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Por Carmen
Fragano, Rosalba Cruz
Número 20
Presentación
A lo largo de la historia el avance
tecnológico ha originado diversas transformaciones en las
áreas del trabajo humano. La actual masificación tecnológica
–representada, entre otras cosas, por el uso de la computadora–
ha influido en la metamorfosis del trabajo en muchos sectores y
el editorial es uno de ellos. Podríamos decir que nos encontramos
en una situación similar a la que experimentaron los lectores
de otros siglos al tener que transitar del libro manuscrito al impreso,
o del rollo de papiro al libro encuadernado.
A la par de las
nuevas tecnologías, nacen otras formas de concebir y escribir
un libro. Ahora la pantalla electrónica ofrece una gama de
dimensiones que permite manipular los textos a voluntad. El placer
y beneficio de la lectura en papel es un acto que aún tardará
en ser totalmente desplazado, a pesar de que las nuevas generaciones
se adaptan mejor a los formatos electrónicos y –contrario
a lo que se piensa– cada vez se acercan más a la lectura
en la pantalla de una computadora.
La tecnología
ha modificado la cultura que rodea al libro, las librerías,
la industria editorial, las bibliotecas[1]
y la difusión de libro. Simplifica las tareas, disminuye
distancias y economiza costos y tiempo. Cada uno de estos temas
nos puede llevar a múltiples reflexiones y, aunque es muy
tentador especular sobre los cambios sociológicos que enfrentaremos,
este texto aborda solamente la manera cómo han irrumpido
las nuevas tecnologías en el trabajo de edición y
propone algunas recomendaciones de cómo ha de ser la edición
electrónica de libros en línea, con el fin de ofrecer
al lector mayor legibilidad al leer en pantalla.
La tecnología
en edición de libros
Los avances tecnológicos
han contribuido a renovar, por un lado, el método tradicional
de edición y, por otro, han generado un nuevo concepto de
trabajo editorial destinado a la edición electrónica.
Es decir, para la manufactura de libros en papel existe un trabajo
editorial basado en métodos tradicionales, pero apoyado en
la tecnología moderna. En cambio para los libros en disco
compacto o en red se están conformando normas que, en algunos
aspectos, recuperan parcialmente el trabajo tradicional de las artes
gráficas.
En el trabajo editorial
los aportes tecnológicos agilizan el proceso de publicación:
escritura, captura, corrección, composición tipográfica,
diseño, formación e impresión. Desde que el
autor redacta su texto en la computadora está ahorrando una
fase del trabajo editorial que era la captura. La máquina
también permite llevar a cabo la corrección de estilo
en pantalla y realizar comparaciones entre las distintas versiones
de un escrito, todo apoyado con diccionarios especializados en distintos
temas que se cargan al software.
En cuanto a la composición
tipográfica, los nuevos programas han eliminado la necesidad
de la fotocomposición. Al contar con un documento previamente
capturado y corregido, han disminuido los márgenes de error
en la formación y, sobre todo, se erradica cada vez más
el fantasma de las erratas, los empastelados, letras rotas, líneas
repetidas y demás monstruos tipográficos. [2]
Los sistemas de
impresión también se han beneficiado de la tecnología
que permite la tirada directa desde archivos ubicados en la computadora.
Ahora es posible imprimir libros al momento, proceso conocido como
impresión por demanda, a menores costos y mejor calidad,
puesto que cada libro es un original. Esta modalidad beneficia fundamentalmente
a los trabajos académicos con temas especializados y a editoriales
que manejan a autores cuya obra tiene poca demanda.
Como en cualquier
oficio, se requieren conocimientos que eviten la improvisación
y, por ende, los malos resultados. Por desgracia, muchos se han
lanzado a editar libros atribuyendo a la computadora posibilidades
mágicas, ignorando el conocimiento legado por los tipógrafos
de antaño y que ahora son desconocidos por muchos de quienes
aplican las nuevas tecnologías al trabajo editorial.
El libro electrónico
Respecto de los
libros que se editan en soporte electrónico, para ser leídos
en una pantalla, existen dos tipos: los que se publican en Internet
y los editados en discos compactos. Ambos tipos se conocen como
e-books –o libros electrónicos–, y comúnmente
constituyen una nueva versión de una obra que anteriormente
había sido impresa en papel.
Los CD’s también
presentan sus variantes: a) aquellos concebidos para trabajar como
sistemas multimedia o interactivos, que facilita la consulta o la
hacen más atractiva –que básicamente incluyen atlas,
diccionarios y enciclopedias–, y b) los que constituyen textos extensos
en donde no se requiere tanto de la interactividad, conformados
generalmente por estudios monográficos, obras literarias
y trabajos académicos.
