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Por Eduardo Vizer
Número
40
Si
las respuestas fallan, ¡volver a las preguntas!
Introducción
El epistemólogo
húngaro Imre Lakatos –al abordar
en forma crítica la filosofía de
la ciencia de Popper- propone desarrollar líneas
estratégicas de investigación estructuradas
como Programas de Investigación (PIC,
o Programas de Investigación Científica)2.
A lo largo de
los años he intentado (a veces en forma
deliberada, y otras veces como una exploración
mas intuitiva), cultivar una línea de
reflexión crítica en relación
a ciertos presupuestos y “fundamentals”
del pensamiento sociológico, y al mismo
tiempo orientar las proposiciones y las hipótesis
de trabajo hacia una perspectiva constructivista
y pluridisciplinaria de los procesos de conocimiento.
La problemática –y las preguntas-
se han centrado sobre las relaciones
–e interdependencias mutuas- entre la formación
de estructuras y organizaciones, y la praxis
de la interacción en los vínculos
sociales (la tradición del viejo
dilema de pensar lo social desde las estructuras,
o bien desde la acción social). Pero las
nuevas hipótesis exploratorias para abordar
este dilema se orientaron hacia el desarrollo
de modelos teóricos desde una “perspectiva
comunicacional” (B. Pearce, 1994). Las
preguntas y las investigaciones se dirigieron
originariamente hacia la construcción
de un modelo de agente o sujeto en comunicación
(el modelo actor-observador) y
hacia las diversas formas y dispositivos
de comunicación y de formación
de sentido. Hacia las prácticas
de comunicación que cumplen un rol
fundamental, ya sea en la modalidad de las expresiones
discursivas, ya sea como prácticas sociales,
como contextos y matrices culturalmente institucionalizados,
o bien por medio de la estimulación mediática
permanente que -como una “ecología
informacional”- es construida a través
de las redes de los medios de comunicacón.
Las proposiciones teóricas se orientaron
hacia las relaciones de mutua interdependencia
entre los procesos de estructuración (generación
y reproducción de las estructuras sociales),
entre los procesos de interacción social,
las mediaciones de la comunicación y la
construcción de sentido y valor en la
multiplicidad de contextos de la vida social.
Generalmente
se hace difícil construir proposiciones
teóricas valiosas e innovadoras que permitan
articular en forma fructífera -y científicamente
rigurosa-, la sistematización y la coherencia
lógica sin caer en un formalismo nomológico
(en busca de “leyes universales”).
E incluir al mismo tiempo en nuestras proposiciones
lo particular, la historia, o –al decir
de Prigogine- la inevitabilidad de las transformacions
impuestas por “la flecha del tiempo”
y la complejidad creciente de nuestras sociedades.
Solamente algunos pocos padres fundadores de
la sociología lograron construir sistemas
teóricos capaces de articular fructíferamente
el pensamiento social sistemático con
las transformaciones del tiempo y la historia;
las proposiciones lógicas de las leyes
sobre las regularidades sociales, con la argumentación
siempre incierta y abierta a hipótesis
sobre las condiciones del cambio histórico,
las alternativas de la acción estratégica
y las bifurcaciones que se abren en las situaciones
de crisis (seguramente Marx y Weber se aseguran
un primer puesto en la lucidez y la riqueza de
la productividad de sus sistemas de pensamiento).
En este incierto
campo de exploración donde se cruzan disciplinas
y diversas metodologías de investigación
social, los proyectos emprendidos se han focalizado
sobre los diferentes problemas y las múltiples
dimensiones que se entrecruzan como una urdimbre
que genera estructuras, y determina la conformación
y regeneración de las relaciones sociales
y de los procesos de organización en comunidades,
instituciones, colectivos y movimientos sociales,
Asociaciones Voluntarias y Organizaciones No
Gubernamentales. Este informal “Programa”
ha requerido proseguir líneas y experiencias
de investigación sumamente variadas, intentando
no reducir la realidad multidimensional y compleja
a recortes teóricos predeterminados por
una u otra línea de pensamiento. El objetivo
por un lado consistía en desarrollar un
modelo conceptual de análisis no reduccionista
sobre conjuntos (o colectivos) sociales. Objetivo
posiblemente demasiado ambicioso pero necesario,
e iniciado muchos años atrás y
con el aporte de variadas disciplinas (fundamentalmente
a partir de la sociología, la comunicación,
la psicología, la antropología,
la semiología y la sistémica).
Las formas organizativas de los grupos humanos
son tan diversas y multifacéticas como
las modalidades vinculares de relación
y acción social, y tan ricas y cargadas
de significación, de sentido y valor como
las manifestaciones culturales, discursivas y
comunicacionales que las expresan y acompañan,
y por medio de las cuales se construyen y reconstruyen
los “mundos de la vida” (Husserl,
Habermas). Pero además del objetivo teórico,
se requería cumplir con una condición
de “aplicabilidad social” de los
conocimientos. Evitar la separación drástica
entre el saber sin el desarrollo de una práctica
operativa, o el uso de técnicas de acción
y de intervención social, pero sin un
sustento teórico fundamentado. Afortunadamente,
existían ya antecedentes que permitían
desarrollar experiencias teórico-prácticas
sumamente fructíferas centradas en metodologías
cualitativas, en la interpretación y el
análisis diagnóstico y en la práctica
de la intervención: ya sea en instituciones
y organizaciones sociales acotadas, o bien en
el desarrollo e implementación –que
podemos considerar experimentales- de técnicas
focalizadas hacia la comunidad y las poblaciones
marginales, la educación popular, la comunicación
institucional y la actual comunicación
comunitaria.
