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Por Marisa Avogadro
Número
51
Nos
tocó con su varita fina y brillante; se
sintió un ¡clin, clin! y todo ya
estaba listo. Papeles había de todos los
colores: amarillos como el sol; blancos como
la luna llena; celeste cielo; verde de campo;
rojo de los rubíes; naranjas casi con
perfume a fruta y rosados como fresas maduras.
Ahora sólo
nos faltaba buscar los lápices para escribir
y mucha inspiración. Corríamos
de un lado a otro. La mesa grande, de roble,
en el medio de la habitación, esperaba
nuestras manos pequeñas y húmedas
de la emoción, para que se deslizaran
por las hojas de papel.
Lápices
preparados para escribir, dijo con voz fuerte
María. Nos juntamos todos, sacamos uno
cada uno y elegimos un papel de color. María
con el blanco de luna, escribió una poesía.
Relató una historia nocturna, romántica,
del encuentro de una rana y un sapo en la laguna.
El celeste cielo, le tocó a Nicolás
y contó como los pájaros vuelan
libres por su inmensidad. Juan nos contó
sobre su caballo Azabache y como surcaba el verde
de campo. Julia sonreía al mostrarnos
en palabras la belleza los rubíes encontrados
en las rocas. Gabriel, inundado del perfume de
las naranjas, contaba la historia de sus vacaciones
en la plantación y Rocío, con su
color favorito, el rosado, describía el
sabor de las fresas maduras.
Ya estaba listo
el material. Era cierto, el Hada no sólo
nos había traído, papeles, colores,
olores, sabores. También nos había
dejado un arco iris de ideas.
Se terminó
el libro, gritamos todos los niños
al mismo tiempo. Ya está escrito: nuestro
Viaje Imaginario. Y desde ese día,
en la aldea del Hada de la Creación, se
festeja el día de todas las personas,
grandes y pequeñas, que escriben periódicos,
poesías, que cuentan cuentos y que le
cantan a la vida, confiados de que en la tierra
reine la paz, la verdad, el amor y la armonía.
Mtra.
Marisa Avogadro
Escritora, Argentina |