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Por Tanius Karam
Número 40
En el número
actual con el que esta prestigiada revista electrónica llega
a su número 40, queremos brindar una manera de tributo a
la Escuela de Palo Alto (EPA), o que ha sido considerado la “Universidad
Invisible”.
Es probable que a muchos estudiantes
de comunicación en licenciatura el nombre de Palo Alto no
diga mucho; por desgracia las clases de teorías en comunicación
siguen privilegiadas por el estudio de los medios, o teorías
sociales que describen desde distintos paradigmas el comportamiento
de las industrias culturales. Esta delimitación tiene que
ver con un problema mayor, que llamo “uni-disciplinarización”
de los estudios de comunicación (reducidos al ámbito
de los medios de información colectiva). Si bien la preocupación
universitaria, académica de la comunicación tiene
un gran peso en la influencia y desarrollo de los medios masivos,
nos parece, en el siglo XXI asistimos a una necesaria expansión
conceptual, a un diálogo fructífero y abierto con
las ciencias naturales, a la incorporación de nuevos paradigmas
(y no únicamente los positivistas o hermenéuticos)
y enfoques para el estudio de fenómenos más amplias.
Estas y otras propuestas han sido delineadas en el entorno más
amplio de las ciencias sociales en el texto de la Comisión
Gulbenkain (Wallerstein, I –coord-. Para abrir las ciencias
sociales, México, Siglo XXI, 1996)
La Escuela de Palo Alto constituye
una verdadera refundación del saber comunicativo. Si bien
el aglutinador principal de esta “universidad invisible”
fue el Mental Research Institute que se afincó en
lo que era entonces un plácido pueblo en las afueras de San
Francisco, este espacio institucional fue el medio por el que pasaron
con distintos grados de permanencia autores como Bateson, Mead,
Goffman, Jackson, Satir, Hall, Scheflen, Birdwhistell y Watzlawick,
entre otros a lo largo de 30 años. La gran contribución
de la Escuela de Palo para la ciencia de la comunicación
es el haber aplicado la teoría de sistemas para el estudio
de la comunicación, como lo señala el propio Manuel
Martín Serrano en su libro Teoría de la Comunicación
(1982, UCM, Madrid).
La EPA se arraiga en una tradición
de renovación y búsqueda: teoría de sistemas,
interaccionismo simbólico; todo en sus investigadores es
novedad e imaginación, desde la epistemología hasta
la terapia de la comunicación. En uno de sus fundadores intelectuales,
Gregory Bateson cabe el proyecto de haber sugerido como centro organizador
de las ciencias sociales y naturales a la comunicación, empeño
que por desgracia no ha sido del todo referido o explorado en algunos
debates sobre “disciplina” o “transdisciplina”
a propósito de la comunicación (“ciencia”,
“ciencias”…). Libros como Espíritu
persona y sociedad (Paidos, Buenos Aires, 1972) o Pasos
hacia una ecología de la mente (Planeta, Buenos Aires,
1991) tendrían que ser fundamentales en estos empeños
definitorios o intentos fundaciones. Pero queda claro si dicha debate
se siguen haciendo tomando los estudios de comunicación social
como anclaje u objeto de referencia de los debates, no se puede
esperar. Es por ello que desde la EPA tenemos un horizonte de reflexión
mucho más amplio que puede dialogar incluso con nuestros
viejos paradigmas sociales para pensar la comunicación (social).
Esperamos que estas notas ya permitan aquilatar
la importancia de promover como centro de las Teorías en
Comunicación a la Escuela de Palo Alto, que dentro del giro
teórico-conceptual y epistemológica reivindica por
una parte la interacción social como objeto legítimo
para la “ciencia de la comunicación” y la sistémica
como su epistemología. Es natural que en los sesenta, bajo
la fuerte politización de los estudios en comunicación,
el imperio de lo social e la configuración de su objeto,
de lo macro sobre lo inmediato (por más que esta década
sea el “boom” de lo “cuali” sobre lo “cuanti”),
la ideologización de los paradigmas este aporte no fuera
del todo considerado; además tenía el pecado de origen:
provenir de los EE.UU.
La Escuela de Palo Alto pide un reconsideración
en los planes de estudio en nuestras carreras, que por cierto ayudaría
a fortalecer el diálogo de nuestra área de estudios
con el trabajo social, la psicología familiar o la ingeniería
social. Creemos que falta todavía para que EPA tenga una
presencia sostenida en la definición de lo que teoría
de comunicación quiere decir. De hecho los usos y reconocimiento
de los autores de EPA no ha provenido de los estudios de comunicación,
ni los “comunicólogos-comunicadores” han sido
sus principales difusores. Por tal motivo uno de nuestros objetivos
es difundir el trabajo de EPA más allá de la Teoría
de la Comunicación Humana de Watzlawick, Beavin y Jackson,
e integrar sus presupuestas a una Teoría más amplia
que dé cuenta de la manera como dos sistemas de información
se afectan.
Uno de los aportes inmediatos de la EPA fueron
los aportes para el estudio sistémico de la comunicación
y la interacción familiar. El planteamiento de su perspectiva
sistémica permitió entender cómo se puede diferenciar
una familia <normal> de una <patológica>. El
modelo puso énfasis en los niveles de flexibilidad que uno
y otro tipo de familia desarrollan para adaptarse y responder a
las dificultades cotidianas. En otras palabras, mientras los sistemas
familiares <normales> emplean una amplia gama de conductas,
los sistemas patológicos se muestran rígidos, bloqueados
y carentes de alternativas. Este modelo adscrito a la propuesta
familiar, ha sido extensivo a otras esferas de la vida social (como
la educación y las organizaciones); es por ello que EPA tiene
una pertinencia aun por explorar los sistemas de interacción
en la vida social.
En este monográfico el lector
encontrará una serie de artículos, lo mismo visiones
integradas (el artículo de Marta Rizo) que aspectos más
particulares (el artículo sobre la gran terapeuta familiar
V. Satir); aspectos de teoría y epistemología (como
el trabajo de Jesús Galindo) que reportes de investigación
donde se aplican algunos supuestos de EPA (el trabajo de Janet García,
Luis Alfonso Guadarrama). Nos ha parecido pertinente incluir una
reseña, y un listado de links donde el lector pueda profundizar.
Afortunadamente la web facilita tener alguna información
de los dos o tres libros que en castellano solían circular
sobre este tema (todavía hasta hace no mucho). De esa forma,
vemos en esta colección de textos una primera mirada que
espero suscitar la curiosidad, invitar a la lectura tanto de clásicos
(Mead, Bateson), como de autores particulares.
Esperamos que esta lectura provoque
la curiosidad. En realidad han quedado muchas aristas no señaladas
por los autores y la articulación. Tal vez en otro esfuerzo
y oportunidad de Razón y Palabra podamos aumentar
por ejemplo las propuestas de los autores clásicos que quedan
en esta colección de artículos apenas delineada.
Dr.
Tanius Karam
Academia de Comunicación y Cultura, Universidad
de la Ciudad de México , México |