En buena medida,
tanto el campo de conocimiento como la práctica
de la investigación propuestas –antitéticas
a una perspectiva positivista-, se hubieran asociado
en las décadas de los sesenta y setenta
a la problemática propia de la “ideología”,
o bien en parte también cercanas a lo
que la antropología clásica denominó
“cultura simbólica”. Desde
la perspectiva de las teorías de la comunicación
influenciadas tanto por los paradigmas del constructivismo
radical como el social, se puede concebir la
existencia de procesos transsubjetivos que relacionan,
mediatizan y “comunican” a los sujetos
entre sí (en tanto agentes sociales) y
a las instituciones, construyendo -o destruyendo-
“universos de sentido”, operando
sobre las instituciones, las creencias y las
expectativas en la formación de valores
y normas de existencia social. La proposición
fundamental que guía esta línea
de investigación estratégica se
asienta en la hipótesis de que es posible
–y necesario- explorar un campo de problemáticas
sociales que las propias sociedades construyen
“transsubjetivamente” (mas allá
de la mera subjetividad de las conciencias individuales,
y propias del funcionamiento de los dispositivos
y las matrices culturales). Como una forma reactualizada
del “inconsciente colectivo” del
viejo Durkheim, investigamos los fundamentos
culturales e imaginarios de ciertos dispositivos
socioculturales y simbólicos por medio
de los cuales los agentes sociales (re)construyen
en sus mentes, en las prácticas y en las
instituciones, las condiciones de existencia
de las certidumbres: certezas sobre la relación
efectiva y operativa que se produce entre las
representaciones y la propia “realidad”.
Por ende, también exploramos las condiciones
para el quiebre de las creencias, las certezas
y la efectividad de las acciones sociales que
los individuos imprimen sobre las realidades
cotidianas, “construyendo y cultivando”
un habitat que Lacan llamaría “real,
simbólico e imaginario” (un habitus
social compartido expresado en las formas, los
símbolos y las señales cultural
y objetivamente reconocibles por los agentes
sociales, y que aseguran la acción y la
participación social activa para la reconstrucción
colectiva de los diversos contextos sociales
y culturales). Certezas asentadas en el "sentido
común", construidas por medio de
la acción social y el lenguaje (dos procesos
elementales de comunicación). Certezas
y representaciones construidas por la sociedad
y la cultura para asegurar la asociación
entre "sentido y realidad", (que son
las que fundamentan, reproducen y transforman
las dimensiones de formación del sentido
y de la realidad a lo largo de procesos históricos).
Certezas sobre el futuro, sobre la naturaleza
y la sociedad, sobre las relaciones humanas,
sobre "la moral", sobre la política
y las instituciones, sobre "el sistema",
sobre la justicia y sobre nosotros mismos.
La condición
social y la y la “cultura institucional
u disciplinaria” en la práctica
de la investigación
A
partir de las fuertes críticas al positivismo,
y una filosofía de la ciencia marcada
por el cientificismo y la búsqueda ilusoria
de la neutralidad valorativa, los que fuimos
formados en ciencias sociales en los años
sesenta, concientes de los “privilegios”
-a pesar de pertenecer a contextos universitarios
del tercer mundo-, nos hemos visto obligados
a convivir y construir una cultura esquizofrénica.
Las “reglas” de la academia exigían
tomar en bloque un modelo universalista de producción
y legitimación del conocimiento. Las condiciones
institucionales de nuestras universidades y centros
de investigación solo nos permitían
construir un remedo (un “simulacro”?)
de la cultura académica institucional
del primer mundo. Y por último –last
but not least- la realidad social y cotidiana
nos apabullaba con sus crisis e incertidumbres
permanentes, sus restricciones inevitables y
los problemas personales que oscilaban entre
la frustración económica, la abierta
–o encubierta- persecución política
y las exigencias de compromiso ético,
o bien la fría indiferencia, la desvalorización
de la actividad científica y la falta
de reconocimiento social.
La esquizofrenia
cultural surgía como un emergente de las
problemáticas y las frustraciones con
las que el investigador convive y se nutre en
sus condiciones de vida y de trabajo diario en
las “tres” realidades: la vida cotidiana,
la “cultura institucional” de una
universidad de “primer mundo inserto en
el tercero”, y la “cultura científica
de una academia con valores universalistas”
(con remedos de primer mundo). Entre el investigador
social del primer mundo y el del tercero, la
diferencia abismal en las condiciones de producción
obligan a redefinir no solamente las condiciones
materiales sino también el objeto
y el sentido de las investigaciones. A
su vez, hemos tomado conciencia que el replanteo
de los criterios para la producción de
conocimientos sobre la propia realidad requiere
inevitablemente de un replanteo epistemológico
y metodológico crítico. Conocer
la realidad va mucho más allá de
una mera descripción objetiva empírica,
(la interpretación es inevitable); “describir”
una realidad conlleva hacer explícitos
los criterios de selección de los datos
y el recorte de la realidad que ha realizado
el observador. La división del trabajo
intelectual no implica que es suficiente diagnosticar
los problemas de una comunidad o una institución
(los “diagnosticados” son actores
sociales con sus propias capacidades de observación
y “autodiagnóstico”). El profesional
(en tanto observador calificado y con experiencia)
es el mas preparado para sugerir estrategias
de acción o de mediación social,
pero no es el único dueño de los
instrumentos intelectuales que aseguran una intervención
social exitosa. La mirada del observador científico
–paradógicamente, y en pleno apogeo
de la era científico tecnológica-
ya no se constituye en la única mirada
legítima de un saber “verdadero”.
