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Por José Alfredo Reyes
López
Número 24
Una de las
esculturas que más me impresiona es la llamada El beso de
Rodin. En ella, la relación entre la pareja es viva, es presente,
pero sobre todo, nos toca en lo más profundo de nuestros
asentimientos. Es verdad que esos personajes se están besando.
Es verdad que en ellos el acercamiento físico es real. Es
verdad que uno y otro se miran, como pueden mirar los enamorados:
con los ojos abiertos o cerrados. Es verdad que ellos apenas se
tocan con la pluma del tacto. Es verdad que ellos se huelen, se
apetecen el uno al otro como lo pueden hacer y lo hacen en este
momento, millones y millones de seres alrededor de nuestra realidad.
Lo sabemos: el acto amoroso, el acercamiento de los cuerpos y la
fusión de las personas ocurren en cualquier instante de nuestra
vida sin que nosotros lo sepamos y, también es verdad, sin
que nos interese, porque no lo pensamos. Lo damos por hecho. Cuando
nos ocurre en lo personal, quisiéramos gritarlo y dar a conocer
que nos ocurrió ese lance maravilloso del acercamiento con
otro cuerpo tan igual en necesidad que el nuestro.
Esa es para mí la maravilla
de esa imagen congelada sobre la superficie fría del mármol.
Pero es una imagen tan cálida que es imposible no detenerla
por un instante dentro de nuestra memoria. Unos la olvidarán
porque es demasiada vida surgiendo de la nada. Otros la guardaremos
en la memoria y como en este caso, la reviviremos cada vez que sea
necesario. Es una imagen. Eso es todo. Su misterio está en
su fuerza conmovedora. Su misterio está en su presencia perenne.
Su misterio está en desnudar tan sólo un beso humano
y por lo tanto, dejarnos en la memoria ese hecho tan humano como
íntimo. Esa es su alegría: la desnudez.
¿Quiénes son esos
modelos? ¿Cómo se llama esa mujer? ¿Cómo
logró ese hombre conmover a esa mujer? ¿Cómo
esa mujer le dice con los ojos "te amo" a ese hombre?
¿Cómo se conocieron? Mil preguntas caben ante esa
alegoría de la vida. Mil preguntas que nos hacemos y somos
incapaces de contestar como testigos de esa imagen tan casta e íntima.
Pero al fin es una imagen. ¿Qué tal que a esa imagen
le damos vida? La hacemos que continúe su acercamiento físico
y anímico. ¿Quién debe llevar la iniciativa
en el siguiente movimiento después del beso o durante su
prolongación? ¿Deben ser uno dominante y el otro pasivo?
¿Cómo llegaron a ese momento? ¿Son, además
de este momento, lo suficientemente sensibles como para prolongar
su conmoción aún después de su encuentro? ¿Son
"amantes"? ¿Son solteros? ¿Son marido y
mujer dentro de las reglas sociales? Lo que sea. En ellos hay una
historia. En ellos hay una emoción erótica por el
momento. En ellos se plasma el instante y la eternidad porque así
lo han decidido para ese encuentro. En ellos hay una infancia y
habrá una muerte. En ellos hay voces dentro de sus preocupaciones
personales. En ellos hay verdades y mentiras porque son humanos.
En ellos hay conflictos fuera de su relación como pareja.
En ellos hay sueños que se materializan en ese beso. En ellos,
hay humanidad. Hay una historia que no se cuenta dentro de los hechos
heroicos ni mucho menos de los hechos que hacen inmortales a los
humanos. Es tan sólo una historia de un amor plasmada por
medio del cincel sobre una mole de mármol. Pero ¿qué
es lo que nos conmueve de esa pareja? ¿Un beso? Pues sí,
nos conmueve un beso. Es la historia de un beso. Es el conflicto
que implica un beso. Es el beso de dos personajes. Un beso de amantes.
Esa obra nos narra, nos resume la
historia de un par de seres humanos que se aman. Esto es lo que
ocurre en esta escultura.
Yo lo miro dentro de un ambiente
cálido. Yo los miro dentro de una sinceridad como sólo
la puede haber entre dos personas que se colocan frente a frente
en la desnudez total (en lo físico, en lo sentimental, en
la conciencia) ante el libre acto amoroso. Yo lo veo llegar durante
una tarde de verano y después de haber platicado durante
una hora a la mitad de un parque público. Yo los miro, en
otra situación, después de haber bailado durante una
hora en una fiesta de disfraces. Una situación más:
yo los miro lamentarse de no poder partir juntos hacia algún
punto en el extranjero y el transporte partirá dentro de
seis horas. Ella sabe que su alegría ya no será la
misma el día de mañana. ¿Quién se va,
ella o él? Él sabe que tan sólo tiene unos
momentos más y su felicidad constante habrá de posponerse
durante ¿un mes, un año, una década, una vida?
Ambos están entregados a ese beso. Me coloco a dos pasos
de ellos y puedo escuchar su respiración. Ella lo mira para
cerrar sus párpados. Él la mira, le toca la mejilla
y no puede evitar una lágrima. ¿Una nostalgia? Sí.
Él ya desde este instante está nostálgico porque
el día o la noche de mañana, sentirá el enorme
hueco entre sus brazos desnudos. Él se acerca y se esconde
en la cabellera de ella. Aspira con fuerza. Aspira con la idea de
llenar su memoria con el perfume de ella. Con el humor de ella.
