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Por Alejandro Ocampo
Número 39
Aunque oficialmente
acuñado y delimitado por Descartes, la idea de una metodología
o forma o manera para conocer la realidad subyace a todas las epistemologías
precartesianas y es que, en medio del debate de cómo es el
mundo y cómo se percibe, existe un presupuesto, una especie
de ancla sobre la cual se desarrollarán todas las teorías:
que la realidad se puede llegar a conocer si... Ya sea de orden
puramente metafísico o estrictamente práctico, la
explicación de cómo son las cosas en la realidad refiere
no sólo a la capacidad del hombre para entenderlo, sino también
para conocerlo.
Así pues, este texto hará
una breve revisión de carácter historicista por las
principales visiones epistemológicas en torno a la forma
o a todo aquello que pueda ubicarse bajo la gran clasificación
de método, entendiendo esto como lo que hay que hacer para
llegar al conocimiento verdadero de la realidad. Son objeto de esta
revisión los pensamientos de Platón, Aristóteles,
Descartes y Hume.
Platón
- Y a continuación –seguí-,
compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto
a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista
de una larga entrada, abierta a la luz que se extiende a lo ancho
de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde
niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que
tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia delante,
pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás
de ellos, la luz de un fuego y los encadenados, un camino situado
en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un
tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros
y el público por encima de las cuales exhiben aquellos
sus maravillas
- Ya lo veo –dijo.
- Pues bien, ve ahora a lo largo de esa paredilla, unos hombres
que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la
de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra
y de madera y de toda clase de materiales; entre estos portadores
habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros
que estén callados (Platón, 1963, p. 236).
La conocida alegoría de la
caverna sentó las bases de lo que sería llamado idealismo,
es decir, que la realidad verdadera sólo se explica metafísicamente
a través de entidades intangibles o inmateriales. En lo que
respecta a este punto, no se olvide que Platón presentó
su visión epistemológica a través de una alegoría,
por lo que se presta a un sinnúmero de interpretaciones,
inclusive el considerar la sobrevaloración de lo ahí
expuesto. Al margen de conocer las razones que perseguía
Platón con este mito, vale destacar su inserción en
un libro cuyo eje principal es la sociedad ideal y su organización,
esto lleva a pensar en la inseparabilidad de la ética, la
metafísica y, dando un paso más allá, la epistemología
platónicas.
A partir de la alegoría de
la caverna quedan en el centro de la discusión dos conceptos:
la materia y la forma o idea. A este respecto no hay que perder
de vista la formación de Platón, quien se inició
en las matemáticas y en la geometría de la mano de
los pitagóricos y llevó a tal grado su apego a éstas
que en su Academia no les estaba permitida la entrada a ignorantes
tanto de matemáticas como de geometría. Platón,
pues, estaba claro de que el dibujo de un círculo, un cuadrado
o cualquier otra figura, eran tan sólo una aproximación
al triángulo, círculo o figura ideal. Los lados nunca
eran necesariamente simétricos, los círculos dibujados
con fines ilustrativos diferían con lo explicado a través
de los números, pues los radios no siempre eran iguales.
En resumen, lo real, lo tangible, lo material era, en consecuencia,
inexacto y aunque en él estaban contenidos ciertos patrones
de lo ideal, no lo eran en sí.
La única manera que encontró
Platón para explicar la inexactitud de lo que su experiencia
registraba con lo que su intelecto le dictaba era una: separar.
Así idea y materia eran dos cosas diferentes, realidad perfecta
una y representación imperfecta otra. Las ideas perfectas,
inermes, estarían en el llamado mundo de las ideas, siempre
tan cercanas y lejanas de la realidad. Así pues, la idea
triángulo es la fuente de los triángulos de madera,
de arena, de piedra, etc. Y es justamente el compartir la idea triángulo
lo que hace que esas piedras, maderas, arenas, sean triángulo.
La materia, pues, recibe la forma de triángulo del hombre
que lo construye. La materia no es nada sin la idea y está
separada de ella. Las ideas son las cosas más reales que
existen en tanto su perfección.
Ante la pregunta ¿cómo
es que tenemos esas ideas en nuestra mente? La explicación
es un tanto contingente, aunque coincidente con el paradigma general.
Para Platón conocer es recordar, pues si no, ¿de qué
otra manera se reconocerían las imitaciones imperfectas de
las ideas? Antes de nacer el hombre debería de tener algún
contacto con ese mundo y es por eso que reconoce qué es un
triángulo en esta realidad.
Hasta aquí la epistemología,
¿dónde está el método? Difícil
de encontrar, pero ciertamente fascinante. Lo importante es no perder
a Sócrates ni a su papel en la vida de Platón. El
mito de la caverna sirve como introducción de lo que Platón
propone para alcanzar a conocer las cosas tal como son.