El ojo del observador –científico-
es también objeto de observación
crítica. Creemos que la ciencia social
debe revisar sus premisas, y repensar críticamente
el viejo paradigma sujeto-objeto (tan caro a
Durkheim cuando propone “estudiar los hechos
sociales como cosas”). Desde una ciencia
social “aplicada”, se debe desarrollar
estrategias que aseguren la inclusión
respetuosa de la “mirada del Otro”
en el proceso de construcción del conocimiento
social. Más aún, pensar en un proceso
de co-construcción de conocimiento. Un
paradigma de cooperación epistemológica
entre diferentes “sujetos de conocimiento”.
Sujetos de conocimiento situados social e históricamente;
sujetos de análisis y de interpretación.
Y finalmente: sujetos que “cultivan”
y desarrollan –conciente o inconcientemente-,
estrategias de (auto)intervención sobre
sus medios ambientes, sobre sus condiciones de
vida y sobre sus creencias y valores culturales.
No debemos olvidar las frustraciones y los fracasos
estrepitosos que produjeron los ensayos de modelos
políticos, económicos y culturales
extraños impuestos sobre las propias realidades
nacionales, regionales o locales por parte de
organismos internacionales, y gobiernos implícita
o explícitamente autoritarios, con un
desconocimiento grotesco o un desprecio soberano
por las condiciones particulares de la propia
sociedad. Hemos sido formados en universidades
que han pasado por crisis cíclicas entre
el universalismo del paradigma positivista y
la búsqueda del compromiso social y la
inclusión del “Otro” con una
mirada histórica y particularista3.
“Work
in progress”: Un programa tentativo
“Las
ciencias, después de todo, son nuestra
propia creación, incluidos todos los severos
standards que parecen imponernos”.
P. Feyerabend
De acuerdo a
una evaluación crítica del cuadro
de situación sobre las condiciones de
la investigación social en el país,
en la universidad y en los pocos Institutos y
centros de de investigación, la (auto)reflexión
sobre las implicancias y los objetivos del propio
rol del investigador (como docente, como co-formador
de las mentes y las conciencias, como observador
de la propia realidad y como actor social
implicado), obligan a redefinir el propio sentido
y los valores del ejercicio del rol.
Frente a este escenario complejo -escuetamente
descripto-, se hizo evidente la necesidad imperiosa
de desarrollar una reflexión crítica
sobre los paradigmas y los estilos instituídos
de hacer y pensar en los diversos campos de la
ciencia social (en este caso específico
y personal, la dupla co-disciplinaria entre sociología
y comunicación como background intelectual).
Se ponen de manifiesto las limitaciones arbitrarias
de las barreras disciplinarias y se trabaja sobre
diferentes abordajes epistemológicos,
sobre la problemática de la complejidad
social creciente, y las inevitables consecuencias
para la construcción de teoría.
Se elaboran diferentes encuadres de trabajo en
equipos interdisciplinarios, sobre la cooperación
entre programas co-disciplinarios, y se construyen
proyecciones de cortes transversales entre disciplinas,
que en la jerga de los “nuevos paradigmas”
se concebía como el antecedente discursivo
de un incipiente pensamiento “trans”disciplinario.
Estos problemas teóricos y metodológicos
ocupan mi colaboración en equipos interdisciplinarios
diversos, varios años antes de ingresar
al Centro de Estudios Avanzados en el año
1986, (en el momento de renunciar como primer
director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación).
Y es precisamente en el CEA donde se desarrolla
bajo la dirección brillante de Rolando
García, un área de reflexión
e investigación a partir de un pensamiento
fundamentado en los “sistemas complejos”.
Se centra en la construcción sistemática
de hipótesis, marcos conceptuales, problemáticas
y modelos socioambientales y poblacionales. Los
problemas concretos en estudio –la desertificación
en primer lugar- se consideran directa o indirectamente
generados por el monocultivo y la concentración
de la producción hacia los mercados internacionales,
y éstos cambios socioecnómicos
a su vez como condicionantes de la desertificación
y la sobreexplotación de los recursos
naturales, los procesos de emigración
rural, el despoblamiento y las hambrunas. En
resúmen: se comienzan a legitimar nuevas
formas de pensar la investigación social,
nuevas formas de abordar los procesos sociales
como unidades complejas, y nuevas formas de redefinir
las aplicaciones del conocimiento sobre la realidad,
a fin de “intervenir estructuralmente”
en su transformación. Pero no “desde
arriba” (por medio de los instrumentos
y las directivas del poder político o
económico) sino considerando los procesos
del propio interior de una comunidad. De esos
años debo un reconocimiento especial a
los fructíferos intercambios de conversaciones
y de papers (con Prigogine en Austin, I. Wallerstein,
-“Impensar las Ciencias Sociales”-,
a M. Barbero, así como lecturas y esporádicas
charlas con Von Foerster, E. Morin, N. Luhmann
y Maturana, y a entusiastas interlocutores como
B. Chang y M. Morgan de Umass, Awerswald de Esalem
en S. Francisco, G. Tremblay y Zylberberg de
Québec, J. Ferreira, F. Netto y Bolaño
en Brasil, y ya en Argentina una lista --lamentablemente
no muy larga- que prefiero no nombrar para no
excluir a nadie). También surgió
la posibilidad de realizar proyectos como Fulbright
Fellow, y participar en experiencias y exposiciones
públicas realizadas en Canadá,
Estados Unidos, Brasil, Centroamérica,
etc. -, en diferentes ámbitos universitarios
y gobiernos locales.
