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La Intersubjetividad como Eje Conceptual para pensar la Relación entre Comunicación, Subjetividad y Ciudad
 

Por Marta Rizo
Número 47

Resumen
En este texto se exponen brevemente algunas ideas en torno a la intersubjetividad. Se parte de los aportes de la fenomenología en su vertiente sociológica, cuyos máximos representantes son Schütz, Berger y Luckman. Posteriormente, se vincula la teoría de la intersubjetividad con el fenómeno de la comunicación humana (interacción). Y por último se relacionan la intersubjetividad y la comunicación con la ciudad y lo urbano.

Fenomenología e Intersubjetividad: primeras aproximaciones conceptuales
Una de las claves de la realidad social se encuentra en el problema filosófico de la intersubjetividad. Para entender el concepto de “intersubjetividad” hay que tener primero clara la noción de “subjetividad”, comprendida como la conciencia que se tiene de todas las cosas desde el punto de vista propio, que se comparte colectivamente en la vida cotidiana. La intersubjetividad sería, por tanto, el proceso en el que compartimos nuestros conocimientos con otros en el mundo de la vida.

La sociología fenomenológica está basada en la filosofía de Edmund Husserl (1954) y en el método de comprensión (verstehen) de Max Weber (1978). El debate general gira en torno a cómo se puede lograr el conocimiento, y su aparición debe sustentarse en la comprensión de la fenomenología como instancia de aproximación metodológica a lo cotidiano. Desde un punto de vista epistemológico, la fenomenología implica una ruptura con la formas de pensamiento de la sociología tradicional, ya que enfatiza la necesidad de comprender, más que de explicar, la realidad, sugiriendo que es en el durante, en el aquí y en el ahora, donde es posible identificar elementos de significación que describen y construyen lo real. En este sentido, el objetivo general de la fenomenología es describir al hombre en el mundo, no analizarlo o explicarlo. Y para ello, la fenomenología se pregunta por las formas y procesos que constituyen objetivamente –e instituyen intersubjetivamente- a las estructuras de la realidad, como una construcción y reconstrucción permanente de la vida social.

El énfasis, por tanto, no se encuentra ni en el sistema social ni en las relaciones funcionales que se dan en la vida en sociedad, sino en la interpretación de los significados del mundo (lebenswelt) y las acciones e interacciones de los sujetos sociales. Del mundo conocido y de las experiencias intersubjetivas compartidas por los sujetos, se obtienen las señales, las indicaciones para interpretar la diversidad de símbolos. Por ello, se dice que el método fenomenológico no parte de una teoría fundada, sino de la observación y descripción del mundo empírico, misma que le provee de elementos para su interpretación y teorización.

La sociología fenomenológica se desarrolla a partir de premisas un tanto alejadas de las propuestas filosóficas de Edmund Husserl. Alfred Schütz es el máximo representante de la vertiente sociológica de la fenomenología, y su interrogante básica es la siguiente: ¿dónde y cómo se forman los significados de la acción social? Esta pregunta deja entrever que el precedente inmediato de la fenomenología con orientación social lo encontramos en la Escuela de Chicago, concretamente en su interés por conocer y explicar los marcos de referencia de los actores sociales. Se trata de una ciencia de la sociedad inspirada en la tradición filosófica de la fenomenología, cuyo problema básico es la cuestión de la sociabilidad como forma superior de intersubjetividad. Esta preocupación básica parte de varias ideas importantes: el estudio de la vida social no puede excluir al sujeto; éste está implicado en la construcción de la realidad objetiva que estudia la ciencia social; el elemento central es, entonces, el fenómeno-sujeto.

De la primera fenomenología a la sociología fenomenológica de Schütz, Berger y Luckmann
La fenomenología del mundo social está más cercana a la sociología que a la filosofía husserliana que inauguró el pensamiento fenomenológico. De alguna manera, Alfred Schütz retoma las ideas básicas de la propuesta de Husserl y las aplica al análisis de la realidad social.