- Y si tuviese que competir de
nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados,
opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele
asentado todavía los ojos, ve con dificultad –y no
sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-,
¿no daría que reír y no se diría de
él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos
estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante
ascensión ¿Y no matarían, si encontraban
una manera de echarle la mano y matarle, a quien intentara desatarles
y hacerles subir? (Platón, 1963, p. 239).
La vida ordinaria, señala
Platón, equivale a la vida dentro de la caverna. De ella
había escapado Sócrates y nunca quiso regresar, es
decir, Sócrates es aquel que salió y que mataron al
tratar de liberar a los demás esclavos. Seguir los pasos
de Sócrates es, en Platón, la manera de conocer la
realidad. El mundo de las ideas se puede alcanzar en la medida que
se trate de confiar en la razón y no en los sentidos. Es
así como inicia la tiranía del logos y es así
como Platón propone llegar al conocimiento verdadero, no
es casualidad que fuera Sócrates quien promulgara aquello
de “Conócete a ti mismo” para finalizar con que
el único conocimiento verdadero era nacía de cada
uno.
Aristóteles
Como discípulo
de Platón, Aristóteles parte de lo que hace su maestro,
para echar a andar no sólo su epistemología, sino
su filosofía toda. Bajo la frase de “Soy amigo de Platón,
pero soy más amigo de la verdad”, el estagirita hace
una férrea crítica de la filosofía platónica
y propone una visión de las cosas diferente, aunque no tan
distante en lo fundamental.
Pasemos ahora de ocuparnos de los
que reconocen las ideas como causas. Observemos por lo pronto, que
al tratar de comprender las causas de los seres que están
sometidos a nuestros sentidos, han introducido otros tantos seres,
lo cual es como si uno, queriendo contar y no teniendo más
que un pequeño número de objetos, creyese la operación
imposible, y aumentase el número para poder practicarla.
Porque el número de las ideas es casi tan grande o poco menos
que el de los seres cuyas causas intentan descubrir y de los cuales
han partido para llegar a las ideas (Aristóteles, 2003, p.
27).
Aquí se dejan ver esas diferencias
y hasta una similitud. Para Aristóteles, las ideas no sirven
para percibir los objetos, sin embargo, existe una coincidencia
con Platón en la medida de que son determinantes para dar
forma al objeto. Todo esto es entendible a partir de que Aristóteles
no concibe una idea separada de la materia, pues él cree
que si no existieran asociadas, no tendrían efecto sobre
la realidad de objeto. A diferencia de Platón, Aristóteles
piensa que la materia existe porque hay una idea y viceversa, se
trata de una relación mutuamente incluyente.
La idea, pues, es poco significativa
porque por sí sola es intrascendente, inexplicable y hasta
inservible. Aristóteles no concibe la existencia sino como
una unión entre forma y materia. La madera es únicamente
madera hasta que la idea triángulo le da la forma y esa idea
triángulo necesita la madera para expresarse como tal. Este
proceso se explica a través de la entelequia, es decir, el
fin para el cual están destinadas las cosas en la realidad,
en el caso anterior se diría que la entelequia de la madera
es justamente el triángulo. La filosofía del horror
vacui se inicia con Aristóteles, al no permitir que haya
ideas sin materia, ni materia sin idea.
Un punto importante y quizá
el más opuesto a Platón es el aspecto de la razón
y los sentidos como formas de hacerse de conocimiento verdadero:
“Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber.
El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son
una prueba de esta verdad” (Aristóteles, 2003, p. 5).
Lejos de alegorías o mitos, Aristóteles presenta su
epistemología de manera clara y directa, para él,
sentidos y razón son como idea y materia, siempre juntos
y necesarios. Para este filósofo, el utilizar sus sentidos
como camino al conocimiento era un acto perfectamente legítimo,
pues su realidad era esta, aquí y ahora.
Por consiguiente, si las ideas perfectas
pueden existir en el mundo material tangible, el estudio de este
mundo debe ser la mejor forma de conocer la realidad misma.
Es aquí donde conecta su
epistemología con una reiteración que acepta el calificativo
de método. Aristóteles confió siempre en el
estudio de la realidad. Mientras Platón planteó una
sociedad ideal, Aristóteles estudió las constituciones
de su tiempo para comprobar la más perfecta, es decir, ubicó
al estudio de lo que lo rodeaba como la mejor fuente de conocimiento.
Por otra parte, a la lógica le subyace un concepto duró
muchos siglos como una forma infranqueable de verdad: el silogismo
y, por ende, la inducción.
A la pregunta de ¿qué
es lo que hace que un triángulo sea triángulo? Aristóteles
bien podría contestar: mira 100 triángulos, identifica
lo que hay en ellos y lo sabrás. En Aristóteles el
estudio de la realidad y su inducción lógica bien
podrían ser el método para conocer la verdad, que
está aquí y es inteligible.