Estas experiencias
de una nueva cultura de pensamiento “trans”disciplinario,
ayudaron a redefinir el encuadre epistemológico
y el objetivo fundamental de las investigaciones
sobre los procesos y las relaciones sociales,
sobre todo a nivel de las comunidades y las instituciones.
Se focaliza el interés en las problemáticas
que surgen de las profundas transformaciones
socioeconómicas y estructurales que generaron
(en la Argentina especialmente a través
de las políticas de la década del
noventa) la ruptura de los lazos sociales, la
“desafiliación social” (en
términos de R. Castel), la marginación
y la exclusión, la quiebra –y la
incipiente reconstitución?- de la confianza
pública hacia el Estado, los dispositivos
generadores de “resiliencia social”
en la sociedad civil: diversidad de los movimientos
sociales, multiplicación de las Asociaciones
Voluntarias (AV, Turner 2000), los Organismos
no Gubernamentales (ONG´s), etc. En resúmen,
centramos la atención en desarrollar conceptos
e instrumentos teóricos y metodológicos
que ayuden a articular la teoría con
la práctica social, el diagnóstico
con la intervención en instituciones y
comunidades.
En este punto
se comienza a esclarecer el amplio abanico teórico
y práctico de aportes de las ciencias
de la comunicación, que se presentan como
una “vía regia” innovadora
de articulaciones inter o transdisciplinarias
entre el conocimiento teórico sobre procesos
y acciones sociales y las mediaciones simbólicas
que las atraviesan. Entre el saber construido
del investigador y el de los sujetos de la investigación
(y no en tanto “objetos”). Entre
el “observador profesional y/o científico”,
y el “Otro”. Cada actor social en
un doble rol de observador-observado y partícipe
de un proceso comunicacional en espiral.
El “programa”
–o los proyectos- de investigación
han pretendido contribuir a un análisis
interdisciplinario y una discusión sobre
los ejes de desarrollo y las complejas implicancias
-económicas, políticas y culturales-
que van condicionando el crecimiento exponencial
del Sector Social y las asociaciones voluntarias
como expresión autónoma de la sociedad
civil. Se debe abordar la creciente complejidad
y fragmentación de nuestras formaciones
sociales. Los procesos de gestión, de
conflicto e integración sobre la estructura
y las relaciones sociales en un país de
desarrollo intermedio como la Argentina. Las
nuevas formas que adquieren los movimientos sociales
(los “nuevos” movimientos sociales),
la multiplicación de los “movimientos
de militantes cibernéticos” en la
Red (MMC); las asociaciones comunitarias y las
vecinales (en redes institucionales, interpersonales,
locales o globales –“glocales”-las
agrupaciones conectadas por Internet, asociaciones
militantes, eclesiales, estatales o paraestatales,
y las orientadas hacia el mercado). Se intenta
comprender su estructuración como agentes
de cambio, su "agregación" en
instituciones de segundo nivel (entre las bases
y el Estado) y su rol en el contexto actual de
reconfiguración de las relaciones entre
el Estado y la sociedad. Diferentes concepciones
sobre el problema de la cooptación de
las organizaciones sociales por parte del Estado
y de los partidos políticos (los que desarrollan
un doble discurso, que a la vez que ensalza la
participación de las organizaciones en
la vida pública, desconfía y se
aparta cuando no puede manipularlas o condicionarlas,
acusándolos de antidemocráticas
o antipolíticas). Otro factor relativamente
nuevo es el crecimiento exponencial de las fundaciones
empresarias y del mundo corporativo que intenta
construir una imagen del mundo económico
como socialmente comprometida con los problemas
y los valores de la sociedad y de la ciudadanía.
Se plantea siempre el dilema de la permanente
presión por la cooptación de las
organizaciones sociales por parte del poder político
o el poder económico. Pero además
–y en forma no tan visible- se plantea
la lucha por el poder simbólico de los
discursos y los procesos de formación
de sentido y de los valores: sobre las mentes,
sobre el acceso a los medios de comunicación,
al tiempo y los espacios de exposición
pública (en los medios, en las plazas,
y en las calles). Por detrás de este nivel
de manifestación pública de las
organizaciones y los movimientos sociales, operan
–además de las estructuras políticas,
el Estado o las corporaciones empresariales-
otros actores sociales con intereses particulares,
otros discursos y otros valores: iglesias, sectas,
grupos de interés, líderes carismáticos
y oportunistas, sectores sociales en busca de
reconocimiento, y también mafias ocultas,
agentes infiltrados de origen incierto, y hasta
terroristas de cualquier tendencia.
Los “tres
estados” (el mercado, el Estado y la sociedad
civil) se ven inevitablemente obligados a convivir
(a cooperar o bien a confrontar) en un mundo
día a día mas interdependiente.
Nos hallamos ante una sociedad fragmentada como
un “rompecabezas” sin reglas de articulación?;
o nuevamente ante el dilema de pensar a la sociedad
como un corral de lucha entre depredadores y
víctimas, o la ficción de una “familia
orgánica” que coopera y participa
en el bienestar colectivo? Debemos pensar y ayudar
a que las organizaciones sociales ganen mas autonomía
y “empowerment”?, o por el contrario
el Estado debe pensar en términos de una
especie de “libertad condicional vigilada”
al estilo de las políticas de seguridad
post 11 de setiembre? Ante este dilema inmensamente
complejo donde se juegan los modelos y los valores
de las sociedades futuras, una de las primeras
cosas que saltan a la vista es el abismo de diferencias
que surgen entre pensar y actuar desde lo “macro”:
el Estado, la seguridad social, los derechos
ciudadanos, la libertad de expresión,
etc. O bien pensar un compromiso de participación
donde podamos intervenir en forma efectiva situados
desde lo “micro”: la asociación
barrial, una ONG, un movimiento por reivindicaciones
específicas, la participación en
las redes de información y de comunicación
electrónica (Internet). De uno u otro
modo, nos hallamos igualmente ante el dilema
de no saber si uno cumple un rol de “idiota
útil” sutilmente manipulado por
poderes desconocidos, o si –moralmente-
nos debemos a la promoción y la defensa
de los valores de una siempre difícil
autonomía relativa. De todos modos, las
palabras clave siguen siendo compromiso crítico
y participación.