El enfoque de Schütz parte de la necesidad de analizar las relaciones intersubjetivas a partir de las redes de interacción social. En La fenomenología del mundo social, Schütz (1972) toma como punto de partida para su análisis de la estructura significativa del mundo tanto a la fenomenología de Husserl como a la metodología de Weber (sociología comprensiva). Pese a poder determinar tan claramente los antecedentes presentes en su obra, cabe destacar varios elementos que constituyen las principales aportaciones de Alfred Schütz al pensamiento sobre lo social:

a. La incorporación del mundo cotidiano a la investigación sociológica, a partir de la reivindicación como objeto de estudio de la sociología el ámbito de la sociabilidad, es decir, el conjunto de las relaciones interpersonales y de las actitudes de la gente que son pragmáticamente reproducidas o modificadas en la vida cotidiana.
b. La definición propia de las características del mundo de la vida: sus significados son construcciones sociales; es intersubjetivo; está conformado por personas que viven en él con una actitud “natural”1; es un ámbito familiar en el que los sujetos se mueven con un “acervo de conocimiento a mano”.

Alfred Schütz coincide con Max Weber en el reconocimiento de la importancia de la comprensión del sentido de la acción humana para la explicación de los procesos sociales. Para ambos, la sociedad es un conjunto de personas que actúan en el mundo y cuyas acciones tienen sentido; y es relevante tratar de comprender este sentido para poder explicar los resultados del accionar de los sujetos. Sin embargo, mientras que para Weber la comprensión es el método específico que la sociología utiliza para rastrear los motivos de los actores y así poder asignar sentido a sus acciones, Schütz le otorga a la comprensión un papel mucho más importante: considera que el mundo en el cual vivimos es un mundo de significados, un mundo cuyo sentido y significación es construido por nosotros mismos y los seres humanos que nos precedieron. Por tanto, para Schütz, la comprensión de dichos significados es nuestra manera de vivir en el mundo; la comprensión es ontológica, no sólo metodológica.

En ambos casos, y posteriormente lo veremos también en Berger y Luckmann (1993), la propuesta de la sociología fenomenológica implica una apuesta por el estudio y explicación del verstehen, es decir, de la experiencia de sentido común del mundo intersubjetivo de la vida cotidiana. La propuesta de Schütz, en este sentido, destaca por su comprensión de las diferencias entre el “mundo de la vida” de Husserl y la vida cotidiana. A continuación exponemos algunas consideraciones que ayudarán a entender estas diferencias:

- El mundo de la vida cotidiana es el “ámbito de la realidad en el cual el hombre participa continuamente en formas que son, al mismo tiempo, inevitables y pautadas. El mundo de la vida cotidiana es la región de la realidad en que el hombre puede intervenir y que puede modificar mientras opera en ella mediante su organismo animado (…) sólo dentro de este ámbito podemos ser comprendidos por nuestros semejantes, y sólo en él podemos actuar junto con ellos” (Schütz, 1977: 25).
- La actitud natural está determinada cotidianamente por motivos pragmáticos. El conocimiento de la vida cotidiana es un conocimiento no sistemático, poco ordenado.
- La intersubjetividad es la que delinea el campo de la cotidianidad, por un lado, y es el fundamento que posibilita la existencia del mundo de vida, por el otro. Schütz abandona la perspectiva trascendental de Husserl y se centra en la esfera mundana.
- El problema de la vida cotidiana se expresa en las relaciones de los actores sociales entre sí y en cómo comprenden y constituyen la realidad social.
- El mundo de la vida es el extenso horizonte de sentido que abarca a todas las regiones o provincias finitas de sentido. La vida cotidiana es una región particular de sentido.

Todo lo anterior se puede sintetizar afirmando que el mundo de la vida es el horizonte último de sentido, nunca agotable ni trascendible, mientras que la vida cotidiana es sólo una provincia del mundo de la vida, mundanamente intersubjetiva. La relación fenomenológica entre ambos mundos se da, según Schütz, a partir de las relaciones sociales cotidianas, de la conciencia social cotidiana, del entramado social de sentido cotidiano y, por último, de la comunicación cotidiana. Por tanto, la teoría social fenomenológica de Schütz es una “ciencia de los fenómenos de la intersubjetividad mundana, por lo que un análisis de las estructuras del mundo de la vida puede interpretarse como una sociología general de la vida cotidiana” (Grathoff, 1989: 107)2.

