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Por Marta Rizo
Número 40
Para abrir el debate
Desde el primer
tercio del siglo XX hasta la actualidad, la teoría de la
comunicación se ha ido construyendo desde perspectivas muy
diferentes. Desde la teoría físico-matemática
de Shannon y Weaver, conocida como “Teoría matemática
de la información”, hasta la teoría psicológica
con base a la percepción propuesta por Abraham Moles, pasando
por una teoría social con base en la lengua –Saussure-,
con base en la antropología cognitiva –Levi Strauss-
o con base a la interacción –Bateson, Watzlawick, Goffman.
Y más aún, también han destacado las aportaciones
en el campo de los efectos de la comunicación de masas, un
ámbito representado por nombres como Lasswell, Lazarsfeld,
Berelson y Hovland, y las teorías críticas de la comunicación,
promovidas desde la Escuela de Frankfurt por intelectuales como
Adorno, Horkheimer y Marcuse, entre otros.
Este panorama pone en evidencia
la complejidad del asunto, las múltiples aportaciones con
que se ha tratado de dotar de coherencia a lo que conocemos como
Teoría de la Comunicación. Ello es resultado, entre
otros factores, de la polisemia misma del concepto de comunicación.
Es sabido que la comunicación
puede entenderse como la interacción mediante la que gran
parte de los seres vivos acoplan sus respectivas conductas frente
al entorno mediante la transmisión de mensajes, signos convenidos
por el aprendizaje de códigos comunes. También se
ha concebido a la comunicación como el propio sistema de
transmisión de mensajes o informaciones, entre personas físicas
o sociales, o de una de éstas a una población, a través
de medios personalizados o de masas, mediante un código de
signos también convenido o fijado de forma arbitraria. Y
más aún, el concepto de comunicación también
comprende al sector económico que aglutina las industrias
de la información, de la publicidad, y de servicios de comunicación
no publicitaria para empresas e instituciones. Estas tres acepciones
ponen en evidencia que nos encontramos, sin duda alguna, ante un
término polisémico.
El debate académico en torno
a la comunicación ha sido dominado por una perspectiva que
reduce el fenómeno comunicativo a la transmisión de
mensajes a través de los llamados medios de difusión.
Sin ánimos de considerar vacío e innecesario dicho
debate, consideramos que la comunicación va más allá
de esta relación mediada. Es, antes que nada, una relación
interpersonal.
Desde esta perspectiva, hablar de
comunicación supone acercarse al mundo de las relaciones
humanas, de los vínculos establecidos y por establecer, de
los diálogos hechos conflicto y de los monólogos que
algún día pueden devenir diálogo. La comunicación
es la base de la interacción social, y como tal, es el principio
básico de la sociedad, su esencia. Sin comunicación,
diría Niklas Luhmann (1993), no puede hablarse de sistema
social:
Todo lo que es comunicación
es sociedad (...) La comunicación se instaura como un sistema
emergente, en el proceso de civilización. Los seres humanos
se hacen dependientes de este sistema emergente de orden superior,
con cuyas condiciones pueden elegir los contactos con otros seres
humanos. Este sistema de orden superior es el sistema de comunicación
llamado sociedad (Luhmann, 1993: 15).
Por tanto, la sociedad y la cultura
deben su existencia a la comunicación. Es en la interacción
comunicativa entre las personas donde, preferentemente, se manifiesta
la cultura como principio organizador de la experiencia humana.
En este sentido, la vida social puede ser “entendida como
organización de las relaciones comunicativas establecidas
en el seno de los colectivos humanos y entre éstos y su entorno”
(Moreno, 1988: 14).
Aproximación sistémica
a la comunicación
La concepción
anterior apunta a situar el debate en una aproximación sistémica
de la comunicación. Desde este enfoque, la comunicación
se puede definir como un “conjunto de elementos en interacción
en donde toda modificación de uno de ellos afecta las relaciones
entre los otros elementos” (Marc y Picard, 1992: 39). Esta
definición nos acerca al concepto de sistema, cuyo funcionamiento
se sustenta a partir de la existencia de dos elementos: por un lado,
la energía que lo mueve, los intercambios, las fuerzas, los
móviles, las tensiones que le permiten existir como tal;
y por el otro, la circulación de informaciones y significaciones,
misma que permite el desarrollo, la regulación y el equilibro
del sistema.