Ella lo abraza, le aprieta con tanta fuerza que las uñas
se marcan en la espalda desnuda de él, quien también
la abraza con fuerza suficiente pero sin querer lastimarla y mucho
menos marcarla. Ella se separa y sus manos ahora van a asir la cabellera
de él y la aprieta, la jala, como queriendo quedarse con
ella. Él la deja hacer. Me alejo cinco pasos y comienzo a
caminar alrededor de la pareja y miro como las luces artificiales
de la habitación, marcan, ensombrecen con suavidad la tensión
de sus músculos. Miro como cabalgan como si la vida fuera
un último esfuerzo. Miro como sus rostros se alteran por
el esfuerzo de la vida. Miro como gritan su agonía. Miro,
al fin, como descansan con el silencio de la esperanza perdida.
De repente, ella se sienta de espaldas a él y le dice "te
odio".
Imágenes. Todo lo anterior son imágenes narradas.
Imágenes que recrean un momento en la vida de una pareja
¿real o imaginada? No importa. En todo caso, lo que importa
es que las imágenes se sucedieron y forman una pequeña
historia que es la historia que se ha sucedido desde hace mucho,
pero mucho tiempo en el desarrollo de la vida humana. ¿qué
fue lo que sucedió con todas estas imágenes? Que se
colocaron una tras de otra. Que se desarrollaron de una manera simple
y lógica a partir de una imagen, de una escultura. Eso fue
todo. Pero esta consecución de imágenes forman una
narración. Son la narración de un encuentro íntimo
entre una mujer y un hombre, que en sí es un lugar común,
porque como anoté, en este instante y no en el ya anotado,
millones de parejas se están besando en la intimidad. Lo
que hace fuerte a esta pequeña narración es su descripción,
es su puesta en escena, porque son ellos, esa pareja la que está
frente a mí, que estoy narrado, y ninguna otra de los millones
de parejas. Estoy narrando lo que pasa de manera común. Estoy
narrando el amor y la nostalgia de ambos, que se manifiesta por
una lágrima como por un te odio. Estoy poniendo en imágenes
los sentimientos de ambos, vistos a través de sus abrazos,
de sus miedos inmediatos, de sus temores anticipados, de su inminente
soledad al siguiente día.
Eso ocurre con la autorización
de la sociedad -porque son un matrimonio- (¿qué tal
un soldado que se va al genocidio en Asia?- o en el clandestinidad
-porque ella tiene un matrimonio infernal; ¿qué tal
que ella es la mujer de un general que se va al genocidio en Asia?).
Eso ocurre, es decir, va pasando por nuestros sentidos, por nuestra
capacidad de memoria y de pronto, nosotros o yo espectador, rechazamos
la injusticia del destino que separa a esta pareja legal o ilegal.
Dentro de nosotros se nos rebela la idea de que el amor se puede
romper por la guerra. Nos indigna que alguno de los personajes intervenga,
por medio de su amor, en la matanza en tierras lejanas y diferentes
a la suya. Esa situación de hoy amo con todo mi ser y mañana
seré partícipe o cómplice de una matanza, nos
o me coloca en una situación contradictoria. Yo, narrador,
me indigno y coloco esa sinceridad, ese beso, esa pasión,
en duda. ¿Cómo puede un ser humano hacer el amor y
después, horas después la muerte? Pero algo terrible
sucede ¿un mes después? Él o ella, muere durante
un ataque del enemigo. Él o ella ¿un mes después
de la muerte? Se acerca a la tumba y con llanto ¿melodramático?
deja un ramo de flores sobre la tumba mientras maldice su soledad.
Fin de la narración. Fin de las imágenes.
Lo anterior es una narración,
buena o mala no importa, pero da la posibilidad de "abrir"
una pantalla en la imaginación de quien percibe las imágenes
descritas. Este es precisamente el punto de fusión entre
la narrativa literaria y la narrativa cinematográfica: crean
una acción mediante un narrador, que en el caso de la literaria
es mediante la voz que escoge el autor. En la cinematográfica,
sin importar quien diga las palabras cuando existen, es la cámara
la que toma y da los encuadres necesarios para subrayar los detalles
de las historias que aparecen en las pantallas ya como productos
terminados. En ambas disciplinas por lo regular las historias se
refieren a los conflictos que conducen las actitudes humanas. Y
si no son humanos, se humanizan los animales o las cosas al proveerles
de las actitudes y conflictos humanos.
Narrativas ambas disciplinas están
emparentadas por la preocupación de generar, cada una en
su ámbito, el conmover de sus "lectores" o de sus
"espectadores" mediante su lenguaje específico
que tiene su base en las imágenes ya sea mediante las palabras
o el uso de la cámara. Narradoras de origen, la literatura
y la cinematografía van más allá del retrato
o de la descripción del detalle, al colocar en su discurso
no sólo la mera descripción sino ahondar en el sentir
del ser humano, porque quienes hacemos narrativa somos tan sensibles
como lo puede ser una negación en un personaje o una película
virgen. Al fin, la descripción de la historia arriba mencionada
son palabras surgidas de una imagen que se hace imágenes.
Imágenes literarias, imágenes cinematográficas
que son parte de nuestra realidad imaginaria.1
Notas:
1
Lo anterior fue escrito y sin embargo, puede ser "visto"
porque estamos acostumbrados a mirar con nuestra memoria en imágenes.
Esa es la facultad de la narración: hace ver. Narrar es dar
el tiempo y el espacio necesario y de acuerdo al personaje que se
desarrollará dentro de su misma historia.
Lic.
José Alfredo Reyes López
Narrador, poeta, profesor de literatura, guionista
de radio y televisión. Egresado de la Escuela
de Escritores de la Sociedad General
de Escritores de México. Coordinador de talleres y grupos
literarios. Premiado por la Universidad de Sinaloa
y Editores Unidos Mexicanos; y por T.V.
UNAM. |