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Por Daniel Murillo
Número 33
Alguien me preguntó
el otro día por qué menciono con admirada emoción
los novelones de Víctor Hugo, marcas mayores de mi infancia,
y de golpe descubrí una vez más que poco podría
decir de ellos en detalle.
Julio Cortázar/Territorios
El presente trabajo es un ejercicio
de conexión entre la creación literaria y la semiótica,
como lo indica el título. Y ha surgido de una serie de preguntas,
sobre la base de la significación en un texto: su acercamiento
hacia un nivel semántico y hacia un nivel semiótico,
su diferenciación y posibles vasos comunicantes en un proceso
comunicativo como es la literatura.
Partimos de un elemento sustancial.
Como describe Paul Ricouer:
La función principal de
la obra poética, al modificar nuestra visión habitual
de las cosas y enseñarnos a ver el mundo de otro modo,
consiste también en modificar nuestro modo usual de conocernos
a nosotros mismos, en transformarnos a imagen y semejanza del
mundo abierto por la palabra poética (Ricoeur, 1999a: 57).
Hacia esta función de la
obra poética (haciendo extensivo lo poético a los
productos de las artes) es que apuntamos nuestras reflexiones, hacia
este dinamismo y hacia los actos de creación literaria y
lectura. Decantemos el contenido, entonces. Este trabajo está
dividido en tres estancias, que describimos brevemente a continuación.
Con el fin de diferenciar claramente
dos vocablos que utilizaremos en el presente trabajo, nos parece
adecuado llegar a una primera estancia a partir de la definición
de los conceptos de semiótica y de semántica, para
continuar con una segunda estancia hacia la significación
y la creación literaria y una tercera estancia, la final,
que bordee sobre la creación literaria como un proceso semiótico.
Primera estancia
En principio, habremos
de seguir dos caminos para diferenciar claramente lo que es semiótica
y lo que es semántica. El vocablo Semiótica proviene
del griego Semeiotiké, que significa observación
de los síntomas. El vocablo sema es, también
en griego, señal, indicio, signo o marca y su derivación
hacia el verbo semaíno tiene la connotación
de poner una marca a algún objeto, dar la señal para
comenzar algo.
Heráclito1
le da el significado de indicio o augurio negativo, es decir, presagio.
La derivación hacia el vocablo semeion, utilizado
por Esquilo y Herodoto, hace que el significado sea el de "huella"
y de ahí que exista una bipartición por este camino:
en un sentido básico de orden puramente lingüístico,
semeion significa indicio, síntoma, presagio o admonición.
Pero en un sentido religioso, la palabra tiene el sentido de acontecimiento
maravilloso, milagro, signo que proviene de los dioses --recordemos
que el nombre griego de Zeus es Semaléos-- (Pérez
Martínez, 2000).
La derivación de semeion
hacia semeiotikós, entonces, apunta hacia la acción
de "observar signos" y como veíamos anteriormente,
con el vocablo Semeiotiké, se trata de la observación
de signos o síntomas. Pérez Martínez (2000:
30-31) dice:
Semeiotikós, de
donde deriva nuestro vocablo semiótica, es el que se dedica
a observar signos: la cultura es, pues, un contínuum
que tiene distintos tipos de marcas de distinta índole
interrelacionadas entre sí de manera jerárquica.
la semiótica es el arte de leerlas.
Por su parte, el vocablo semántica
(sémantique) aparece hasta 1883, cuando un lingüista
francés, Michel Breal, lo utiliza para observar el cambio
de palabras y significados en lenguas históricas, en una
rama de la lingüística diacrónica. Breal abre
así tres líneas de investigación que se derivan
de la semántica: a) el cambio de significado; b) la significación
en sí misma y c) el estudio del significado lingüístico.
La definición más común de semántica
es, entonces, la ciencia del significado lingüístico2
(Pérez Martínez, 2000: 32). Los campos que estudia
la semántica, incluyen la denotación y la connotación,
la denominación, el sentido, los campos semánticos,
entre otros.
