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Blanco como el paisaje esquimal

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Por Paloma Gil

 

En esta ocasión nuestro viaje será a tierras del norte. Del Norte con mayúsculas, porque nos vamos a desplazar nada menos que al territorio esquimal para echar un vistazo a su cultura y aprender de su sistema de comunicación.

La palabra esquimal tiene una etimología bastante confusa, pero parece que procede de la lengua cree, que hablaban los vecinos regionales de la Bahía de Hudson y según algunos autores, podría significar “Comedores de carne cruda”, apelativo que ellos interpretan como algo despectivo, aunque realmente no haya lugar para tal cosa, y así se denominan a sí mismos “Inuit” (el pueblo). Aunque, se trata más bien de una nueva moda canadiense sobre la denominación de lo “políticamente correcto” de una palabra u otra, ya que los pobladores de Alaska y Siberia, siguen llamándose esquimales a sí mismos y en idiomas, como el español, la palabra “inuit” no figura ni en el diccionario. En cualquier caso, cuando se habla de esquimales, al menos en español, todos sabemos de qué estamos hablando.

El idioma esquimal pertenece a la familia esquimo-aleutiana de las lenguas. De forma vernácula se la conoce como inuktitut, inuttitut, inuktitun, inuinnaqtun o inuttut. Geográficamente nos situamos en el Círculo Ártico oriental canadiense (inuktitut), en el occidental (Inuinnaqtum), en la parte más septentrional de Alaska (Inupiaq) y en Groenlandia (kalaallisut o groenlandés). Estos cuatro grupos geográficos, se subdividen a su vez en dieciséis variedades dialectales de menor calado a nivel de cantidad de hablantes.

De forma general, podemos hablar de un idioma común, el esquimal, con todas sus variaciones dialectales de aquí y de allí, pero básicamente con una fonología y estructura común. Por ejemplo, tiene quince consonantes y tres vocales, que pueden ser largas o cortas, las consonantes se pronuncian mediante cinco formas de articularlas (labial, palatal, uvular, velar y alveolar) y tres modos diferentes de articulación. Es decir, hay pocas letras, pero muchas formas de utilizarlas y muchos sonidos diferentes para ellas.

Además, el esquimal, representa un tipo muy particular de lengua aglutinante que se conoce como Lengua polisintética, esto viene a ser: se sintetiza una raíz y varios morfemas gramaticales, con los que luego se forman palabras muy largas con sentido o significado de oraciones. Algo parecido a lo que pasa con el alemán.

En cuanto a las particularidades de su sistema de comunicación… podríamos mencionar muchos claro, pero lo más interesante, lo más divertido para el que lo lee, es por ejemplo, la antroponimia. Es decir, los esquimales se ponen nombres que designan cosas, como lo hicieran los indios nativos americanos (atención a la política de corrección…) cuando se nombraban “Toro sentado” o los japoneses cuando se llaman “Montaña, Flor de cerezo o Agua del cielo”. Los esquimales, ponen a sus hijos nombres como “Roca” (Ujaraq), “´Tienda” (Tupiq) o incluso “Casa” (Iglu) o “Kayak” (Qajaq). Simpático ¿verdad? Pues también suelen utilizar nombres de animales como “Liebre ártica” (Uqalik) o como lo hiciera Robert Flaherty en su documental “Nanook el esquimal” en 1922… y no era ficción, porque Nanuq es un nombre común entre los esquimales y quiere decir, el oso polar. Y viene a ser como cuando nosotros llamamos Alondra a una niña o ¿por qué no? Paloma.

Hay otra posibilidad, aunque es un poco más compleja. Se trata de nombres que hacen referencia a peculiaridades anatómicas, que no tienen por qué describir a la persona sino que vienen de una larga sucesión de personas que comparten un vínculo o que, según se entiende, llevan la misma alma, aunque no se refiere a la familia. Quizá vendría a ser algo así como un apodo. Hay personas que se llaman “Costilla” (Tutimak) o “Sin pies” (Itigaituk).

Una forma encantadora, sin duda, de mostrar un carácter muy especial y una idiosincrasia única, pues no hay que olvidar el paisaje que envuelve el hábitat de los esquimales. Grandes extensiones de paisajes verdes y frondosos que, gran parte del año, se convierten en desiertos helados que tiñen el panorama de blanco, hasta donde alcanza la vista. Blanco… tan blanco, que de hecho los esquimales, precisamente por su forma de construir palabras a partir de raíces léxicas concretas, han desarrollado una infinidad de palabras que designan cualidades de la nieve.

Es decir, esa vieja leyenda que asegura que los esquimales tienen 19 palabras diferentes que designan la nieve, es errónea, pero su cualidad de lengua polisintética sí le permite elaborar palabras que, como decíamos antes, cumplen la función de una oración entera, así por ejemplo, Qanik, serían los copos de nieve cuando están cayendo, pero antes de tocar el suelo, mientras que Aput, sería la nieve cuando ya está en el suelo. Y de esta forma, hay infinidad de palabras referentes a la nieve y al color blanco que la califica: blanco como la nieve antes de caer al suelo, blanco como la nieve cuando está en el suelo, blanco como la nieve derritiéndose al sol, blanco como la nieve cuando está congelada… lo cual no deja de ser llamativo, ¿verdad?

 



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