Por su parte, Berger y Luckmann (1993) afirman que la vida cotidiana implica un mundo ordenado mediante significados compartidos por la comunidad. Su propuesta fenomenológica tiene como objetivo principal la reconstrucción de las construcciones sociales de la realidad. Se basan, igual que Schütz, en la teoría de la comprensión o verstehen desarrollada previamente por Max Weber. Los autores, por tanto, incorporan la subjetividad como dato pertinente para el análisis de la vida cotidiana. La subjetividad se comprende como un fenómeno que pone de manifiesto el universo de significaciones construido colectivamente a partir de la interacción. La propuesta combina teoría y análisis empírico: “El análisis constitucional fenomenológico y la reconstrucción empírica de las construcciones humanas de la realidad se complementan mutuamente” (Berger y Luckmann, 1993: 21).

La propuesta de los autores de La construcción social de la realidad (1993) tiene como eje básico el concepto de intersubjetividad. Berger y Luckmann la comprenden como el encuentro, por parte del sujeto, de otra conciencia que va constituyendo el mundo en su propia perspectiva. La intersubjetividad no se reduce al encuentro cara a cara, sino que se amplía a todas las dimensiones de la vida social. Tanto Berger y Luckmann (1993) como Schütz (1977) abandonan la concepción de la intersubjetividad como flujo de conciencia interior, y la comprenden como un vivir humano en una comunidad social e histórica. Sus propuestas socio-fenomenológicas implican el tránsito de lo individual a lo social, de lo natural a lo histórico y de lo originario a lo cotidiano.

La Comunicación desde el enfoque sociofenomenológico
Para la sociología fenomenológica, el individuo es un actor social que reproduce su contexto social a partir de sus interacciones cotidianas. La reflexión se centra en las relaciones intersubjetivas, bajo el ángulo de la interacción, y se otorga un rol relevante a los elementos de negociación y de comunicación en la construcción social de los contextos de sentido.

Abordar la Interacción desde la sociología fenomenológica implica hablar de la relación entre el yo y el otro. Esta relación dialéctica no se inscribe en la reflexión de corte más antropológico de construcción de las identidades y las alteridades, sino que más bien se toma como punto de partida para la construcción social de la realidad. Como afirma Schütz, “al vivir en el mundo, vivimos con otros y para otros, y orientamos nuestras vidas hacia ellos. Al vivenciarlos como otros, como contemporáneos y congéneres, como predecesores y sucesores, al unirnos con ellos en la actividad y el trabajo común, influyendo sobre ellos y recibiendo a nuestra vez su influencia, al hacer todas estas cosas, comprendemos la conducta de los otros y suponemos que ellos comprenden la nuestra” (Schütz, 1979: 39).

La interacción en el mundo se da, por tanto, en el plano de la intersubjetividad, lo cual implica, para la fenomenología, la cualidad de las personas de ver y oír fenomenológicamente. Estas acciones constituyen las dos formas de relación por excelencia con el mundo. Y el habla, como principal canal de comunicación, es consecuencia de ellas. Es a partir del ver y el oír que se forma el sentido, desarrollado a través de los diálogos y las interacciones. Ello se explica por el hecho que la interpretación de lo social, en términos colectivos, tiene como telón de fondo a las influencias que las acciones de las personas tienen en los demás. Dicho de otra forma, “nuestra capacidad de interpretar y la mera presencia dentro de un contexto social nos pone ante los demás en la doble posición de actores y observadores” (Vizer, 2003: 188). Eduardo Vizer habla de la situación “de espejo” para poner de manifiesto la relación que existe entre los sujetos que se encuentran e interactúan.

Por todo ello, se puede decir que la interacción –y la comunicación como su materia prima- instituye la realidad social, le da forma, le otorga sentidos compartidos a nivel de los objetos (dimensión referencial); a nivel de las relaciones entre los hablantes (dimensión interreferencial); y a nivel de la construcción del propio sujeto en tanto individuo social (dimensión autorreferencial) (Vizer, 1982)3. Estos tres niveles se ponen de manifiesto en cualquier situación comunicativa: se habla de algo, se establecen relaciones entre quienes están hablando, y la personalidad de éstos tiene fuertes implicaciones en la relación de interacción dada.