Pese a estas diferencias (para decirlo
claramente: la semiótica estudia los signos y la semántica
los signos lingüísticos), algunos autores superponen
los campos de acción de ambas disciplinas hasta hacerlos
confusamente parecidos o igualables, como Umberto Eco, Adam Schaff,
Fano o Algirdas Julien Greimas. Y, para aumentar aún más
esta confusión, para designar a la ciencia de los signos,
existen dos tradiciones. La anglosajona que la denomina como semiótica,
con autores como Charles S. Peirce, Charles Morris, Gottlob Frege,
Rudolf Carnap y Ludwig Wittgenstein; y la europea, que la denomina
como semiología, con autores como Ferdinand de Saussure,
Luis Hjemslev, Roman Jakobson y Roland Barthes.
Para Berruto, sin embargo, no hay
confusión posible:
Por consiguiente, la semántica
será, a lo sumo, una parte de la semiótica, y tendrá
sus propios métodos de investigación y sus problemas
específicos por resolver, que no son necesariamente los
de la semiótica. Demos a la semántica lo que es
de la semántica: la semiótica es la ciencia de los
signos, la semántica la ciencia del significado. Ambas
no deben ser confundidas (Citado por Pérez Martínez,
2000: 34).
Lo que queda claro es que en las
ramas de la ciencia, tanto la semiótica (o semiología)
como la semántica, forman parte de la lingüística
y que sus objetos de estudio son diferentes. En su clasificación
de las ciencias normativas, Charles S. Peirce habla de la lógica
como semiótica; las otras dos ciencias normativas serían
la ética y la estética. La lógica es semiótica
general en el pensamiento peirciano, pero también tiene algunas
otras características: a) es la ciencia de "las condiciones
necesarias del logro de la verdad"; b) "es la ciencia
de las leyes necesarias del pensamiento"; y c) "coincide
con el estudio de las condiciones necesarias de la transmisión
del significado por signos de mente en mente" (Peirce, 1997:
259).
En esta primera estancia podemos
decir que la semiótica, entonces, es la ciencia de los signos
y la semántica es la ciencia del significado lingüístico
y que, citando a Benveniste (1999:226) sobre las funciones respectivas:
"la de significar, para la semiótica, la de comunicar,
para la semántica".
Segunda estancia
Ya que la semántica
parte del lenguaje y de sus partes constitutivas para conocer el
significado, a través de elementos lingüísticos,
es natural que se le asocie directamente tanto con la creación
literaria, como con la confección y proceso de todo texto
literario. La semiótica, que estudia los signos extralingüísticos,
tendría que ver con otras ramas de la creación o de
la poesía, si utilizamos el nombre genérico derivado
de Poesis, creación. La semiótica se ocupa del lenguaje
en tanto que capacidad de comunicar, por lo que su haz de estudio
incluye al cine, la radio, el teatro, la pintura y otros campos.
Sin embargo, el filósofo
francés Paul Ricoeur en su libro Teoría de la interpretación
reflexiona sobre este asunto y pone en tela de juicio el origen
de la significación de un texto literario. ¿Acaso
una obra literaria significa sólo por su significación
verbal o por su significación más allá del
signo lingüístico? Ricoeur (1999) habla de un "excedente
de sentido" en un discurso o texto y dice que la significación
se divide en tres elementos:
a) Lo que se quiere decir (qué).
b) Lo que lo dicho significa (cómo).
c) Lo que hace referencia (acerca de qué).