En este sentido, la comunicación
es un sistema abierto de interacciones, inscritas siempre en un
contexto determinado. En palabras de Marc y Picard (1992: 39), como
sistema abierto la comunicación obedece a ciertos principios.
Primero, el principio de totalidad, que implica que un sistema no
es una simple suma de elementos sino que posee características
propias, diferentes de los elementos que lo componen tomados por
separado. Segundo, el principio de causalidad circular, que viene
a decir que el comportamiento de cada una de las partes del sistema
forman parte de un complicado juego de implicaciones mutuas, de
acciones y retroacciones. Y tercero, el principio de regulación,
que afirma que no puede existir comunicación que no obedezca
a un cierto número mínimo de reglas, normas, convenciones.
Estas reglas son las que, precisamente, permiten el equilibrio del
sistema.
Los tres principios apuntados en
el párrafo anterior constituyen una de las principales aportaciones
de la Escuela de Palo Alto a la comprensión de la comunicación.
En la obra clásica de Watzlawick, Beavin y Jackson, Teoría
de la comunicación humana (1971), se hace hincapié
en estos principios básicos del sistema. La totalidad se
explica afirmando que “cada una de las partes de un sistema
está relacionada de tal modo con las otras que un cambio
en una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en
el sistema total” (Watzlawick et. al., 1971: 120). El principio
de causalidad circular se explica a partir del concepto de retroalimentación,
proveniente del enfoque cibernético inaugurado por Norbert
Wiener en 19481. Por último,
el principio de regulación es nombrado a partir del término
equifinalidad, comprendido como el conjunto de elementos que dotan
de estabilidad al sistema.
Todo lo anterior pone en evidencia que la comunicación, antes
que nada, es un sistema abierto de interacciones. De hecho, las
primeras definiciones de comunicación apuntan a su vertiente
interpersonal, relacional, más que a la concepción
mediada que ha prevalecido y dominado el pensamiento sobre comunicación
a lo largo de su existencia como campo académico. El predominio
de los medios de difusión como centro de la reflexión
oscurece las aportaciones de todo lo concerniente al diálogo,
al vínculo entre seres humanos, a la capacidad de éstos
para comunicarse consigo mismos, con los otros y con el entorno
físico y simbólico en el que se desenvuelven.
Comunicación e Interacción:
algunas definiciones
La comprensión
de la comunicación como interacción se fundamenta
en una tesis amplia que concibe a la primera como telón de
fondo de toda acción social. Ya Talcott Parsons2
(1966) señaló que la acción social no consiste
tan sólo en respuestas particulares ante estímulos
situacionales particulares, sino que el agente envuelve la relación
de un verdadero sistema de expectativas relativas a la configuración
social en que se encuentra. El concepto de interacción social
organizada parece ser el que mejor define la relación social.
Aunque las interacciones sociales en forma de relaciones terminan
por fijarse ritualmente en esquemas de conducta social.
Acción e interacción
Inevitablemente, así entonces, en el estudio de la comunicación
en el medio social, ésta se halla relacionada con los conceptos
de acción e interacción. La acción social puede
ser entendida desde la perspectiva positiva de Émile Durkheim
(1973) como el conjunto de maneras de obrar, pensar y sentir, externas
al individuo y dotadas de un poder coercitivo, en cuya virtud se
imponen a él3. O puede
ser entendida desde la perspectiva subjetivista de Max Weber (1977),
en la medida en que los sujetos de la acción humana vinculen
a ella un significado subjetivo, referido a la conducta propia y
de los otros, orientándose así cada una en su desarrollo.
