasividad de aquella
tarde de domingo pasaran tan inadvertidas como el "big brother"
para mi compañero de banca (ese pensamiento llegó
a mí en una especie de burla, por que sabía que el
viejo al no tener casa menos iba a tener televisión para
ver el estúpido programa aquel, esto en una especie de redención
accidental, tal vez se salve de más cosas de las que se pierde).
Seguí esforzándome cual monje tibetano en la búsqueda
de la eternidad, cuando me sorprendió la voz del personaje
adjunto, lo único que dijo fue, soy Dios. No tuve por que
dudar de su palabra, era tal y como me lo imaginaba, o como se lo
imaginaría cualquier persona que analizara el discurso ideológico
de la Biblia, tampoco sentí ganas de preguntarle por qué
el mundo estaba hecho una mierda, o por que los domingos eran una
especie de burla para mi, a lo mejor tenía la duda de si
Stalin la llevaba chido con Lou Reed y obviamente si éste
seguiría echándole ganas en su conquista con el rey
lagarto y Andy Warhol, pero la verdad me dio tedio traducido en
hueva iniciar una polémica en cuanto a gustos artísticos
mezclados con homosexualidad latente y descarada, mucho menos le
pregunté cuándo iba a morir o cuándo y de quién
me iba a enamorar de verdad, si existía esa posibilidad,
supuse que eran preguntas de las que ya estaría tan asqueado
como yo de aquel día, sería como preguntarle cuándo
se iba a acabar el mundo, pero me dio miedo que me respondiera que
mañana sería el gran día, sobre todo por que
la moda de hoy es la guerra como retro de la naturaleza animal del
hombre político, lo único que se me ocurrió
preguntarle era si quería un poco de la marihuana que traía
en el bolsillo, eso si sería algo interesante y de que presumir,
yo fumé marihuana con Dios mientras me revelaba los misterios
del universo, lo pensé pero después recordé
el escepticismo humano y lo dejé en que nadie iba a creerme.
El viejo desenmascarado, ahora como Dios (como si viéramos
a Bruno Díaz cambiar su traje por el de Batman en pleno zócalo
de Ciudad Gótica), me dijo que estaba bien, que la hierva
salomónica no se le niega a nadie y que fumaría pero
sólo si yo forjaba el churro, lo forjé y lo fumamos,
con toda naturalidad y sin ningún miedo a que nos viera algún
tira, supuse que si estaba con Dios nada podría pasar. Guardamos
silencio durante aproximadamente treinta minutos, hasta que él
rompió con la ausencia de palabras y me dijo que fumar hierba
no estaba del todo bien, que cada vez que una persona la fuma crea
mundos en una realidad aparte, que yo estaba creando un mundo en
mi viaje psicotrópico dentro del cosmos que él ya
había creado, que yo estaba jugando a ser Dios, que el mundo
que estábamos pisando y en el cual estábamos violando
las leyes en contra del consumo de la marihuana, era la imaginación
de él un día que fumó demasiado café,
que cada vez que alguien se pachequea, mundos nuevos, con nuevas
leyes, con nuevos habitantes y nuevo polvo en el viento se están
formando en algún lugar de la galaxia de la imaginación
colectiva.
Seguramente yo estaba tan drogado
que no le entendía muy bien, pero llegué a entenderlo
mejor cuando me dijo que estaba arrepentido, que por este maldito
vicio había condenado a niños, ancianos y mujeres
a vivir en un mundo enfermo, que su viaje había sido tan
patológico que los personajes de su mundo psicodélico
habían superado la mente del creador y pseudomnipotente,
ya que ni siquiera el peor de los jonkis sería capaz de imaginar
las guerras, las violaciones, las bombas atómicas, el hambre
el odio, el fanatismo, las filias, las torturas, el egoísmo,
el fascismo, la opulencia, el miedo y todas las creaciones viscerales
de las que son víctimas tantas y tantas personas. Lo entendí
y arrojé el cigarrillo al piso mientras el viejo impotente
ante la desgracia de su creación me pedía disculpas
y se retiraba, seguramente a disculparse frente a cuanta persona
se encontrara en el camino de aquí a medio oriente.
Me sentía extraño,
primero por saber que tan fuerte era esta hierbita vaciladora, es
impresionante, estaba tan admirado que si no hubiera tenido un nudo
en la garganta, hubiera suspirado hondamente y dicho ¡wow!
También sentía un extraño hormigueo en el estómago
por saber que todas las historias, los paradigmas y los mitos que
se forman alrededor de Dios, son simplemente mentiras e ideas absurdas
de omnipotencia cual Demian charlatán de un Sinclair, ya
que Dios es como cualquier otro inventor o drugo, de que si Einstein
supiera que sus grandes inventos y descubrimientos sirvieron para
crear la gran bomba que estalló en Hiroshima, estaría
todavía en este momento golpeándose la guilibera muy
Kubrik (cabeza) contra su ataúd hasta poder olvidar su culpa.
Al verme ahora desilusionado y decepcionado
por mi nuevo descubrimiento celestial, no pude sentirme igual un
tanto desprotegido, y en ese preciso momento, se acercó una
patrulla, seguramente alterada por algún peatón con
un gran sentido del deber cívico, así que me subieron
dos gentiles caballeros a punta de chingados y golpes, cual ladrón
o secuestrador. Ahora ya no estoy en la cárcel, estoy metamorfeándome
de narciso a loco y de loco a narciso y narciso a loco y de loco
a narciso y de narciso a loco y de loco a narciso en esta mi pintura
que desde que conocí a Dios no puedo quitarme de la cabeza
maldito seas Dalí te robaste mi futuro.
Inspirado en la obra de Dalí:
-Metamorfosis de narciso,
1937. El mito de Narciso resulta especialmente grato a Dalí,
cuya egolatría es un concepto clave para su obra, por otro
lado, con la confusión entre la imagen reflejada en el agua
del estanque y la imagen real, con la muerte al fondo, es casi un
emblema del enigma que se esconde tras las imágenes dobles.
Juan
Carlos Bonilla
Estudiante de Ciencias de la
Comunicación en el Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México, México. |