Los dos primeros puntos son abordados
también por la semántica porque pertenecen, de hecho,
a su campo de estudio directo; en el caso de la escuela estructuralista
y del formalismo ruso tenemos a Greimas y a Vladimir Propp, respectivamente,
quienes han abordado estos dos puntos la detalle, al encontrar y
describir estructuras en relatos y cuentos populares. Sin embargo,
el tercer elemento, el de la referencia, reviste un punto importante
a tratar, tomando como punto de partida la observación de
Ricoeur y recordando la diferenciación que hace Frege sobre
sentido y referencia. Éste último pone de relieve
el vínculo semiótico de un texto, debido a que los
signos lingüísticos significan más allá
de sí mismos. Al igual que Peirce, el modelo para análisis
de los signos es uno triádico que contiene los dos elementos
que hemos mencionado -sentido y referencia-y el propio signo:
Un signo puede no tener referencia,
pero en ningún caso un signo puede carecer de sentido.
Para que algo sea signo es condición necesaria que tenga
sentido. (...) Frege aplica las relaciones semánticas de
sentido y referencia primeramente a los nombres propios. la referencia
de un nombre propio es el objeto denotado por la expresión,
y su sentido es la manera de darse lo denotado por ella (Uxía
Rivas, s/f).
En la creación literaria
intervienen los signos linguísticos, las formas (como la
metáfora u otras figuras literarias) y los símbolos3.
Ricoeur habla del papel de la figura literaria de la metáfora
como puerta del signo lingüístico a otra significación
extralingüística, lo que de pasada nos hace recordar
a Erwin Panofsky y sus dos clases de significación: primaria
y secundaria. O al fenómeno de la polisemia, es decir, como
dice Pierre Guiraud:
En lo que concierne al lenguaje
articulado, donde la polisemia es la regla general, es posible
que la situación se deba al hecho de que se trata más
que de un código, de un agregado de códigos superpuestos
e imbricados (Guiraud, 1996:40).
En este caso, la existencia de códigos
imbricados no sólo es característica del lenguaje
articulado, sino que se presenta en todas las formas de arte, de
nuevo, para adentrarnos al terreno literario y de la creación.
Una vuelta de tuerca más:
un texto literario se conforma de al menos dos unidades distinguibles
en el nivel del lenguaje (dejemos de lado otras unidades o agrupaciones
como los capítulos, los párrafos, y que tienen que
ver más con la morfología del texto). Estas dos unidades
son la palabra y el discurso. Dice Paul Ricoeur:
La semiótica no se interesa,
en ningún momento, por la relación del signo con
las cosas denotadas, ni por las relaciones entre lengua y el signo.
La distinción entre significado y significante (...) se
da completamente en el interior del signo. Sucede todo lo contrario
en el discurso. Éste consiste en la mediación entre
el orden de los signos y las cosas (Ricoeur, 1999a: 49).
La obra literaria es un complejo
intercambio de significaciones lingüísticas, en donde
es importante tomar en cuenta la totalidad de la obra, en la que
el autor ha puesto un sentido y una referencia totalizadoras. Las
palabras aisladas del texto literario no tienen por qué referirse
explícitamente a estos dos elementos. El acto de escribir,
como el acto de leer, son dos situaciones marcadas por un tiempo
y un espacio. El significado los desborda. Porque, precisamente,
no se encuentra anclado en las palabras. Es aquí precisamente
donde podemos dar el salto, con el pretexto de un texto literario,
de la semántica a la semiótica. Dice Raymundo Mier:
El sentido no está ya en
cada enlace gramatical, en el conjunto de significados que se
encadenan para producir las oraciones; parece estar en otra parte
y, sin embargo, más allá de la frase no hay nada
más que lo no dicho que rehúsa toda exploración
(Mier, 1990: 132).
El texto literario se desborda a
sí mismo, se remite hacia dentro, hacia una referencia y
un sentido fijados por el autor, pero también se dirige hacia
fuera, hacia la experiencia propia del lector al leer y conectar
los significados con sus propias vivencias, con su propio ser. El
texto literario, producto de la creación de un escritor,
está ya afuera, libre, abierto. La forma más sencilla
de acercarse a él es la palabra impresa, el reconocimiento
de los elementos varios que han entrado en la elaboración
y concatenación de letras, palabras, frases, enunciados,
párrafos, páginas, capítulos...