La
descentralización y el nuevo espacio local:
En
los últimos años se observa la
aparición de una nueva escena local. Por
un lado se produce una suerte de revitalización
de la esfera local, y por otro el municipio como
punto de condensación de la fragmentación
social de la protesta, de la crisis de mediaciones
y de la falta de recursos. “Dos factores
impulsores de los nuevos escenarios son la reforma
de Estado y la globalización” (García
Delgado, 1997). El proceso de reforma estructural
llevado a cabo en los ’90 ha promovido
procesos de alta concentración económica,
de desestructuración espacial del tejido
productivo que produce desempleo, distribución
desigual del ingreso y que llevan a una acelerada
reconversión de las economías locales.
Las políticas de descentralización
también han significado la cesión
de competencias a provincias y municipios en
el área de la política social (educación,
vivienda, salud y planes focalizados de combate
contra la pobreza). Si bien la descentralización
aparece como una megatendencia universal que
encuentra fundamentos en la revolución
científica y tecnológica, en la
reforma del estado y un mundo que demanda soluciones
rápidas y localizadas, en nuestro país
“la descentralización ha estado
básicamente vinculada a la crisis fiscal
del Estado, a la distribución de los costos
del ajuste así como la atención
de la cuestión social desde realidades
más cercanas... El municipio aparece como
la “cara más cercana de un Estado
en retirada” (García Delgado, k.o.
Cid: 30)
El resurgir
de las democracias en la década de los
ochenta y noventa, llevó a pensar en la
necesidad de trabajar en y con las comunidades
en un pié de igualdad para construir (en
muchos casos reconstruir) las bases de las formas
institucionales de un régimen
democrático. A los conocidas y valoradas
ideas-fuerza de compromiso social y emancipación
-que movilizaron a una generación anterior
movida por un idealismo muchas veces irreal-,
se le han planteado “nuevas” ideas-fuerza:
"Derechos Humanos", "Derechos
sociales", "Ciudadanía",
"Género" (y derecho reproductivo),
derecho a la identidad y a la diferencia, y alguno
que otro término que afirman agrupaciones
del pujante Sector Social o nuevos movimientos
que expresan la diversidad actual de la sociedad
civil.
Esta nueva y
compleja diversidad social -que en las naciones
mas desarrolladas ha dado origen a un nuevo campo
académico denominado multiculturalismo-
se constituye en el terreno de trabajo objetivo
para especialistas de las ciencias sociales.
Como respuesta a los esquemas de planificación
vertical y dirigista por parte de agencias de
gobierno han surgido nuevas propuestas de acción
social bajo denominaciones como "planificación
participativa", "gestión social",
"gestión participativa", "auditoría
social", "desarrollo local", "promoción
comunitaria", "desarrollo comunitario",
y desde el campo específico de la comunicación,
la "comunicación comunitaria".
Esta complejización
de las relaciones entre los nuevos procesos sociotécnicos,
psicosociales y culturales (y el crecimiento
exponencial de las industrias culturales), en
primer lugar puso en evidencia la propia complejidad
e inevitable interdisciplinariedad de los estudios
sobre la comunicación. La comunicación
como proceso de transformación social,
como acción comunitaria e intervención
participativa en poblaciones marginales o en
proyectos de desarrollo y promoción social
específicos (en salud, educación,
capacitación, etc.), dejaba de ser vista
como mera aplicación artesanal e improvisada
de técnicos, que muchas veces ni siquiera
se interesaban en aprehender los recursos proporcionados
por los investigadores científicos. El
divorcio entre la cultura científica y
la humanística (la teoría de las
2 culturas, de Snow y Prigogine); entre la teoría
y la práctica, dejaban a una metodología
fructífera como la investigación-acción,
y la investigación-acción-participativa
(IAP) en una situación secundaria, en
una "tierra de nadie" (Vizer, cap.
V, op. cit.).
Los programas
de planificación para el desarrollo estatales,
tanto como las experiencias de promoción
social en comunidades, han promovido siempre
los procesos de comunicación: ya sean
interpersonales, o mediados tecnológicamente
(la Escuela de Comunicación y Desarrollo
iniciada en los 60, la Educación Popular
y la propia Comunicación Comunitaria.).
Serían inconcebibles los programas y las
prácticas de desarrollo de la comunidad
sin el aporte racional del uso de medios y procesos
de comunicación que abren la puerta a
toda forma de información, conocimientos,
servicios y creación de redes de interrelación
social entre los múltiples actores e instituciones
sociales, tanto a nivel local como global
Consideramos
que las ciencias de la comunicación brindan
aportes estratégicos: se hace evidente
el rol central que tienen los procesos de información
y comunicación humanos (interpersonales,
grupales, comunitarios e institucionales) así
como el acceso a las nuevas tecnologías.