O puede finalmente comprenderse a partir de la fusión de
la óptica positiva y subjetiva, que se integran en el concepto
más holístico de praxis social, desde la que todo
conocimiento humano individual, inserto en el conocimiento social,
está basado en las relaciones sociales de producción
y transformación de la realidad, que han sido fijadas por
los propios hombres en un proceso de desarrollo real y material
de las condiciones históricas dadas.
Los seres humanos establecen relaciones
con los demás por medio de interacciones que pueden calificarse
como procesos sociales4. Así,
la comunicación es fundamental en toda relación social,
es el mecanismo que regula y, al fin y al cabo, hace posible la
interacción entre las personas. Y con ella, la existencia
de las redes de relaciones sociales que conforman lo que denominamos
sociedad. Así entonces, los seres humanos establecen relaciones
con los demás por medio de interacciones que pueden calificarse
como procesos sociales. Y como ya quedó claro, toda interacción
se fundamenta en una relación de comunicación.
Aaron Cicourel (1979) toma la noción
de “esquema común de referencia” de Alfred Schutz
(1964) para definir toda situación de interacción
social. Según el autor,
A partir de los procesos interpretativos
los actores pueden comprender diferentes acciones comunicativas,
reconocer las significaciones y las estructuras subyacentes de
las acciones comunicativas, asociar las reglas normativas generales
a las escenas de interacción vividas por medio del conocimiento
socialmente distribuido, desglosar la interacción en secuencias
(Cicourel, 1979: 13).
Los elementos simbólicos,
“susceptibles de ser dotados de un significado subjetivo por
parte de las personas implicadas en la acción” (Gómez
Pellón, 1997: 110), son los que nos permiten hablar de la
interacción social. Y dado que toda interacción social
se fundamenta en la comunicación, es pertinente hablar de
interacción comunicativa.
En términos generales, la
interacción puede concebirse como la acción recíproca
entre dos o más agentes. Sin embargo, situándonos
en un marco de reflexión un tanto más complejo, interesa
remarcar que, al margen de quién o qué inicie el proceso
de interacción, el resultado de ésta es siempre la
modificación de los estados de los participantes.
Desde el nacimiento de las ciencias
sociales y humanas, la interacción social se erigió
como uno de sus conceptos básicos. Además, este término
ha favorecido un avance muy destacado en campos de conocimiento
como la psicología social y la sociología fenomenológica.
Desde este punto de vista, por tanto, el concepto de interacción
hace referencia a la emergencia de una nueva perspectiva epistemológica
en la que los procesos de comunicación entre seres humanos
pasan a ocupar un lugar central para la comprensión de los
fenómenos sociales. Todo esto se relaciona con la concepción
de la persona como un ser social, un ser que sólo puede desarrollarse
como tal a través de la comunicación con sus semejantes.
La interacción comunicativa
es un proceso de organización discursiva entre sujetos que,
mediante el lenguaje, actúan en un proceso de constante afectación
recíproca. La interacción es la trama discursiva que
permite la socialización del sujeto por medio de sus actos
dinámicos, su adaptación al entorno y la comprensión
de las acciones propias y ajenas.
La interacción como “corazón”
de la comunicología
En la propuesta de “Hacia una comunicología posible”,
impulsada y coordinada por Jesús Galindo, se apuntan cuatro
dimensiones comunicológicas fundamentales, que de menor a
mayor complejidad, son las siguientes: expresión, difusión,
interacción y estructuración5.
La dimensión de la interacción aborda la configuración
y organización de sistemas de comunicación, esto es,
el desarrollo de vínculos entre seres vivos. Esta dimensión
es, según Jesús Galindo, el “corazón
de la comunicología” (Galindo, 2004) y se ha desarrollado
fundamentalmente a partir de las aportaciones de la Psicología
Social, la Sociología Fenomenológica y la Cibernética
–tanto de primer como de segundo orden-. Paradójicamente,
pese a que las primeras definiciones de la comunicación apuntan
sobre todo a su dimensión de establecimiento de vínculos
e interacciones, son todavía muy escasas las aportaciones
que se han realizado a esta dimensión desde el campo académico
de la comunicación. La difusión sigue siendo la dimensión
fundamental en torno a la que se estructura la mayor parte del pensamiento
comunicológico.