Es decir, un texto literario no
significa por las palabras, la redacción y la sintaxis, sino
que se remite a otro tipo de signos a través de figuras literarias,
lo que permite que haya un carácter simbólico en un
texto y que remita a la narración de mitos, por ejemplo y
a la referencia a lo preternatural, a lo sagrado, al cosmos, al
universo y a los arquetipos de los que hablaron Gustav Jung y Mircea
Eliade. Sólo de pasada, retomamos a Jung para ilustrar esta
aseveración:
La obra en crecimiento es el destino
del poeta, y determina su psicología. Goethe no hizo el
Faust, sino la componente anímica "Fausto"
hizo a Goethe. Y, ¿qué es Faust? Faust
es un símbolo, no una mera indicación semiótica
o una alegoría de algo mucho ha conocido, sino una expresión
de algo operativo, primordialmente viviente, en el alma alemana,
al que Goethe debió ayudar a nacer. (Jung, 1992: 23).
Si la literatura se nutre del mundo,
de los arquetipos, de la psicología de los escritores, entonces,
su herramienta por antonomasia, la palabra, debería reflejar
todas estas dimensiones extra-semánticas. Por ello, el acto
de escribir y el acto de leer, complementarios, deben asumirse no
como un acontecimiento ni como una situación determinada,
sino como un universo (Ricoeur, 1999: 92). Ricoeur dice:
...los textos poéticos
hablan acerca del mundo, mas no en forma descriptiva. Como sugiere
el mismo Jakobson, la referencia aquí no es abolida sino
que es dividida o fracturada. la desaparición de la referencia
ostensible y descriptiva libera el poder de referencia a aspectos
de nuestro ser en el mundo que no pueden decirse en una forma
descriptiva directa, sino sólo por alusión, gracias
a los valores referenciales de expresiones metafóricas
y, en general, simbólicas (Ricoeur, 1999: 49).
Viremos ahora hacia el sentimiento
poético: otro signo que aparece aún después
de haber concluido los dos actos -escritura y lectura- y que permanece
a lo largo del tiempo. Existen obras literarias que el autor reconoce
como favoritas y sucede lo mismo con los lectores. El sentimiento
poético no está, de nuevo, aprisionado en la palabra,
sino que se conjunta con los elementos que hemos descrito anteriormente.
Ricoeur (1999a: 54) dice: "El sentimiento es, como la imagen,
una creación del lenguaje. Es el estado anímico que
configura un poema determinando su singularidad. (...) Un estado
anímico no es una afección interna, sino un modo de
encontrarse entre las cosas".
Es decir, de nuevo, que la función
referencial de la significación en la creación literaria
tiene, aparte del nivel semántico, motivos extralingüísticos.
Tercera estancia
La creación literaria
puede abordarse, entonces, desde la semántica (motivos lingüísticos)
y desde la semiótica (motivos extralingüísticos),
pero se trata de un proceso de significación que se acerca
a un proceso de semiosis, como lo denomina Charles S. Peirce: un
proceso de significación siempre dinámico en donde
aparece una de sus tríadas, que incluye un objeto, un interpretante
(es decir, el efecto de un signo sobre la mente) y el representamen
o signo. Gérard Deledalle lo explica de la siguiente forma:
Estos tres componentes no tienen
existencia propia separada, como tampoco el significante y el
significado en el signo saussureano. Recordemos que, para Pierce,
la semiosis, signo triádico, es indescomponible. Sus componentes
están subsumidos; son aquello sin lo cual la semiosis no
existiría (Deledalle, 1996: 87).