Buscamos construir, desarrollar conceptos e implementar
marcos teóricos y metodologías
innovadoras (la teoría del cultivo
social versus la teoría del capital social;
o el desarrollo de una teoría y una metodología
de la investigación sobre los procesos
de comunicación como dispositivos de
“construcción de ecologías
sociales y culturales”). Consideramos que
hemos desarrollado una metodología de
investigación empírica y de intervención
sobre procesos locales de organización
social, y de los dispositivos simbólicos
y discursivos que se conforman en las organizaciones
socio-comunitarias, (ONG’s, asociaciones,
movimientos sociales, etc.).
Aportes
teóricos y metodológicos específicos
Nuestros
problemas fundamentales se orientan hacia una
perspectiva de abordaje y a preguntas de naturaleza
socioantropológica y comunicacional. En
la práctica cotidiana que venimos realizando
hace años (mayormente desde la propia
Universidad) en escuelas, comunidades, ONG’s,
municipios, hospitales, etc., nos preocupamos
por las dimensiones socioorganizacionales así
como institucionales y culturales. Trabajamos
desde una doble perspectiva teórica: sobre
los procesos y dispositivos de generación
de “capital social y simbólico”
(Bourdieu), o bien desde una perspectiva teórica
propia (que desarrollamos en proyectos tanto
en Argentina como en el Brasil desde el 2003).
Se trata de abordar el análisis de instituciones
y comunidades como una ecología social,
como un “cultivo” ambiental, un entorno
en el que los propios hombres generan a través
de diferentes formas de trabajo los
recursos necesarios para el colectivo social.
Los agentes sociales se ponen en “enacción”
por medio de dispositivos culturales aprendidos
y reconstruidos permanentemente. Proceso que
implica a la vez un trabajo de estructuración
sobre el espacio y el tiempo: trabajo físico
y también social, cultural-simbólico
e imaginario. Las organizaciones construyen
dispositivos, los que se instituyen como estructuras
de un sistema a fin de ocupar, desarrollar
y distribuir “racionalmente” los
múltiples espacios y tiempos que les aseguren
el acceso a los recursos para su supervivencia:
prácticas instrumentales; normas, valores
y rutinas formales e informales; estilos de vinculación
y asociación social; organización
espacial y temporal de sus “ambientes”;
dimensiones culturales, simbólicas e imaginarias,
etc.
Metodológicamente,
aplicamos un diseño innovador desarrollado
en nuestras Cátedras: el “dispositivo
analizador” (Vizer, cap. IV, op. cit).
Se asocian tres líneas estratégicas
de producción de conocimiento –generalmente
separadas en la investigación clásica-:
la “prueba” de hipótesis generales;
la participación de los miembros de una
comunidad y/o asociación voluntaria en
el proceso de (auto)diagnóstico de problemas,
y la búsqueda de estrategias de abordaje
y propuestas de acción en común.
Por último, la orientación institucional
y/o comunitaria en el diseño de dispositivos
y acciones específicas para el análisis-diagnóstico
de fortalezas, obstáculos, oportunidades,
desafíos y amenazas que favorezcan la
construcción e implementación de
acciones de cambio (transformación) en
los propios “colectivos sociales”
involucrados4.
Además se propone una metodología
de evaluación permanente del proceso de
investigación-acción denominada
“triangulación recursiva”.
(Vizer, op. cit.)
Estamos replicando
un marco conceptual de análisis que promueve
la construcción y refinamiento de teoría
y práctica sobre diferentes dimensiones
asociadas a los procesos de transformación
en colectivos sociales: en las relaciones formales
e informales (intraorganizacionales y extraorganizaciones);
en los vínculos primarios (“las
redes de contención” de los individuos);
las actividades productivas (trabajo); la construcción
y distribución de los espacios y los tiempos;
y finalmente las dimensiones simbólicas
y culturales que los acompañan.
a) Por un lado
buscamos conocer las modalidades de percepción
y reacción ante los problemas locales
y colectivos en las organizaciones sociales (instituciones,
comunidades, ONG’s). Las concepciones y
representaciones sociales que tienen
sobre sí mismas, su identidad, su rol
y su “posición” dentro del
contexto social, y en relación a los poderes
y las instituciones del Estado, así como
al resto de la comunidad.
b) Hemos refinado
técnicas y metodologías –innovadoras,
y provenientes de diversas orientaciones epistemológicas
y orígenes disciplinarios (psicosocial,
comunicacional, antropológico, etc.)-
que permitan tanto la investigación
en un sentido clásico, como la investigación-diagnóstica,
la interpretación y la intervención
interdisciplinaria en los procesos de gestión
y autogestión de instituciones y organizaciones
de la comunidad.
c) Sometimos
a prueba hipótesis y proposiciones sobre
relaciones entre diferentes dimensiones socioorganizacionales
“universales”. Estas hipótesis
se expresan como proposiciones sobre dimensiones
comunes a toda organización, las que se
definen como variables teóricas pasibles
de ser operacionalizadas en investigaciones
empíricas sobre las prácticas sociales
y culturales de cualquier institución
y/o comunidad.
Hipótesis
fundamentales:
I.
Los individuos y las poblaciones "construyen,
modelan y cultivan sus propias ecologías"
(ecologías físicas, sus tiempos
y espacios ambientales, sus entornos socioculturales,
afectivos e imaginarios); reconstruyen –por
medio del trabajo- su medio ambiente transformando
la naturaleza, a sus propias culturas, sus estructuras
e instituciones sociales, sus tecnologías,
y sus vínculos.