Descartes
Hablar de Descartes
es hablar del método en sí. No es posible comprender
la situación actual sin Descartes. La ciencia y el conocimiento
científico moderno parten de Descartes en la medida de que
fue él quien delimitó ex profeso el método
para llegar al conocimiento verdadero de la realidad.
La vida de Descartes fue, en realidad,
singular. Como hijo de nobles fue educado en buenas escuelas y universidades,
pero poco después renunció a una relativamente fácil
y cómoda vida para viajar y ser lo mismo soldado que empleado
ocasional por todo Europa. Su única meta era aprender y conocerlo
todo. En realidad, la curiosidad insatisfecha fue el primer motor
que llevó a Descartes a cuestionarse a sí mismo y
por ende, a sus certezas.
Luego, por lo que hace a las otras
ciencias y puesto que todas derivan sus principios de la filosofía,
calculaba que no se había podido construir nada sólido
sobre fundamentos tan poco firmes; y ni el honor ni el provecho
que prometen eran suficientes para convidarme a aprenderlas, porque
no me encontraba, a Dios gracias, en condiciones tales que me obligasen
a hacer de la ciencia un oficio para mejorar mi fortuna (Descartes,
1984, pp. 44-45).
Era, pues, imperante ir más
allá de lo que las ciencias, referidas aquí en términos
escolásticos, le dictaban a la persona como verdades. El
punto de partida cartesiano es la duda de los demás, pues
muchos de los conocimientos que Descartes poseía habían
llegado a él por terceras personas ya sea libros, maestros
o compañeros. La cuestión es que no había verificado
por él mismo la autenticidad de esos conocimientos y es aquí
donde establece el puente con la falibilidad de los sentidos, pues
si ellos eran una vía para hacerse de conocimientos, manifestaban
una enorme posibilidad de error:
Tomemos, por ejemplo, este trozo
de cera que hace poco fue de la colmena. Aún no ha perdido
por completo la dulzura de la miel que contenía; todavía
conserva algo del olor de la colmena de donde se tomó;
su color, forma y tamaño son manifiestos ... Ahora bien,
mientas hablo, lo acerco a la llama. Entonces, se evaporan los
restos de su sabor, su olor se disipa, cambia su color, pierde
su forma, su tamaño aumenta; se torna líquido y
caliente; apenas se puede tocar y, si se golpea, no produce ruido
alguno (Descartes, 1990, p. 61).
¿Por qué, si la colmena
ha sido la misma, es totalmente distinta después de exponerla
al calor? La respuesta es sencilla: mis sentidos me engañan
y eso lo sé sólo por mi intelecto. Caso similar sucede
con el sueño y la vigilia, diferenciarlos es en verdad difícil,
hay sueños tan reales como la vida misma. Es aquí
donde surge la duda metódica, que no es otra cosa que un
cuestionamiento sistemático a todo y todos, una epistemología
en la que ningún conocimiento es cierto hasta que no se demuestre
que lo es.
La duda metódica es el cimiento
sobre el cual crece el método cartesiano. El paso siguiente
es el famoso cogito, ergo sum, es decir, la idea de que el ser es,
existe y piensa. La conclusión hasta ahora es que el hombre
existe, pero sólo él. El tercer nivel es la existencia
del ser perfecto que ha creado el mundo material. La conclusión
hasta ahora es que el hombre existe y también a su alrededor
existen cosas y es justo aquí donde se desvela el método
cartesiano: la realidad de su mente es mucho más clara y
distinta que la realidad de su cuerpo, por ello sólo se puede
obtener conocimiento verdadero a través de la sustancia pensante,
es decir, a través del razonamiento. Existe una línea
conductora desde Platón hasta Descartes: la tiranía
del logos adquiere con Descartes la explicación práctica
que la alegoría de la caverna no pudo proporcionar.
Hume
David Hume fue la
respuesta más radical al racionalismo cartesiano y ésta
no pudo venir de otro lugar que de la siempre distinta y distante
isla: el empirismo inglés. Ya Locke había asestado
la primer gran crítica a la visión cartesiana barriendo
la basura racionalista, desechando las ideas innatas y proclamando
a los sentidos como la fuente del conocimiento. George Berkeley
continuó los estudios de Locke y deshizo aún más
la certeza cartesiana, pues señaló inclusive a la
realidad como dependiente de la mente, para Berkeley ser es ser
percibido, las percepciones como única fuente de conocimiento.
La última versión del empirismo la daría David
Hume y sería en verdad radical.