Entre los libros
editados en páginas electrónicas también encontramos
dos tipos:
1) aquellos que
han sido llevados del papel a la pantalla, en cuyo caso se digitaliza
un texto, se "sube" a una página electrónica
y se le destina un uso específico, ya sea que sólo
se pueda leer, se pueda comprar vía red o se pueda bajar
a un disco duro. Aquí se incluyen clásicos de la literatura
o de la ciencia política que ya se pueden consultar gratuitamente,
como son las obras de Shakespeare, John Milton, Miguel de Cervantes,
Dante, Esquilo, Maquiavelo, Rousseau, etcétera.
b) El otro tipo
de libros en páginas electrónicas son aquellos escritos
especialmente para la red. Éstos comprenden, en su mayoría,
obras de autores que aprovechan el medio para promoverse sin demasiados
costos.[3]
También se incluyen aquí las cibernovelas donde
los visitantes participan en la modificación de la trama,
personajes y final de las historias, creando así una nueva
modalidad de interacción en la lectura de un mismo texto.
Por otro lado, ciertos autores reconocidos que están valorando
la importancia de estos medios para la venta de sus obras: Stephen
King tiene varios títulos dispuestos en línea donde
se cobra por los derechos de lectura; sin embargo, el lector no
puede imprimirla en papel ni bajarla al disco duro de su computadora.
Simplemente se le vende la oportunidad de leerla en pantalla durante
cierto tiempo.
Las nuevas tecnologías
buscan cada día más emular el formato del libro tradicional,
sólo que ahora con mayores posibilidades de almacenamiento
de información en un mismo sistema de reproducción.
Actualmente existen en el mercado máquinas que cuestan alrededor
de 300 dólares que reproducen libros electrónicos
en formatos fijos para ser leídos en pequeñas pantallas
portátiles que imitan el proceso de lectura de un libro en
papel: desde la forma de pasar las hojas, hasta la posibilidad de
subrayar el texto mediante una pluma digital e incluso realizar
anotaciones en la pantalla, para posteriormente recuperar la información
en forma organizada.
La edición electrónica
El proceso de edición
de un libro para ser leído en medios digitales se conoce
como edición electrónica. Constituye un conjunto de
procedimientos y pasos previos para la publicación de un
texto en cd o en la red. Aún hay que definir muchos conceptos
relacionados con la edición electrónica de libros.
Por ejemplo, aunque el término "libro" no se adecua
a los nuevos sistemas –en el sentido de que se le define como el
"conjunto de muchas hojas de papel, impresas y encuadernadas
juntas, con una cubierta de papel, cartón, piel o madera"-,
se sigue empleando el término para designar a las nuevas
publicaciones en disco compacto o en red. Lo mismo sucede en materia
de derechos de autor y asignación de números ISBN.
En muchos campos se sigue trabajando con los conceptos propios de
los libros tradicionales.
Ante las necesidades
de redefinición, surgen nuevos términos relacionados
con los sitios en el ciberespacio, como el de los portales
electrónicos que son páginas que ofrecen al visitante
la entrada a diversos servicios especializados relacionados con
un mismo tema. Los libros en red se encuentran mayormente vinculados
a páginas de librerías, como en el caso de Amazon,
que ofrece –además de la venta de libros impresos–, la lectura
gratuita de publicaciones; o el Círculo de lectores, que
posee un extenso catálogo de libros de actualidad en español.
La presentación de acervos bibliográficos es cada
vez más común en la red. La tendencia es llevar el
documento al usuario sin necesidad de que éste se desplace.
Uno de los proyectos más interesantes, referentes a libros
de habla hispana, lo representa el Portal Cervantes, que
constituye una antesala a la obtención de servicios de información,
consulta y venta de libros electrónicos en distintos países
de habla hispana.
Recomendaciones para la edición
electrónica
Basándonos
en el conocimiento tradicional de la edición de libros académicos
en papel y el acercamiento, aplicación y análisis
de los nuevos métodos, a continuación se enuncian
algunas recomendaciones que deben ser consideradas por quienes se
dedican a elaborar documentos para sistemas digitales:
- La composición en
bandera o justificada a la izquierda, cuyas líneas no tienen
una longitud rigurosa, es la más adecuada para los textos
en libros electrónicos. Esta alineación ayuda al
ojo para que no se pierda fácilmente al recorrer y pasar
de una línea a otra.
- Las bibliografías pueden
presentarse tal como se hace en papel, sólo que en aquellas
ordenadas alfabéticamente se recomienda repetir el nombre
del autor, para que el lector no tenga que estar regresando a
la referencia. La primera línea deberá sobresalir
por la izquierda en párrafo francés.