II. Si consideramos
a la sociedad a partir de un paradigma de construcción
y reproducción permanente, podemos hablar
de un paradigma generativo. Podemos abordar el
problema de la generatividad de la sociedad desde
perspectivas diferentes. Podemos elaborar una
hipótesis general sobre la existencia
de diferentes esferas o “dominios ontológicos”
de acción tanto materiales como culturales,
los que a un nivel simbólico se manifiestan
como construcciones institucionales y discursivas,
constituidas a lo largo de los años y
de la historia. La creciente complejidad social
y cultural de nuestras sociedades modernas (amenazadas
por grandes poderes económicos y la “homogeneización
hegemonizante” de ciertas tecnologías
y ciertas prácticas) ha transformado los
“modos de producción” de los
dispositivos de generación de recursos
y de las condiciones de vida de las poblaciones
(su “ecología material, social y
simbólica”).
III. Las ciencias
de la comunicación pueden realizar un
aporte considerable tanto a la comprensión,
como al diagnóstico y la intervención
social en estas condiciones críticas.
Pero deben asumir el desafío de producir
un saber a la vez transdisciplinario y accesible
a la gente. Como corolario, se hace indispensable
desarrollar un “discurso del método”
asociado a la práctica de la intervención,
y la construcción de espacios de participación.
La comunicación implica no solo al proceso
de recreación estable de los vínculos
y del lazo social. Implica también concreción
de actos y de valores de resistencia y de ruptura.
La comunicación –en tanto praxis-
debe ser el lugar del sentido crítico
y la significación.
En principio
consideramos seis dimensiones o ejes
de análisis en la “construcción
ecológica de los colectivos sociales”
(metodológicamente se pueden considerar
como variables “teóricas”,
a las que “operacionalizamos” en
indicadores que se describen e interpretan en
un “Dispositivo”)
1) Un eje de
las prácticas y las acciones instrumentales,
entendidas como técnicas asociadas a la
producción y la transformación
–ecológica- de los recursos necesarios
para el funcionamiento de un sistema, una comunidad
u organización social para el logro de
sus objetivos. Debemos considerar las condiciones
de vida y relaciones con el medio, los recursos
y la posesión y el acceso a medios de
producción, de circulación y de
consumo. Obviamente, la estructura productiva,
los procesos económicos y el trabajo pasan
a un primer plano de análisis.
2) Un eje de
organización política, o dimensión
formal, asociada a las estructuras y
el ejercicio del poder instituido, de
la toma de decisiones, el control de los recursos,
las jerarquías y la autoridad –tanto
internas como externas a una organización-.
Corresponde a aspectos paradigmáticos
de organización y legitimación
de un “sistema” –una ecología
de orden político-, una estructura de
dominio social, que puede ser tanto local, como
regional o bien nacional (por ej. la existencia
y vigencia de legislación específica).
Cabría pensar en proposiciones e hipótesis
en términos de un eje de análisis
"vertical" sobre estructuras y prácticas
institucionalizadas de igualdad-desigualdad;
concepciones y prácticas democráticas
versus autoritarias. (por ej. la relación
clásica entre Estado y sociedad, e instituciones
como el Derecho, la división de los poderes,
los mecanismos y organismos de control y procesos
de legitimación, etc.).
3) Un eje normativo-valorativo,
asociado estrechamente a las prácticas
cotidianas y sus procesos comunicativos y simbólicos.
Corresponde al mundo de las prácticas
sociales (instituyentes), pero –a
diferencia del punto anterior- se asocia fundamentalmente
a una visión más informal, espontánea
y particular de ejercicio de la ciudadanía
y del derecho (público y privado). Se
centra el análisis y la interpretación
en un sentido más "horizontal"
de las relaciones sociales, en términos
de igualdad, y de derechos a la diferencia:
entre individuos, grupos y sectores sociales,
en las diferencias de género, y culturales.
Se diferencia con el eje anterior, al "oponerse"
en forma radical a las prácticas cotidianas
de las relaciones verticales de desigualdad estructural
(vistas más bien desde las dos perspectivas
de los puntos anteriores, que están asociadas
a la idea de posesión y acceso a recursos:
económicos, de fuerza, de poder de decisión,
etc.). Por este motivo, este nivel de análisis
es especialmente rico en el trabajo sobre movimientos
sociales, de derechos humanos, de minorías,
de género, etc. En esta línea,
se puede tomar en consideración los trabajos
de Holloway, y las concepciones alternativas
sobre las relaciones Estado-Sociedad civil, así
como las críticas a la concepción
clásica del poder hegemónico y
el rol del Estado por sobre la sociedad.
4) La dimensión
específicamente “ecológica”
del espacio y del tiempo. La vida social
concebida como “realidad material y simbólica”
en el entrecruzamiento –tanto estructural
como histórico- de múltiples procesos
temporales que “cultivan, reproducen y
estructuran” diferentes espacios y territorios
sociales, tanto públicos como
privados. Paradigmas institucionalizados
sobre la distribución y el uso del tiempo
y el espacio en los diferentes contextos sociales
de la vida cotidiana. Los procesos de apropiación
del espacio natural, transformados en espacios
y tiempos “humanizados”, y culturizados
como conjuntos de elementos y relaciones sociales
y simbólicas, (los que son capaces de
dar permanentemente cierto “sentido espacial
al pasado” y una proyección hacia
un futuro, con lo que el presente se manifiesta
como una secuencia tanto real como imaginaria,
una expresión localizada dentro de un
proceso histórico continuo). La construcción
social de los espacios y los tiempos puede a
su vez analizarse en tres dimensiones diferentes:
físico-material, simbólico-comunicacional,
y por último en una dimensión imaginaria.