En el marco del proyecto “Hacia
una comunicología posible” se han desarrollado sistemas
de información bibliográfica que permiten ordenar
o dotar de coherencia a la producción académica sobre
comunicación. El análisis de estos sistemas ordenadores
de la producción campal deja ver, claramente, el predominio
de la dimensión de la difusión. En el terreno de la
interacción son muchas menos las obras consideradas como
fundamentales para la Comunicología. Y cabe destacar, además,
que casi todas ellas, provienen de disciplinas distintas a la comunicación,
lo cual confirma la hipótesis de que nuestro campo todavía
no presta mucha atención a este ámbito del pensamiento
comunicológico. La Escuela de Palo Alto, así como
la corriente del Interaccionismo Simbólico, son los que aportan
mayor parte de la obra en torno a la dimensión comunicológica
de la Interacción6
. Este elemento hace que consideremos importante, por tanto, la
revisión de los principales aportes de estas escuelas al
campo de la comunicación.
La Escuela de Palo Alto:
hacia una “Nueva Comunicación” La
preocupación por la interacción no es nueva en la
agenda de las ciencias sociales. Ya desde los años ciencuenta,
los investigadores de la llamada “Escuela de Palo Alto”,
también conocida como “Colegio Invisible”, dieron
cuenta de las situaciones globales de interacción de las
que participa el ser humano. Si bien durante esa época el
modelo lineal de la comunicación propuesto por Shannon y
Weaver gozaba de una posición dominante en la reflexión
teórica sobre la comunicación, algunos investigadores
norteamericanos trataron de partir de cero en el estudio de los
fenómenos comunicativos. Fue así como se pasó
del modelo lineal al modelo circular de la comunicación,
enormemente influido por las ideas de la cibernética –de
la que proviene el concepto de feed-back o retroalimentación-7.
Por oposición al modelo lineal
de Shannon y Weaver, conocido también como el “Modelo
telegráfico”, la propuesta de la Escuela de Palo Alto
se conoce, también, como “Modelo orquestral de la comunicación”.
En palabras de Yves Winkin (1982: 25), “el modelo orquestral,
de hecho, vuelve a ver en la comunmicación el fenómeno
social que tan bien expresaba el primer sentido de la palabra, tanto
en francés como en inglés: la puesta en común,
la participación, la comunión”.
Para los representantes de Palo
Alto, procedentes de disciplinas como la antropología (Gregory
Bateson, Ray Birdwhistell, Edward Hall), la sociología (Erving
Goffman) y la psiquiatría (Paul Watzlawick, Don Jacskon),
entre otras, la investigación y reflexión sobre la
comunicación sólo puede darse a partir de la formulación
de la siguiente pregunta: ¿Cuáles son, entre los millares
de comportamientos corporalmente posibles, los que retiene la cultura
para constituir conjuntos significativos?. Para hallar respuestas
a esta interrogante, los investigadores del Colegio Invisible partieron,
en un primer momento, de tres consideraciones básicas:
a. La esencia de la comunicación
reside en procesos de relación e interacción.
b. Todo comportamiento humano tiene un valor comunicativo.
c. Los trastornos psíquicos reflejan perturbaciones de la
comunicación.
La principal aportación de
esta corriente de pensamiento es que “el concepto de comunicación
incluye todos los procesos a través de los cuales la gente
se influye mutuamente” (Bateson y Ruesch, 1984). La comunicación
fue estudiada, por tanto, como un proceso permanente y de carácter
holístico, como un todo integrado, incomprensible sin el
contexto en el que tiene lugar. La definición de comunicación
que se puede extraer de la obra de estos autores es común
a todos los representantes de la Escuela de Palo Alto. En uno de
los pasajes iniciales del libro, Bateson y Ruesch (1984: 13) afirman
que “la comunicación es la matriz en la que se encajan
todas las actividades humanas”. De ahí que este enfoque
inaugure una forma de comprender la comunicación mucho más
amplia, superando el enfoque anterior y ubicando la reflexión
sobre la comunicación en un marco holístico, como
fundamento de toda actividad humana.