- Para la pantalla, el empleo de
blancos se aplica basándose en algunos principios fundamentales
con el fin de dar mayor comodidad de la lectura. En los libros
electrónicos el campo la distribución de los blancos
es variable, pero los editores de texto permiten modificar ciertos
espacios de acuerdo con un diseño predeterminado que guarde
el equilibrio visual en pantalla.
- Algunos elementos tipográficos
siguen siendo útiles como: sangrías, corondeles,
blancos entre párrafos, etcétera. Otros, como medianiles,
líneas viudas o huérfanos, ya no son motivo de preocupación.
- En la composición de textos
de carácter académico, se está eliminando
el uso de números volados y se opta por incluirlos entre
paréntesis. La ventaja es que –mediante un código
html– al posicionar el mouse en la zona de número aparece
un marco desplegable que presenta la información correspondiente,
sin necesidad de trasladarse hasta el final del documento.
- Los diseñadores prefieren
para estas páginas el uso de las familias Times o Arial,
sin considerar otras posibilidades. Aunque los editores están
predeterminados con la Times de 12 puntos, es recomendable emplear
otros tipos como son las familias con patines, con tamaños
menores a 12 puntos. Algunos optan por insertar los textos sin
mayor codificación para que se adapte a la personalización
que el lector dé a su pantalla. El editor debiera incluir
recomendaciones al lector al inicio del texto para que ajuste
el tamaño del visualizador y de la tipografía. Este
texto propone que –mediante el visualizador de páginas
Netscape–, el lector haga su propio ajuste para leer cómodamente
un libro electrónico, publicado en Internet, de la siguiente
forma: en el menú Edición>preferencias>apariencia>tipos
de letra anchura variable elija cualquier familia tipográfica
con patines como Garamond, Book Antigua, Bookman Old Style o Times
New Roman, en 12 puntos. Existe otra forma sencilla de aumentar
el tamaño de su tipografía en la pantalla: en el
menú Ver>aumentar el tamaño de la letra, se
pulsan las veces necesarias hasta lograr el tamaño deseado,
siempre y cuando las líneas se vean completas en la pantalla.
- Los frisos o viñetas –tan
utilizados en los siglos xvii y xviii–, tienden a reaparecer cada
vez más al principiar un capítulo en los libros
electrónicos. Solamente que ya no tiene mucho sentido saber
que no deben sobrepasar la octava parte de la altura de la página.
Lo mismo sucede con las filigranas o marcas de agua que estuvieron
muy de moda a finales del XIX.
- Los índices ya no refieren
a una página sino a todo el texto mediante ligas o links.
- Aunque no existe propiamente
una caja de composición, sí hay que marcar retículas
para saber dónde y qué tamaño ocuparán
algunos elementos; no hay límite para las medidas de alto
de la composición, pero sí lo hay para el ancho
de ella.
- Es recomendable usar de 10 a
12 palabras por línea, incluso 15 en textos de una sola
columna. Para dos o más columnas, el promedio ideal es
de 5 a 8 palabras por línea.
Derechos de Autor
En 1984, la Unión
Internacional de Editores celebró en la ciudad de México
su vigésimosegundo congreso. Al reconocer los complejos cambios
que se estaban produciendo en el terreno de las nuevas tecnologías,
ahí se sugirió a los editores la promoción
de una legislación adecuada para la protección del
derecho de autor, tanto en el caso de soporte impreso como en el
de materiales magnéticos o electrónicos, así
como los originados por cualquier innovación tecnológica.[4]
En México, el interés de los editores tuvo respuesta
trece años después, en 1997, cuando se modificó
la ley del Derecho de Autor, que especifica la protección
de obras de todo tipo, cualquiera sea el medio por el que se publiquen.
Aunque la ley no especifica la obligación de asignar seriales
de ISBN para libros en red o ISSN para publicaciones periódicas
electrónicas; pareciera que la misma ley de derechos de autor
aplica a todas las obras en soporte electrónico y en internet.
A pesar de que en este tipo de ediciones han desaparecido dos elementos
que por obligación deben incluirse en los libros impresos
en papel -los colofones y la página legal-, a los libros
y las revistas electrónicas se les deberían asignar
esos seriales. No obstante, el hecho de que no exista información
acerca de los derechos de autor en una publicación een línea
no significa que no esté protegida.