Sin duda fue Hume quien aplicó
con todo rigor los principios empiristas, aunque ello le significara
el escepticismo. Hume limita el conocimiento del mundo al conocimiento
que pueda obtenerse a través de los sentidos:
El hombre es un ser racional y,
en cuanto tal, recibe de la ciencia el alimento y nutrición
que le corresponde. Pero tan escaso es el alcance de la mente
humana que poca satisfacción puede esperarse en este punto,
ni del grado de seguridad ni de la extensión de sus adquisiciones
(Hume, 2002, p. 30)
El punto de partida, pues, para
Hume estaba claro: no a la razón. Como fundamento a su empirismo,
señaló el origen de las ideas en las impresiones de
los sentidos, así una sensación muy fuerte es una
impresión y el recuerdo de ella es la idea, la diferencia
radica en lo vívido de esas experiencias. Las ideas son la
consecuencia de las impresiones, luego entonces, si no hay impresión
no hay idea.
La aseveración de Hume, lo
llevaría a concluir que la sustancia es sólo una fantasía,
pues no hay impresión sensorial alguna en la realidad, que
es lo que a Hume le interesa conocer. Lo mismo sucede con la existencia
de la mente, que no es demostrable a través de las impresiones,
sino como una mera colección de percepciones. ¿Y qué
decir de Dios? ¿De la idea de Dios existe una impresión
sensorial? La respuesta es no y para Hume Dios no existe.
Hume, sin embargo, es crítico
con el empirismo mismo cuando señala, a propósito
de la naturaleza engañosa de nuestros órganos cuando
se observa la imagen quebrada de un remo en el agua o un objeto
empequeñecerse a medida que una persona se aleja de él:
Estos argumentos escépticos,
ciertamente, no sólo son suficientes para demostrar que
no se debe depender implícitamente de los meros sentidos,
sino que hemos de corregir su evidencia con la razón y
por consideraciones derivadas de la naturaleza del medio, la distancia
del objeto y la disposición del órgano para hacer
de dichos sentidos, en una esfera, los criterios adecuados de
verdad y falsedad (Hume, 2002, p. 198).
El método que Hume deja ver
para alcanzar el conocimiento verdadero supone dos cuestiones: la
negación de la metafísica y por ende que lo importante
es el conocimiento relativo a la naturaleza del mundo y, la estrecha
capacidad del entendimiento humano. La negación de la relación
causa-efecto en sí, imputándosela al hombre, sólo
le asegura a éste una enorme imaginación. Ya se habrá
advertido que con estos dos supuestos, en realidad es poco lo se
puede conocer con carácter de verdadero y confiable. Con
Hume, lo que se puede conocer es todo y nada, su escepticismo lo
lleva a concluir que el hombre sólo se engaña sobre
lo que conoce o cree conocer. Toda la especulación creada
alrededor del conocimiento es simplemente eso: especulación.
A diferencia de los primeros tres
filósofos, el método de Hume, es para concluir que
todos están equivocados, pues el principio de que se puede
conocer la realidad es tan incierto como falible. Para Hume sólo
hay una certeza, tan demoledora como determinante: no hay certezas.
Conclusiones
Las teorías
revisadas aquí reflejan dos formas diferentes de concebir
al hombre y al conocimiento. Por un lado Platón y Descartes
aluden a una metafísica del conocimiento, las ideas innatas
cartesianas no son sino una nueva explicación del conocimiento
como recuerdo del mundo de las ideas dada por Platón; el
rechazo de la experiencia sensible, así como la búsqueda
de verdades que sean más evidentes y por ende difíciles
de encontrar, son caminos comunes en ambos filósofos. Por
otra parte, Aristóteles y Hume encuentran en los sentidos
y sus percepciones una forma legítima de conocer la realidad
hic et nunc, que es lo más importante; la idea aristotélica
de que todos los hombres tienen, por su naturaleza, el deseo de
saber se conjuga que no hay nada en la mente que no haya pasado
antes por los sentidos, sólo para ser superados en Hume por
su escepticismo.
Hasta el momento, empirismo y racionalismo,
aristotelismo y platonismo, no sólo se ven diferentes, sino
mutuamente excluyentes. Materia, forma, metafísica, ideas,
percepciones y escepticismo son sólo piezas de un rompecabezas
al que cada quien le encontraba un orden y sentido distintos que,
sin embargo, distaron mucho de ser definitivos. Varios siglos después
resulta de suma importancia no perder de vista el carácter
histórico en la construcción de ese orden y sentido,
pues si cada teoría está estrechamente relacionada
con su contexto, sólo poniendo fin a este divorcio se podía
avanzar hacia una nueva época.
Referencias:
Aristóteles
(2003). Metafísica. México: Porrúa
Descartes (1984). Discurso de Método. España:
Sarpe
Descartes (1990). Meditaciones metafísicas. México:
Porrúa
Hume, D. (2002). Investigación sobre el conocimiento
humano. España: Alianza
Platón (1963). La república. México:
UNAM
Mtro.
Alejandro Ocampo A.
Director del Proyecto Internet y de Razón
y Palabra, ITESM Campus Estado de México,
México. |