Los denominados “Axiomas de
la comunicación” ponen en evidencia las ideas anteriores.
Según Watzlawick, Beavin y Jackson (1971), es imposible no
comunicar, por lo que en un sistema dado, todo comportamiento de
un miembro tiene un valor de mensaje para los demás; en segundo
lugar, en toda comunicación cabe distinguir entre aspectos
de contenido o semánticos y aspectos relacionales entre emisores
y receptores; como tercer elemento básico, los autores señalan
que la definición de una interacción está siempre
condicionada por la puntuación de las secuencias de comunicación
entre los participantes; por último, establecen que toda
relación de comunicación es simétrica o complementaria,
según se base en la igualdad o en la diferencia de los agentes
que participan en ella, respectivamente.
El planteamiento de estos axiomas
rompe con la visión unidireccional o lineal de la comunicación.
De alguna manera, los axiomas marcan el inicio para comprender que
la comunicación no es sólo cuestión de acciones
y reacciones; es algo más complejo, y debe pensarse desde
un enfoque sistémico, a partir del concepto de intercambio.
Así entonces, “la comunicación en tanto que
sistema no debe pues concebirse según el modelo elemental
de la acción y la reacción, por muy complejo que sea
su enunciado. En tanto que sistema, hay que comprenderla al nivel
de un intercambio” (Birdwhistell, 1959: 104)8.
Los axiomas de la comunicación
vienen a confirmar el modelo relacional, sistémico, que enmarca
toda la reflexión sobre los fenómenos comunicativos
realizada desde la Escuela de Palo Alto. En una situación
comunicativa, por tanto, es la relación misma lo fundamental
que hay que estudiar, más que las personas que están
implicadas en ella. De ahí que la interacción se erija
como el centro del debate y como el objeto a atender antes que cualquier
otro elemento9.
Encuadrar las observaciones
Ver la comunicación de forma holística, ubicarla en
el marco de un contexto determinado, obliga a pensar las metodologías
o formas de acercarse a ella. Alex Mucchielli (1998) recupera los
aportes de la Escuela de Palo Alto y afirma que, según este
enfoque, “una acción, una comunicación, es decir,
una interacción, si se analizar por sí misma carece
de sentido” (Mucchielli, 1998: 42). En este sentido, hace
hincapié en una de las ideas fundamentales aportadas por
Paul Watzlawick, quien en una de sus obras principales afirma que
“un segmento aislado de comportamiento es algo que formalmente
no se puede definir, es decir, que carece de sentido” (Watzlawick
et. al., 1971: 37). Estas consideraciones ponen en evidencia que
el contexto es una de las categorías analíticas fundamentales
para el estudio de la comunicación. Así pues, las
acciones, las interacciones, no pueden entenderse si no se ubican
en un contexto, sin atender al sistema en el que se realizan o tienen
lugar.
Todas estas afirmaciones se sintetizan
con lo que los investigadores de la Escuela de Palo Alto nombraron
como “encuadrar las observaciones” (Watzlawick et. al.,
1971), lo cual significa que “hay que aprender a mirar todo
el entorno de un fenómeno comunicativo para poder percibir
el conjunto de actores implicados” (Mucchielli, 1998: 46).
En el mismo tenor, los mismos investigadores
se situaron en lo que se denomina investigación hic en
nunc. La lectura de un pasaje de la obra de Watlawick puede
hacer comprensible la naturaleza básica de este tipo de investigación:
Sin ninguna duda, el comportamiento
se encuentra determinado, al menos parcialmente, por la experiencia
anterior, pero se es consciente de lo aventurado que resulta buscar
las causas en el pasado... La memoria se basa esencialmente en
pruebas subjetivas... Pero todo lo que A le dice a B sobre su
pasado está ligado estrechamente a la relación actual
en curso entre A y B y se encuentra determinado por dicha relación.