Este proceso de semiosis (y el paso
de lo semántico a lo semiótico) se explica mejor de
la siguiente forma: Para Peirce existen tres elementos: la primeridad,
que contiene los elementos primarios que se presentan a la percepción,
la secundidad que contiene leyes, hábitos y normas, y la
terceridad, el nivel de los hechos. Peirce lo explica así:
En primer lugar, hay características
singulares que son predicables de objetos simples, como cuando
decimos que algo es blanco, extenso, etcétera. En segundo
lugar, hay características duales que pertenecen a pares
de objetos; están implícitos en todos los términos
relativos como "amante", "semejante", "otro",
etcétera. En tercer lugar, hay características plurales
que pueden ser reducidas a características triples, pero
no duales (Peirce, 1997: 215).
Y más adelante, Peirce resume:
...las tres categorías
del hecho son: hecho acerca de un objeto, hecho acerca de dos
objetos (relación), hecho acerca de varios objetos (hecho
sintético). (Peirce, 1997: 215).
Esto nos obliga a seguir nuestra
argumentación en el sentido de que un texto literario admite
estas tres categorías del hecho (de escribir o de la creación
literaria) y que, si bien una puede ser enteramente descriptiva
(la del objeto), aparecen las otras dos que tienen que ver con motivos
evocados por el texto, pero no precisamente anotados en él.
De ahí que Ricoeur hable de la metáfora y del excedente
de sentido en un texto. También el mismo autor menciona que
"El objeto de la semiótica -el signo-es meramente virtual"
(Ricoeur, 1999:21). De nuevo, los motivos extralingüísticos
de la literatura aparecen. En cuanto al acto de creación,
Peirce le otorga un valor igual al trabajo de un científico:
El trabajo del poeta o novelista
no es tan diferente al del científico. El artista introduce
una ficción, pero no es arbitraria; muestra afinidades
a las que la mente concede una cierta aprobación llamándolas
hermosas, lo cual si no es exactamente lo mismo que decir que
la síntesis es verdadera, es algo del mismo tipo general.
El geómetra traza un diagrama, que si no es exactamente
una ficción, es al menos una creación, y por medio
de la observación del diagrama es capaz de sintetizar y
mostrar relaciones entre elementos que antes no parecían
tener una conexión necesaria (Peirce, 1997: 222).
Al decir que la creación
literaria es un proceso de semiosis, estamos admitiendo de entrada
que se trata de un proceso dinámico, en el que no sólo
el momento de creación es importante, sino también
el proceso de recepción de la obra literaria, como veremos
más adelante; también estamos admitiendo que se trata
de que el acto de escribir o hacer literatura es un hecho que acerca
una acción y la significación, es decir, que se mueve
dentro del campo de la pragmática (es decir, el empleo de
los signos por el ser humano) y, por último, que sólo
con motivos extralinguísticos explicamos, por ejemplo, la
aparición de elementos extralingüísticos, como
la atmósfera que se crea en los textos literarios.
Para reforzar la idea de que la
semiótica y la creación literaria van de la mano,
recordemos lo que decía Jan Mukarovsky en 1934 sobre que
las palabras expresan estados de ánimo, ideas o sentimientos,
es decir, de nuevo, motivos extralingüísticos. También
Hans Robert Jauss, en su Teoría y estética de la recepción
habla acerca de que la obra literaria es un objeto estético
y es descrita por "una serie de concreciones sucesivas";
el signo literario es un conjunto de conocimientos unidos a la experiencia
en la vida cotidiana (al que llama "horizonte de espectativas"
del lector) y esto, de nuevo, es un motivo extralingüístico.
Al hablar de semiosis y de proceso,
tenemos que reconocer también que una obra literaria no está
completa sino hasta que ocurre otro proceso de semiosis distinto:
la lectura del texto. Nunca un libro producirá el mismo significado,
porque está inmerso en un proceso dinámico de significación:
la relectura de una obra literaria, la revisión del propio
autor (ahora como lector de su propia obra, por ejemplo al hacer
cambios o adiciones en nuevas ediciones de sus libros), la lectura
por otra persona distinta al autor hace que este proceso de significación
sea infinito. El lector siempre leerá un libro distinto aunque
se trate del mismo libro y el autor escribe siempre el mismo libro4.