Además de la intersubjetivdad, como concepto central de la reflexión fenomenológica en torno a la interacción, es también importante la percepción, comprendida como “un proceso de interacción entre el individuo y la sociedad a la que pertenece” (Hernández, 2000: 92). Interactuar y percibir son dos actividades que van estrechamente ligadas. Sin ellas, el sujeto social no existe. Así lo consideran Berger y Luckmann en la siguiente afirmación: “no puedo existir en la vida cotidiana sin interactuar y comunicarme continuamente con otros. Sé que otros también aceptan las objetivaciones por las cuales este mundo ser ordena, que también ellos organizan este mundo en torno de aquí y ahora, de su estar en él, y se proponen actuar en él. También sé que los otros tienen de ese mundo común una perspectiva que no es idéntica a la mía. Mi aquí es su allí (…) A pesar de eso, sé que vivo en un mundo que nos es común. Y, lo que es de suma importancia, sé que hay una correspondencia entre mis significados y sus significados en este mundo” (Berger y Luckmann, 1993: 40-41). La creación del consenso en torno a los significados de la realidad social es, pues, resultado de las interacciones de las que participan los sujetos en la vida cotidiana.

Así pues, el mundo de la cotidianidad es sólo posible si existe un universo simbólico de sentidos compartidos, construidos socialmente, y que permiten la interacción entre subjetividades diferentes. Ramón Xirau sintetiza esta idea: “Cuando percibo a ‘otro’ lo percibo como un ser encarnado, como un ser que vive en su cuerpo, es decir, como un ser semejante al mío, que actúa de manera semejante a como actúo y que piensa de manera semejante a la manera en que pienso” (Xirau, 2002: 436-437). El mismo autor afirma que “el mundo de los hombres está así hecho de seres en comunicación que se perciben unos a otros como semejantes porque comparan al otro con ellos mismos” (Xirau, 2002: 437).

En conclusión, para la sociología fenomenológica la subjetividad está inevitablemente presente en cualquier acto de comunicación, pues éste parte de las perspectivas divergentes de los participantes en el acto. Sin interacción no existen los sujetos sociales, dado que la construcción de sentidos compartidos sobre la realidad social requiere, inevitablemente, de la interacción.

Otros conceptos relacionados con la intersubjetividad
El Alterego
Para Schutz el “alterego” le es dado al ser como una demostración práctica de un ser idéntico con quien comparte un mundo intersubjetivo conocido como “mundo del Yo” en el cual conviven tanto sus antecesores, contemporáneos y predecesores. Esto significa que el “otro” es como “yo”, capaz de actuar y de pensar; que su capacidad de pensamiento es igual a la mía en su totalidad; que análogamente a mi vida, la de él muestra la misma forma estructural-temporal con todas las experiencias que ello conlleva. Significa, conjuntamente, que el “otro”, como “yo”, puede proyectarse sobre sus actos y pensamientos, dirigidos hacia sus objetos, o bien volverse hacia su si-mismo de modo pretérito, pero puede contemplar mi flujo de conciencia en un presente vívido; que por lo tanto, tiene la legítima experiencia de envejecer conmigo y viceversa.

La acción
El escenario básico de la acción social es el mundo de la vida. Es en él donde las personas emprenden acciones basadas en proyectos y caracterizadas por intenciones determinadas. La “acción” es entendida como la conducta intencionada proyectada por el agente; en cambio el “acto” es definido como la acción cumplida.

Por tanto, el mundo de la vida cotidiana es el escenario y también el objeto de nuestras acciones e interacciones. Este mundo no es el mundo privado del individuo aislado, sino un mundo intersubjetivo, común a todos nosotros, en el cual tenemos intereses eminentemente prácticos.

Schutz se interesa no en los sucesos del hombre como unidad psicofisiológica, sino que se interesa en la actitud del hombre frente a esos sucesos, lo que el define como el sentido subjetivo que el hombre otorga a ciertas experiencias de su propia vida espontánea.

Para Schutz el sentido no es una cualidad inherente a ciertas experiencias que surgen dentro de nuestro flujo de conciencia, sino el resultado de una interpretación de una experiencia pasada contemplada desde el presente con una actitud reflexiva. Por tanto, las experiencias no tienen validez en su momento actual sino que hasta que son reconocidas desde un más allá y pueden ser cuestionadas en lo que respecta a su constitución, son subjetivamente provistas de sentido. El autor bautiza a las experiencias subjetivamente provistas de sentido como “comportamientos”, referidos a todo tipo de experiencias espontáneas subjetivamente provistas de sentido, sean las de la vida interior o las que se insertan en el mundo externo.