Si, por el contrario, se estudia directamente la comunicación
de un individuo con los miembros de su entorno... se pueden llegar
a identificar diferentes modelos comunicativos de valor diagnóstico,
que permitan determinar una estrategia de intervención
terapéutica tan apropiada como sea posible. Este tipo de
enfoque constituye más bien una investigación hic
et nunc que una investigación del sentido simbólico,
de las motivaciones o de las causas deducidas del pasado... El
síntoma... deja percibir bruscamente su significación
si se lo reemplaza en el contexto de interacción actualmente
en curso entre un individuo y su medio humano. El síntoma
aparecerá como una redundancia, como una regla de ese “juego”
específico que caracteriza su interacción, y no
como el resultado de un conflicto sin resolver entre dos fuerzas
intrapsíquicas superpuestas (Watzlawick et. al., 1971:
40-41).
El pasado, así entonces,
es sustituido por la situación de interacción presente,
la que se está dando “aquí y ahora”. Esta
forma de abordar la comunicación constituyó una novedad.
El punto de vista determinista según el cual lo pasado influye
necesaria y directamente sobre lo presente, se deja a un lado para
dotar de mayor importancia al momento actual, a la situación
comunicativa que, enmarcada en un contexto determinado pero presente,
es portadora del significado sustantivo que caracteriza a esa misma
situación de interacción.
Aunado a este enfoque presente,
otro cambio importante en la perspectiva propuesta por la Escuela
de Palo Alto para el abordaje de los fenómenos comunicativos
es la importancia otorgada al qué y al como de la situación,
abandonando la reflexión sobre las causas de las situaciones
y los sujetos mismos que en ellas participan. Atendiendo a esta
idea, se puede decir que la perspectiva interaccional
Es algo nuevo... examina los acontecimientos
y los problemas en términos de comportamientos entre individuos
de un sistema de relaciones sociales... se dirige hacia el “qué”
y el “cómo” de la situación (en vez
de hacia el por qué o el quién)... le interesa menos
el origen o los fines últimos que la situación actual,
así como el modo en el que se perpetúa y se podría
modificar (Weakland, 1977: 456).
Para cerrar...
En este texto se
han repasado algunos de los aportes básicos de las investigaciones
realizadas desde la Escuela de Palo Alto para el estudio de los
fenómenos comunicativos. Se ha situado el centro del debate
en el concepto de Interacción, comprendida como el fundamento
de las situaciones comunicativas, por un lado, y como corazón
conceptual para la construcción de la comunicología,
por el otro. Luego de establecer algunas relaciones conceptuales
entre comunicación, interacción y acción social,
se han expuesto los denominados axiomas de la comunicación
concretados por los investigadores de la Escuela de Palo Alto. Estos
axiomas son, a nuestro entender, los que justifican el paso de un
modelo lineal de la comunicación a un modelo circular, o
lo que es lo mismo, los que explican el paso del “modelo del
telégrafo” al “modelo orquestral” (Winkin,
1982).
Lo interesante de la Escuela de
Palo Alto es que, junto con las aportaciones de la corriente del
Interaccionismo Simbólico, pone en evidencia la importancia
de retomar y de hacer observable la comunicación atendiendo
a su significado primero: la puesta en común, el diálogo,
la comunión.
La intención de este artículo
no ha sido examinar en profundidad los aportes de la Escuela de
Palo Alto a los estudios de la comunicación. Más bien
se han tratado de sentar las bases mínimas para la comprensión
de la naturaleza de estos enfoques, y de exponer brevemente una
forma de conceptuar la comunicación que poco tiene que ver
con la comunicación mediada a través de los medios
de difusión masiva, que sin duda sigue siendo la acepción
que goza de mayor aceptación no sólo en el campo académico
de la comunicación sino también socialmente.