5) Una dimensión
de vínculos de asociación interpersonal,
un "cultivo afectivo”-intersubjetivo,
y transubjetivo- donde los seres humanos pueden
transformar a los objetos y a otros seres humanos
en objetos del deseo (para usar un término
psicoanalítico). En el vínculo,
el sujeto es sujeto para Otro, y así se
reconoce como sujeto para sí. Adquiere
valor y sentido en la mirada del Otro, y ese
valor y ese sentido pasa a formar parte de su
propio ser. Es el ojo del observador el que me
transforma en actor, y es la conciencia de la
acción la que me construye como observador
de un entorno. Es fundamental el análisis
tanto de las formas instituídas
como de las instituyentes en la generación
y mantenimiento de vínculos, de lazos
sociales y de parentesco teñidos por el
sentimiento, las redes de protección y
contención social, etc.
6) Por último,
una dimensión cultural, imaginaria
y mítica (que puede ser una proyección
de trascendencia, como sucede con las manifestaciones
religiosas). Las narraciones, las ceremonias
y los rituales articulan una identidad con una
identificación colectiva, y certifican
la coherencia –o al menos cierta
congruencia-, entre el mundo “objetivo”
y las percepciones subjetivas. Originalmente,
ésta era la función "reproductiva"
que la sociología clásica atribuyó
a las ideologías (distorsionando como
negativa a la riqueza plural y fructífera
de las manifestaciones de la cultura popular).
Ejemplo de esquema
de aplicación del Dispositivo de Análisis
a comunidades e instituciones
Categorías |
Síntesis
conceptual
|
Descripción
diagnóstica
|
Posibilidades de intervención |
Acciones
instrumentales |
Producción
– trabajo – función económica |
|
|
Organización
política |
Toma de decisiones,
modos de representación y delegación-detentación
del poder |
|
|
Dimensión
normativa-valorativa |
Organización
de la institución. Valores, normas |
|
|
Dimensión
espacial y temporal |
Construcción
real, simbólica e imaginaria del espacio |
|
|
Dimensión
vincular |
Redes efectivas
de contención-grupos y tiempos sociales |
|
|
Imaginarios
sociales |
Cultura,
mitos, ceremonias, rituales, identidad, percepciones
del mundo real |
|
|
Notas:
*
Este es un resumen de las propuestas teórico-metodológicas
desarrolladas en diferentes proyectos de investigación,
y presentados en el libro La trama (in)visible
de la vida social: comunicación, sentido
y realidad. Autor Eduardo A. Vizer, Ed.
La Crujía, Bs. As. 2003.
PROYECTO Org. de Estados Iberoamericanos (OEI).
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de la(s) organización(es) del Sector Social
(tercer sector). Implicancias para el desarrollo
social y las políticas públicas”
PROYECTO UBACYT S 057 “Asoc. voluntarias
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activa.” IIGG. UBA. Vizer Investigador.
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PROYECTO UBACYT (director). La cooperación
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5623 (del 1/1/al 31/12/ 2003).
PROYECTO UBACYT S 060 “Teoría y
práctica de la investigación y
la intervención sociales. Implementación
de un método y dispositivos innovadores
en comunicación comunitaria”. Proyecto
de investigación binacional sobre comunidades
y organizaciones sociales. UBA–UNISINOS
(CNPQ-UBACYT). Equipo UBA Direct. Eduardo A.
Vizer. Equipo brasileño, Direct. Dr. Jairo
Ferreira, Co-direct, Vizer. Grupo de Pesquisa
CNPQ (Brasilia)
2 Para el desarrollo
de Programas de Investigación en condiciones
de permanente falta de financiación (típicas
en la Argentina), es importante no depender solamente
de la financiación temporaria, sino además
del reconocimiento institucional. Es importante
reconocer la innovación que ha introducido
la Secretaría de Investigación
de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA,
con la creación del Programa de Reconocimiento
Institucional de Investigaciones no Acreditadas
(o sea sin financiación).
3 No solamente
los investigadores y los intelectuales desarrollan
“dispositivos de interpretación”.
Todo ser humano construye –a su medida-
dispositivos y “mapas”que le permiten
desempeñarse en la vida. Son útiles
para construir estrategias de supervivencia,
acciones colectivas, instituciones y relatos
(sobre la vida, la naturaleza, la sociedad, dios,
el futuro, las ambiciones, los amigos y el amor).
En otras palabras, los dispositivos de interpretación,
y las estrategias que construye cada uno, son
los que nos permiten construir la materia de
la vida y la “realidad de nuestros sueños”.
4 “Tanto
a nivel macro como microsocial, los sectores
menos favorecidos de la comunidad y las instituciones
públicas y privadas se ven obligadas a
cambiar sus estructuras y procedimientos organizativos,
tanto mentales como sociales y económicos:
lo local se rearticula en lo global, la organización
(empresa, organismo público o asociación
comunitaria) se rearticula en sistemas de redes
y en contextos día a día más
amplios. Primero la empresa, luego la universidad
y el Estado, y ahora las ONG´s y las asociaciones
civiles, se hallan desarrollando la reflexión
y las estrategias teóricas y operativas
imprescindibles para interpretar, diagnosticar
e intervenir en estos procesos de cambio”
(Vizer 1997, aporte al proyecto de Programa de
Orientación en Comunicación Institucional,
Maestría en “Comunicación
y Cultura", Fac. C. Sociales, UBA).
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Zeitlin I., Ideología y Teoría
Sociológica. Amorrortu, Bs. As. 1970.
Dr.Eduardo Vizer
Profesor Titular Regular de la Cátedra
Promoción Comunitaria, y de Comunicación
Comunitaria. Coordinador del proyecto y 1er. Director
de la carrera de Ciencias de la Comunicación,
Universidad de Buenos Aires,
Argentina. |