Así, la creación literaria
debe abordarse como un proceso y la obra literaria como producto
de la semiosis que siempre contrae compromiso con otro proceso de
semiosis (el del lector, por ejemplo). En decir de Ricoeur:
El sentido del texto está
abierto a cualquiera que pueda leer. La omnitemporalidad del sentido
es la que lo abre a los lectores desconocidos (...) ya que el
texto ha escapado de su autor y de su situación, también
ha escapado de su destinatario original (Ricoeur, 1999: 105).
Es decir, la apertura hacia la literatura
permite no sólo hacer referencia a un contexto del lenguaje
escrito: existe el nivel del universo, del arquetipo, el nivel psicológico
y el nivel de "adelanto". Me explico: El significado del
texto literario no está ni en el acto de escribir ni en el
de leer, sino que los engloba y los rebasa, potencia los significados
hacia delante. Como lo muestra Ricoeur, el significado de un texto
literario no se encuentra detrás de lo que dicen las palabras,
no se oculta sino que se devela. Y el significado tampoco está
en el libro: está en la configuración que hace tanto
el escritor y el lector de su lectura, el "mundo posible"
del que habla el autor citado.
El presente texto es, pues, una
muestra de este proceso semiótico que desemboca en un acto
de comunicación: un nuevo proceso de semiosis del que se
encarga, ahora, el lector.
Notas:
*
Este texto tiene origen en una plática impartida por el autor
en el restaurante La India Bonita, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos,
México, como parte de las actividades de la Sociedad de Escritores
de Morelos, en agosto de 2002.
1 Casualmente, llamado "El
Obscuro", como dice Julián Marías: "Como
el oráculo de Delfos: 'ni dice ni oculta nada, sino que indica
por signos'," (Marías, 1963: 26).
2 Cabe señalar también
a la sintaxis, una herramienta de la semántica y que estudia
la combinación de palabras en una frase y que pertenece,
también, a la gramática. O la sintaxis y la morfología,
unidas, que descomponen a la frase y estudian las palabras tomadas
independientemente.
3 Goethe, a principios del siglo
XIX había anotado que el texto literario funciona como símbolo
por oposición a la alegoría.
4 Recordemos lo que se dice de
Juan Rulfo: que Pedro Páramo y El llano en llamas eran un
mismo libro.
Referencias:
Benveniste, Émile, Problemas
de lingüística general, II tomos, Siglo XXI, México,
1999.
Deledalle, Gérard, Leer a Peirce hoy, Gedisa, Barcelona,
1996.
Guiraud, Pierre, La semiología, Siglo XXI, México,
1996.
Jung, Carl G., Formaciones de lo inconsciente, Paidós,
Barcelona, 1992.
Marías, Julián, La filosofía en sus textos,
Labor, tres tomos, 2ª. edición, Barcelona, 1963.
Mier, Raymundo, Introducción al análisis de textos,
Trillas, México, 1990.
Peirce, Charles S., Escritos Filosóficos I, Colegio
de Michoacán, Zamora, 1997.
Pérez Martínez, Herón, En pos del signo.
Introducción a la semiótica, Colegio de Michoacán,
Zamora, segunda edición, 2000.
Ricoeur, Paul, Teoría de la interpretación,
Siglo XXI, tercera edición, México, 1999.
Ricoeur, Paul, Historia y narratividad, Paidós, Barcelona,
1999 (a).
Uxía Rivas, María, "Frege y Peirce: en torno
al signo y su fundamento", Grupo de Estudios Peircianos de
la Universidad de Navarra, <http://www.unav.es/gep/AF/Frege.html>.
Mtro.
Daniel Murillo
Editor de la Colección
Gallymatías. |