Explorar la dimensión comunicológica
de la interacción pasa por revisar fuentes teóricas
como la psicología social, la cibernética y la sociología
fenomenológica. Y la Escuela de Palo Alto, por la diversidad
y heterogeneidad de sus principales exponentes, toma partido en
las tres fuentes. La “Nueva comunicación” está
apuntada, pero queda mucho por hacer, mucho por discutir y reflexionar,
para recuperar la naturaleza del compartir, del vincular, del poner
en común... Para recuperar el corazón conceptual de
la comunicación que hoy en día parece estar secundado.
Notas:
1
La obra de Norbert Wiener que inaugura, de alguna forma, el enfoque
cibernético es Cibernética, o el control y comunicación
en animales y máquinas (Barcelona, Tusquets, 1985).
2 De hecho, Parsons (1966) concibe
al complejo de comunicaciones interpersonales como uno de los elementos
que conforman cualquier estructura comunitaria; para el autor, las
relaciones de interacción entre dos personas están
relacionadas en su aspecto físico, dos lugares discernibles
entre sí; pero la comunidad no se queda en este mero intercambio
físico o espacial, ya que la comunicación siempre
supone el poseer una cultura común.
3 Para Durkheim (1973) existe,
por encima de las representaciones privadas de los sujetos, un mundo
de “nociones-tipo” que regula las ideas y que supera
al propio individuo. Así entonces, el individuo interactúa
con estos códigos para transformarlos y estructurarlos según
su interpretación personal.
4 Según la tesis interaccionista,
la construcción cognoscitiva del sujeto se produce por la
interacción con el medio ambiente, a través de una
relación de interdependencia o de bidireccionalidad entre
el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible.
5 Para mayor información
acerca del programa “Hacia una comunicología posible”,
ver los artículos de Jesús Galindo disponibles en
la página web del autor: <http://www.geocities.com/arewara/arewara>
6 Como representantes de estas
corrientes de pensamiento, en el sistema de información elaborado
por el grupo de estudio “Hacia una comunicología posible”
están presentes las obras de Goffman (1972), Mead (1968)
y Watzlawick et.al. (1971), y otras obras que de alguna manera son
cercanas o recogen parte de las ideas planteadas desde las corrientes
anteriores: Marc y Picard (1992), Mucchielli (1998).
7 De hecho, el feed-back o retroalimentación
es el concepto que marca la diferencia entre ambos modelos de la
comunicación. El modelo lineal de Shannon y Weaver se fundamentaba,
básicamente, en la relación unidireccional entre emisor,
mensaje y receptor. Con el modelo circular, por tanto, se vislumbra
la posibilidad de la respuesta, que dota de circularidad y hace
más interactivo el proceso de comunicación.
8 Citado en Winkin (1982: 77).
9 Los tipos de interacción
nos remiten a la diferencia establecida entre señales analógicas
y señales digitales. Las primeras se refieren a lo que se
conoce como comunicación no verbal, esto es, a los gestos,
las posturas, el paralenguaje, etc., a todo lo que no remite a unos
códigos concretos. Por su parte, las señales digitales
están sujetas a palabras comprensibles a partir de un código
determinado, y serían lo que comúnmente se conoce
como comunicación verbal, hablada. Junto a esta clasificación,
la Escuela de Palo Alto abordó la comunicación a partir
de la distinción entre interacción simétrica
y complementaria. Suscribiendo a Mucchielli (1998), esta distinción
favorece la constitución de roles complementarios: por un
lado el individuo sumiso favorece el rol autoritario del que manda,
y por el otro, ambos miembros pueden instaurar y mantener la igualdad
de posiciones e intercambian sus interacciones a modo de espejo.
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nueva comunicación, Kairós, Barcelona.
Wittezaele, Jean-Jacques;
García, Teresa (1994) La Escuela de Palo Alto. Historia
y evolución de las ideas esenciales, Herder, Barcelona.
Dra.
Marta Rizo García
Profesora-investigadora de la Academia de Comunicación y Cultura
de la Universidad de la Ciudad de México,
México DF, México. |