Todas las acciones sociales conllevan comunicación, y toda comunicación se basa necesariamente en actos ejecutivos para comunicarse con otros; por lo tanto, los sujetos deben llevar a cabo actos manifiestos en el mundo externo que se supongan interpretados por los otros como signos de lo que quieren transmitir.

El conocimiento del sentido común
El mundo de la vida es intersubjetivo. Y lo es porque en él viven sujetos entre sujetos, vinculados entre ellos, con valores comunes y procesos de interpretación conjunta. También es un mundo cultural, en el sentido que se constituye como un universo de significación para los sujetos, es decir, en una textura de sentido que los sujetos deben interpretar para orientarse y conducirse en él. Esta textura de sentido se origina en acciones humanas, y ha sido instituida por ellas.

Por tanto, el mundo de la vida no es un mundo privado, sino intersubjetivo, y por ende, el conocimiento de él no es privado, sino intersubjetivo y socializado desde el principio. De ahí que se considere que el conocimiento del sentido común sea intersubjetivo, y no particular. Solo una parte del conocimiento, se origina dentro de la experiencia personal. En su mayor parte es de origen social, ha sido transmitido por otros sujetos, que enseñan a sus semejantes a definir el ambiente, a significar el entorno. El medio tipificador –o significador- por excelencia que permite transmitir el conocimiento de origen social es el lenguaje cotidiano.

La interacción social
Toda forma de interacción social se funda en las construcciones referentes a la comprensión del otro. Hasta la interacción más simple de la vida diaria presupone una serie de construcciones de sentido común, en este caso construcciones de la conducta prevista del Otro. Por lo tanto, los significados no se hallan en los objetos, sino en las relaciones –interacciones- de los actores entre ellos y con los objetos.

Preguntas para explorar la ciudad desde la comunicación y la intersubjetividad
El abordaje de la ciudad y lo urbano desde la perspectiva de la sociología fenomenológica puede generar conocimientos acerca de los sistemas simbólicos compartidos por ciertos actores urbanos, de las formas de nombrarse a si mismos y a los otros, del papel de las interacciones cotidianas en la creación de sentidos de pertenencia a un mundo determinado, entre otros temas.

Algunas de las preguntas que pueden guiar la reflexión en torno a la ciudad desde este enfoque son las siguientes:

- ¿Qué papel juega la comunicación en la construcción de la afectividad entre sujetos en los espacios urbanos?
- ¿Qué papel juega la interacción cotidiana en la creación de sentidos de pertenencia en la ciudad?
- ¿Qué papel juega la comunicación en la construcción y mantenimiento de identidades sociales urbanas?

o ¿Cómo usan la comunicación los grupos sociales, a fin de mantenerse como tales?
o ¿Qué papel juega la comunicación en la percepción social del sí mismo y del otro?

- ¿Qué papel juega la comunicación en la construcción y mantenimiento de “mundos de la vida” en la ciudad?
o ¿Qué papel juega la comunicación en la construcción y mantenimiento de sistemas simbólicos compartidos?

Abordajes metodológicos
Todo lo descrito en los apartados anteriores deja entrever que el centro de atención básico de la propuesta socio-fenomenológica es la construcción cotidiana y colectiva del mundo. Para ello, además de la intersubjetividad se parte del concepto de la reflexividad. Ambos son el eje básico de la propuesta metodológica de la Etnometodología (Garfinkel, 1967). Esta propuesta comprende a la intersubjetividad-reflexividad como la capacidad de comprender de los sujetos.

Dentro de la Etnometodología, el término “etno” se refiere a la disponibilidad que un sujeto tiene de conocimientos de sentido común sobre su sociedad. Por ello, la Etnometodología se define como el estudio de los modos en que se organiza el conocimiento que los individuos tienen de los cursos de acción normales, de sus asuntos habituales, de los escenarios acostumbrados. Dicho de otra forma, es el estudio de los conocimientos de sentido común (dados por descontado) que los sujetos usan en las prácticas cotidianas. La Etnometodología se centra en estudiar los métodos o estrategias empleadas por las personas para construir, dar sentido y significado a sus prácticas sociales cotidianas. En este sentido, “reserva para las actividades más comunes de la vida cotidiana la atención normalmente concedida a los sucesos extraordinarios” (Garfinkel, 1967); trata los hechos sociales como realizaciones; en aquello que normalmente se ve como cosas, datos o hechos, el etnometodólogo ve, y trata de ver, los procesos mediante los cuales se crean y sostienen de manera constante las características de escenarios socialmente organizados (Pollner, 1974); estudia las prácticas, los métodos con los que planteamos la normalidad, continuidad y estabilidad de la realidad social en la vida cotidiana.