En el vecino país
del norte los legisladores han dado un paso más. En octubre
de 1998, el congreso estadounidense aprobó un proyecto de
ley, aún no firmado por el presidente Clinton, denominado
Digital Millenium Copyright que incluye algunas disposiciones
para dar respuesta a dos tratados firmados en 1996 con la Organización
Mundial de Propiedad Intelectual. Contiene protección contra
la piratería, consistente en ciertos algoritmos encriptados
diseñados para evitar que se pueda "bajar" un texto,
música, video o imágenes que no hayan sido previamente
pagados. Califica como crimen distribuir o vender cualquier mecanismo
que pueda ser utilizado para burlar los sistemas de protección
de derechos de autor.[5]
No existe una ley
internacional que cubra el uso de textos en Internet, sino que se
aplican las leyes de cada país. Por ejemplo, si un texto
francés encontrado en Internet es usado en México,
estará protegido por las leyes mexicanas. El problema real
es que no es posible enterarse en dónde se estarán
usando, por no decir "pirateando", los textos. Lo que
sí importa es que los autores sepan que al ceder sus derechos
para la publicación de su texto en un libro impreso no conlleva
el derecho del editor de publicarlo en soporte electrónico.
Alguien puede ceder el derecho de publicar una obra en papel a un
editor y dar el derecho a publicar un CD a otro editor distinto.
Relacionado con
los derechos de autor, está el tema de las referencias a
un libro electrónico dentro de los trabajos académicos,
sigue rigiendo la norma de mencionar la fuente de donde se obtiene
la información. Es decir, cuando se consulta un libro electrónico,
hay que dar la referencia en una nota comenzando con el autor, el
título del libro o del artículo que se haya consultado,
el editor de la página donde se encuentre el libro y la fecha
en que se consultó la página. Sin embargo, este tema
es controvertido porque con frecuencia las fuentes de información
citadas, por necesidad, son actualizadas constantemente o borradas
de las direcciones electrónicas. De ahí que no se
le otorgue mucha confiabilidad a las referencias a páginas
electrónicas; esto último es hoy en día tema
de discusión entre especialistas como los documentalistas.
Parecería
que en cuestión de edición electrónica, la
historia ha dado la primera vuelta en reversa y empezamos a regresar
al sitio en donde empezó la historia de la escritura y del
libro. Ya no se requiere de medianiles, ni la proporción
áurea, formatos cuadrados o tabloides, tipómetro,
retícula, pruebas azules, capillas, cromalín, encuadernador,
prensista, retractilado, pastas duras, pliegos, lomos, etcétera.
En cambio, las páginas electrónicas recuperan los
frisos y las filigranas. Para el escritor moderno, la transmisión
electrónica elimina la mediación de toda una cadena
de agentes que intervenían entre la escritura y el momento
de la escritura, y que retardaba la publicación del libro.
No obstante, aún es muy temprano para determinar el rumbo
que tomará el futuro de las publicaciones.
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[1]
Hay un proyecto encabezado por la UNESCO denominado "Memoria del
Mundo". Pretende la conservación, en disco compacto, de todos los
libros publicados en el planeta; la Universidad de Colima es la
encargada en México de llevar a cabo tan inmensa tarea. Si se tomara
la decisión de abrir esta "memoria del mundo" a todos los lectores
a través de las páginas electrónicas, el futuro de las bibliotecas
tal como las conocemos ahora será el mismo que el de las librerías:
la desaparición.
[2]
¡Cuánto hubieran gozado con esta tecnología personajes como Petrarca
o Alfonso Reyes! Petrarca, que se convirtió en su propio copista
para que ninguna mano ajena corrompiera su texto con errores, faltas
y -en ciertos casos- falsificaciones. Y Alfonso Reyes, que consideraba
a la errata como el peor enemigo de los escritores: "la lepra connatural
del plomo", decía. Alfonso Reyes cayó en cama después de la aparición,
en 1922, de su obra Huellas, editada con tal cantidad de errores
que un diario escribió: "Nuestro amigo Reyes acaba de publicar un
libro de erratas acompañadas de algunos versos".
[3]
Recordemos que cuando un autor desea editar un libro deberá imprimir
mínimo 500 ejemplares para su difusión y comercialización. En cambio
la red le permite difundirlo mediante un bajo costo: al menos en
algunas páginas estadounidenses se ofrece el servicio a un precio
de 90 dólares.
[4]
"Recomendaciones del 22 Congreso de la Unión Internacional de Editores.
México, 1984", en Libros de México, México, Cámara Nacional de la
Industria Editorial Mexicana, Centro Promotor del Libro en México,
n. 1, 1985, p. 42 y 43.
[5]
Alex Pigeon, "Copyrights in the 'Digital Millennium'", en eBookNet,
, 4/05/00.
Carmen
Fragano
Rosalba Cruz
Coordinadora
de Publicaciones del Instituto de Investigaciones Históricas
de la UNAM
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