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Por Alejandro Ocampo
Número 25
Llegó el 2002, la guerra
contra el terrorismo continúa, el "gabinetazo"
hace ajustes, los impuestos son una especie de frijoles mágicos
que una noche crecieron, Argentina pasa por la más severa
crisis de su historia -un fuerte y solidario abrazo para ellos-
y es un espejo latente para todo el mundo, el Euro entró
en circulación; pero como diría Galileo "¡Y
sin embargo, se mueve!".
A este 2002 cargado de esperanzas
y sueños lo inauguramos con un extraordinario número
coordinado por Lorena Zaldívar de la Universidad Latina de
América, quien se dió a la tarea de analizar qué
imaginamos acerca de nuestro papel en la sociedad.
¿Activamente históricos?
Definitivamente sí, pero ¿cómo? ¿en
qué medida? Paulo Freire, con su insistencia característica,
asevera que el docente no debe ser sólo un transmisor de
conocimientos, sino una persona que goza de la compleja tarea de
hacer que los alumnos pasen de la curiosidad ingenua a la curiosidad
crítica, epistemológica. Aquí pues existe una
gran reto para los académicos, docentes y en general para
toda la comunidad de la Comunicación, pues además
de comunicólogos, los estudiantes también son personas,
lo que definitivamente supone su participación dentro de
la sociedad.
La división del trabajo y
su consecuencia, la especialización, ha abierto la puerta
a nuestra amada y odiada profesión. Hoy, la comunicación
y en especial la carrera de Ciencias de la Comunicación se
abré al nuevo milenio con las oportunidades más amplias
de toda la historia, sería correspondiente que goce también,
de los mejores especialistas de su historia, que ojalá sean
superados por los que vendrán más adelante aún.
Bajo este marco, la comunicación deja de ser un medio y se
convierte en un fin en sí misma. La posibilidad de trascender
al tiempo la hace aún más grande.
Participar activamente en la construcción
de la sociedad del siglo XXI le da al comunicólogo una especial
y estratégica posición. Si las ideas de Freire se
aplican y cada vez más se desarrolla la actitud crítica,
siempre acompañada de una propuesta nueva y una más
desarrollada visión para descubrir áreas de oportunidad;
la comunidad de la Comuniación recuperará su razón
de ser y su valor en la sociedad al entregar mejores profesionales,
pero sobre todo: mejores personas.
Así pues, exploremos los
imaginarios sociales, desde las expectativas laborales, muy difusas
hoy en día, hasta las campañas políticas, la
educación y nosotros mismos.
Como último punto, un profundo
agradeciemiento y la más cordial bienvanida a nuestro renovado
Consejo Editorial. Es un honor contar con todos ustedes.
Un abrazo
Alejandro
Ocampo
Director de Razón y Palabra |