En definitiva, la Etnometodología estudia los modos de dotar de sentido a la realidad por parte de los sujetos. No se pregunta si existe el mundo, sino “¿cómo puedo saber que existe un mundo social compartido con y por los demás?” (Skidmore, 1975). “La moraleja que nos ofrece la etnometodología es la de volver a la tierra y alcanzar una más completa comprensión del ‘mundo dado por descontado’, evitando así la tendencia a erigir vastos edificios sociológicos” (Gidlow, 1972: 396).

En términos metodológicos, el paquete técnico de la etnografía es primordial para los estudios etnometodológicos, ya que se da prioridad al enfoque “emic”, es decir, al estudio desde dentro, dando la voz a los sujetos investigados y construyendo conocimiento conjuntamente con ellos.

A modo de cierre
Este texto se presenta como un conjunto de reflexiones en torno a las posibilidades que ofrece la fenomenología, en su vertiente fenomenológica, para el abordaje de la relación entre ciudad y comunicación. Se parte del concepto de intersubjetividad como eje central de una propuesta todavía en construcción.


Notas:

1 La “actitud natural” consiste en tomar las cosas de manera arcaica, irreflexiva y práctica, tal como aparecen. En este sentido, y retomando a Husserl, esta actitud se contrapone con la actitud fenomenológica del científico, fundamentada en la reducción eidética. Dicho de otra forma, la actitud natural es una actitud desinteresada, implica la abstención de la participación intencional en el modo de la practicidad. Por su parte, la actitud fenomenológica tiene una intención de reflexividad, implica poner entre paréntesis al mundo y a nosotros mismos como sujetos.
2 Citado en Estrada (2000: 112).
3 Citado en Vizer (2003: 191).


Referencias:

Berger, Peter; Luckmann, Thomas (1993) La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Estrada Saavedra, Marco (2000) “La vida y el mundo: distinción conceptual entre mundo de vida y vida cotidiana”. Sociológica, Año 15, Núm. 43, Mayo-Agosto 2000, 103-151.
Garfinkel, Harold (1967) Studies in Ethnomethodology. Englewood Cliffs: Perentice-Hall.
Gidlow, B. (1972) “Ethnomethodology. A new name for old practices”, en The British Journal of Sociology, Núm. 4, pp. 295-406.
Grathoff, Richard (1989) Milieu und Lebenswelt. Einführung in die phänomenologische Soziologie und die sozialphänomenologische Forschung. Francfort del Main: Suhrkamp Verlag.
Hernández Rosete, Daniel (2000) “Cultura y vida cotidiana. Apuntes teóricos sobre la realidad como construcción social”. Sociológica, Año 15, Núm. 43, Mayo-Agosto 2000, 87-102.
Husserl, Edmund [1954] (1992) Invitación a la fenomenología. Barcelona: Paidós.
Pollner, M. (1974) “Mundane Reasoning”, Philosophy of Social Sciences, Vol. 4, Núm. 1, pp.35-54.
Schütz, Alfred (1972) Fenomenología del mundo social. Introducción a la sociología comprensiva. Buenos Aires: Paidós.
Schütz, Alfred; Luckmann, Thomas (1977) La estructura del mundo de la vida. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Schütz, Alfred (1979) El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Skidmore, W. (1975) Theoretical Thinking in Sociology. Cambridge: Cambridge University Press.
Vizer, Eduardo A. (1982) “La televisión, sus efectos y funciones. Aportes al análisis de ciertas hipótesis y puesta a prueba en una investigación piloto sobre escolares”, Tesis Doctoral, Buenos Aires.
Vizer, Eduardo A. (2003) La trama (in)visible de la vida social. Comunicación, sentido y realidad. Buenos Aires: La Crujía.
Weber, Max (1978) Ensayos de metodología sociológica. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Xirau, Ramón [1964] (2002) Introducción a la historia de la filosofía. México: UNAM.


Dra. Marta Rizo García
Academia de Comunicación y Cultura, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México.